jueves, 14 de junio de 2012

Reflexiones Sobre Obama Y La Reelección

                                                                                                       
Por Aníbal E. Melo

 


En noviembre del 1984, el Presidente Ronald Reagan fue reelecto en una victoria aplastante sobre Walter Mondale, ganando en cuarenta y nueve estados, con el 59% del voto popular.

La revolución de Reagan se reafirmó con fuerza.

Ningún presidente desde Eisenhower había servido dos mandatos completos.

John F. Kennedy fue asesinado. Lyndon Johnson, agobiado por la guerra de Vietnam, no busco la reelección en 1968. Richard Nixon renunció a menos de 17 meses de su segundo mandato.

Gerald Ford y Jimmy Carter fueron derrotados.

En los ochenta, era popular hablar sobre la "crisis de la presidencia", y un grupo bipartidista de Washington, con el apoyo de Carter, puso en marcha el comité nacional del mandato único de seis años.

El Presidente Obama, quien en noviembre podría enfrentarse a una de las ofertas más apretadas de reelección en la historia, ha hablado de su admiración por Ronald Reagan.

"Reagan cambió la trayectoria de los Estados Unidos", dijo a un periódico de Reno, Nevada, a principios del 2008.

Desde el inicio de su campaña presidencial, Obama ha tratado de presentarse como un líder con ideas de largo alcance, y se enorgullece de su capacidad de ver más allá de la política del momento.

En la medida en que él reflexiona sobre su estrategia para los próximos cuatro años, es natural pensar que él podría estar echandole una mirada a Reagan.

El segundo término debe ser visto como la herencia del Presidente.

El Presidente tiene que decidir lo que su legado va a ser. Lo qué lo va a ser orgulloso cuando este en su casa cuatro años después de su Presidencia: Un acuerdo de control de armas; un presupuesto equilibrado; la recuperación económica; la paz y la prosperidad.

Cada discurso, aparición, viaje al extranjero, llamada telefónica al Congreso y cada acto que realice el Presidente debe hacerlo con esa meta en mente.

La campaña de Obama es muy consciente de que puede terminar como Jimmy Carter o George H. W. Bush, quienes fueron derrotados a pesar tener notables e incluso históricos logros, incluyendo los Acuerdos de Camp David, bajo Carter y la Guerra del Golfo, en el gobierno de Bush.

Hoy el país esta muy dividido, y la economía se tambalea.

Después de varios meses de noticias relativamente positivas, el informe sobre el empleo publicado en junio fue sombrío.

A menos que haga una revelación desastrosa o una metedura de pata, Mitt Romney será un rival más formidable de lo que muchos asumimos durante la primaria republicana.

El propósito ostensible de una campaña política es articular para el público lo que un candidato va a hacer si prevalece, y Obama tiene una ambiciosa agenda para su segundo mandato, que, al menos en forma amplia, su campaña está empezando a destacar.

El Presidente ha dicho que la política más importante que podría abordar en su segundo período es el cambio climático, uno de los pocos temas que él piensa podría mejorar radicalmente al mundo en las décadas por venir.

También quiere ocuparse de la proliferación nuclear. En abril del 2009, en uno de los discursos más notables de su presidencia, dijo, en Praga: "Declaro claramente y con convicción el compromiso de Estados Unidos para buscar la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares."

Reconoce que ese objetivo no puede ser logrado inmediatamente, pero se ha comprometido a tomar "medidas concretas", incluyendo un nuevo tratado con Rusia para reducir las armas nucleares y a ratificar el tratado del 1996 sobre Armas Nucleares.

Los asesores de Obama dicen que es muy probable que el Presidente trate lo de la reforma migratoria.

Obama también ha dicho que espera contar con el tiempo y la atención para hacer frente a una agenda de cooperación más sólida para los países en desarrollo. Estos temas se ciernen sobre su segundo mandato potencial.

Sea cual sea el objetivo que Obama decida, sus oportunidades para efectuar grandes cambios son leves.

Los límites de los mandatos son crueles para los Presidentes. Si gana, Obama tendrá menos de dieciocho meses para desarrollar una agenda doméstica, que ha estado estancada desde finales del 2010.

Su mejor oportunidad para un gran avance en materia de política energética, inmigración, o reforma fiscal llegaría en el 2013. A mediados del 2014, las elecciones al Congreso obligaran a otro paréntesis en la política de Washington. A principios del 2015, la prensa comenzara a centrarse en la próxima campaña presidencial, que eclipsará en gran medida a la Casa Blanca.

Es muy probable que los dos últimos años del segundo mandato de Obama se enfoquen en política exterior y en tratar de apuntalar las reformas más importantes de sus primeros años, tales como el cuidado de la salud y la regulación financiera.

Tarde o temprano, todos los presidentes reelectos se enfrentan a la frustración que acecha al segundo término. Creo que es importante recordar que hay un punto en el cual el apoyo de cualquier Presidente popular se erosiona.

Obama asumió el cargo, con lo que muchos consideraban un mandato. Aprovechando las grandes mayorías en el Congreso, en los primeros dos años pasó la regulación financiera y la reforma de salud.

Pero en los últimos dos años se ha dedicado a administrar el estancamiento creado por la reacción en contra de los dos primeros.

Si Obama pretende dejar una huella legislativa en su segundo mandato, va a necesitar dos cosas: un sentido de humildad, y una facción revitalizada de legisladores republicanos dispuestos a llegar a acuerdos.

Después de cada elección presidencial, el ganador gusta de declarar por qué ganó, a menudo en términos que establece el tono para los años siguientes.

Los asesores de Obama hablan de una victoria en noviembre, no en términos radicales de reestructuración, sino simplemente como una oportunidad para empujar a los republicanos fuera de la política del obstruccionismo puro y hacia un compromiso limitado en torno a algunas cuestiones claves.

