Por Aníbal E. Melo
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Según el "Instituto Urbano de los
Estados Unidos", la última media década fue mucho peor para
las familias hispanas que para las familias blancas.
Teniendo en cuenta la dinámica de
recuperación del sector vivienda y el repunte del mercado de
valores, esa brecha de riqueza podría seguir creciendo.
Ese estudio determinó que durante la recesión, la brecha de ingresos entre los
estadounidenses blancos y los no blancos se mantuvo estable.
En el 2010, las familias blancas, en
promedio, ganarón cerca de $2 por cada $1 que las familias hispanas
ganaron, una proporción que se ha mantenido más o menos constante
durante los últimos 30 años.
Pero cuando se trata de riqueza medida
por activos, como ahorros en efectivo, casas, cuentas para
jubilación, menos las deudas, como las hipotecas y los saldos de
tarjetas de crédito, las familias blancas superan con creces a los
hispanos.
Antes de la recesión, las familias
blancas no hispanas, en promedio, eran cerca de cuatro veces más
ricas que las familias hispanas. Pero ya para el año 2010, los
blancos eran cerca de seis veces más ricas.
El valor en dólares de esa brecha
también creció.
Según dicho estudio, las familias
blancas promedio tienen aproximadamente 632,000 dólares en riqueza,
contra 110,000 dólares de las hispanas.
Por otro lado, los hispanos jóvenes
son mucho menos propensos que los jóvenes blancos a recibir una gran
suma de dinero de manos de sus padres u otros familiares para pagar
la universidad, iniciar un negocio o hacer el pago inicial de una
casa, lo que hace que sus posibilidades de creación de riqueza sean
más inciertas en la medida que avanzan hacia la edad adulta.
Dos factores principales han
contribuido a ampliar esa brecha en los últimos años.
La primera es que la crisis
inmobiliaria golpeó a las familias hispanas más duro que a las
familias blancas.
Muchas familias hispanas, compraron
casas en el momento en que la burbuja inmobiliaria se estaba inflando
y alcanzando su punto más alto, lo que se tradujo en pesadas deudas
bancarias, ya que los precios de los inmuebles estaban por las nubes.
Eso hizo que esas familias se vieran
afectadas de manera desproporcionada por la crisis, debido al colapso
del precio de las viviendas.
Recordemos que de cara a una recesión
los inmuebles constituyen la mayor proporción de la riqueza
familiar.
Por otro lado, con tasas de desempleo
más altas e ingresos menores, los hispanos fueron menos capaces de
pagar sus hipotecas.
También, las prácticas crediticias
discriminatorias fueron otro factor.
Todos sabemos que en las comunidades de
color, las tasas hipotecarias de alto riesgo y los préstamos
predatorios eran el doble de lo que se encontraba en la población
general.
Por otro lado, las familias hispanas
también sufrieron golpes más grandes sobre sus ahorros de
jubilación.
En conjunto, el valor de las cuentas de
jubilación de las familias hispanas se redujo en un 35% entre el
2007 y el 2010, mientras que las de las familias blancas crecieron un
9% durante el mismo período.
Con ingresos más bajos, tasas de
desempleo más altas y una red de seguridad social más delgada, las
familias hispanas se vieron en la necesidad de sacar sus fondos del
mercado de valores cuando este se deprimió, lo que los dejó a la
intemperie cuando se recuperó.
Algo similar puede estar ocurriendo con
la recuperación del sector vivienda.
Ahora, inversores blancos están
comprando casas embargadas de manera desproporcionada a los
propietarios minoritarios.
Y en la medida que el mercado
inmobiliario comienza a apreciarse, muchos compradores minoritarios
no podrán beneficiarse del regreso de los precios altos.
Con todo, las familias hispanas
perdieron el 44% de su riqueza entre el 2007 y el 2010.
En cambio, las familias blancas
perdieron el 11% de su riqueza.
Incluso si los hispanos avanzan en los
próximos años en la medida que la economía mejore, la persistencia
de la brecha de riqueza, significa que el Gobierno Federal debería
de adoptar políticas públicas más ambiciosas para ayudar a reducir
el empeoramiento de la desigualdad.
Políticas gubernamentales que fomenten
el ahorro, los ingresos, y los intereses hipotecarios.
Eso es lo que realmente va a romper el
circulo vísioso de la pobreza inter-generacional, y la brecha de
riqueza entre las razas.
Pero en ausencia de tales medidas,
seguiremos presenciando como la brecha de riqueza se ampliará aún
más, sin importar si los miembros de grupos minoritarios aumenten su
participación en la fuerza laboral estadounidense.
Pienso que la brecha de riqueza es más
perniciosa que la brecha de ingresos, ya que se perpetúa de
generación en generación y tiene un poderoso efecto en la seguridad
económica y la movilidad social de millones de personas.