martes, 21 de mayo de 2013

Aquí En La Tierra, La Obra De Dios Es Realmente La Nuestra

Por Aníbal E. Melo
http://www.AnibalMelo.com
AnibalMelo@yahoo.com


Cuando algo malo sucede, como los tornados del lunes en Moore, Oklahoma, podemos oír a los evangelistas asegurar: "todo eso es parte del plan de Dios."

Pero si usted me pregunta: "¿Cree que lo malo que pasó es parte del plan de Dios?"

Voy a responderle enfáticamente: "Oh, no, ... eso es basura."

Cada vez que sucede un sangriento acto de la naturaleza o de la maldad humana, se escalofría mi alma.

Sé que la búsqueda de consuelo en alguna frase bonita es algo muy comprensible.

Una víctima es rescatada con vida de entre los escombros de un terremoto, y proclamamos: "Milagro!"

En el funeral de un niño, un doliente dice: "Dios debe haber querido otro angelito".

Si esos pensamientos proporcionan consuelo a alguien que ha perdido a un ser querido por la barbarie de la naturaleza o del hombre, pues bien.

Pero ese no es el Dios en el que creo.

El Ser Supremo en el que yo creo, no demuestra su omnipotencia salvando unas pocas vidas, y poniéndole fin a miles.

Tampoco convoca al cielo a los ángelitos, aniquilando la vida de niños de manos de un sádico pistolero.

Sí, ya sé que los teólogos han pasado siglos ponderando esas preguntas, pero la mayoría de las conversaciones no han ido más allá de ser simplistas y concluir que: "Todo sucede por una razón."

Lo triste es que en cierto sentido, eso es verdad.

Los Tornados se producen cuando diferentes temperaturas y la humedad se encuentran.

Los terremotos se producen cuando ocurre una súbita liberación de energía dentro de la corteza terrestre.

Y entre los seres humanos, fuerzas que van desde las enfermedades mentales, a la codicia, al gusto de imponer sin remordimiento sufrimiento a los demás, pueden hacer que las personas se hagan cosas terribles los unos a los otros.

Creo que eso es parte del trato involuntario que tenemos con la naturaleza sólo por el hecho de estar vivos.

Por otro lado, cada día podemos experimentar el esplendor de la naturaleza, la belleza del arte, el bálsamo del amor y la alegría de la existencia.

Siempre con el conocimiento de que una enfermedad, una lesión, un desastre natural o una maldad pueden terminar en un instante con nosotros o con alguien que amamos.

Es una dura realidad, pero también lo son muchas otras cosas.

Hay gente buena a las que el destino le reparte una mala jugada.

Y hay gente muy mala que viven una vida larga y llena de cómodos privilegios.

Es que el azar es un actor permanente de gran alcance en cada una de nuestras vidas, así como en la historia de la humanidad.

¿Significa eso que no podemos tener consuelo cuando sucede un desastre?

Por supuesto que no.

Debemos celebrar cada rescate.

Ánimar el heroísmo de una maestra que protege a los niños con su cuerpo.

Honrar a los rescatistas y voluntarios que trabajan día y noche en la busqueda de sobrevivientes

Y aprender de cada desastre para limitar la muerte y la destrucción de los inevitables sucesos trágicos futuros.

Creo que el consuelo que buscamos no se encuentra en la ilusión de que todo sucede por una razón, sino en la terca determinación de hacer lo mejor que podamos de este mundo incierto.

Amén!