Una cosa es casi segura. Si Obama gana en noviembre, su margen de victoria estará será estrecho.

Desde el 1916, siete presidentes han ganado un segundo mandato, y todos ellos superaron el porcentaje del voto popular que recibieron en su primera elección. Pero con cada reelección el margen de la victoria del Presidente sobre su oponente disminuye.

En 1972, Nixon ganó un nuevo mandato por un margen del 23%.

En 1984, Reagan ganó su reelección por 18%.

En 1992, Clinton ganó por 9%.

En 2004, Bush derrotó a John Kerry por sólo 2.5%, el menor margen de victoria para una reelección de un presidente.

Obama ganó en el 2008 por 7%. Si se las arregla para ganar este año, es probable que sea por menos que eso, lo que lo convertiría en el primer Presidente en 124 años en ganar un segundo mandato por un margen menor que en su elección inicial.

Los presidentes reelectos a menudo disfrutan de un breve respiro después de la campaña.

El nuevo Congreso no se juramenta hasta enero, y el interregno se utiliza para designar a nuevos miembros de la Administración. Pero el 2012 será diferente a cualquier otro.

El día de las elecciones es el 6 de noviembre.

Cincuenta y cinco días más tarde, es la víspera de Año Nuevo, momento en que el tamaño y el alcance del gobierno federal está previsto a ser alterado radicalmente.

Las tasas de impuestos federales por cada grupo de ingresos se elevarán a niveles no vistos desde el 2001.

Los impuestos sobre las nóminas de empleados van a saltar en 2 puntos porcentuales.

Las prestaciones por desempleo de unos tres millones de estadounidenses serán recortadas.

El Pentágono comenzará el nuevo año con un recorte de presupuesto de 55 mil millones de dólares, y el presupuesto asignado de todas las oficinas del gobierno, desde el FBI, hasta el Servicio de Parques serán reducidos.

Poco después, los pagos federales a los médicos que tratan a pacientes del Medicare, y el programa federal de salud para los ancianos, se reducirán en un tercio.

El enorme incremento en los impuestos y la caída precipitada en el gasto público sería igual a una contracción económica de más de cinco mil millones de dólares. Más del tres por ciento del PIB.

El impacto podría enviar a la frágil economía de nuevo a una recesión.

Esta bomba fiscal aterradora, que comienza el 31 de diciembre del 2012, ya ha ganado el nombre de Taxmageddon.

Lo que es más, en algún momento a mediados de febrero, el Gobierno alcanzará el límite de su autoridad para pedir dinero prestado. Si el Congreso no eleva el techo de la deuda, los Estados Unidos dejarán de pagar sus préstamos y ya no será capaz de pagar todas sus cuentas a los médicos, contratistas de defensa, pensionados de la Seguridad Social, tenedores de bonos, y casi cualquier otra cosa que se pague con fondos del gobierno federal.

A pesar de que la campaña presidencial parece estar dominada por pequeños detalles absurdos, como la teoría de Donald Trump acerca del lugar de nacimiento del Presidente, creo que en algún momento de este año el debate se centrará en la crisis fiscal que se avecina.

Si eso sucede, la elección puede terminar siendo un referéndum sobre qué hacer al respecto.

Sin embargo, un Obama reelecto podría encontrar su mejor oportunidad histórica, ya que las condiciones ideales para ambas partes se tienen cuando un Presidente que está en la cima de su poder, no va a beneficiarse políticamente de ello en el futuro.

Resolver el Taxmageddon sería un logro político importante, y Obama podría argumentar que habría cumplido su promesa de campaña del 2008: unir a los dos grandes partidos para forjar acuerdos bipartidistas.

Existe la posibilidad de que un segundo mandato de Obama pudiese comenzar con la reducción del déficit y con una profunda reforma de impuestos.

La Administración se está preparando para eso.

El 1 de junio, Obama habló en un almuerzo en Minneapolis, sobre el potencial plan de su segundo término, y señaló: "Mi visión original de un Washington bipartidista fue un espejismo. Tenia la esperanza, cuando asumí el cargo, que tendríamos republicanos y demócratas unidos, porque la nación enfrentaba desafíos extraordinarios".

Obama piensa que su reelección podría poner fin a esa division. "Creo que si tenemos éxito en estas elecciones, la fiebre se puede acabar", dice.

Habla de algunas áreas de compromiso posibles: La reducción del déficit, una ley de carreteras, la inmigración y la política energética.

Si el Presidente Obama puede guiar a las partes hacia un acuerdo que ponga al gobierno federal en una senda fiscal sostenible, sería un logro importante y reivindicaría sus primeros años como un líder bipartidista.

Después de eso, podría tener sólo una oportunidad más para conseguir un logro nacional importante antes de la próxima ronda de las elecciones del 2014.

Un segundo mandato, podría poner a Obama de nuevo a donde él hubiese querido haber comenzado su presidencia.

La gran pregunta que Obama enfrenta es la siguiente: ¿Cuáles son las cosas que hay que hacer para lograr el crecimiento de la clase media?

La lista de opciones del Presidente es corta.

Obama ha sido un político nacional desde el 2004, y las prioridades que ha discutido no han cambiado mucho desde entonces. Dependiendo de la conformación del Congreso, lo primero que tendría que considerar es si él tiene que jugar a la ofensiva o a la defensiva.

Entonces él tiene que decidir: ¿Es el próximo paso la protección y el establecimiento definitivo del plan de salud, o algo nuevo?

Una importante iniciativa es la política energética.

Obama habla de la energía en la mayoría de sus discursos, pero, en contraste con el 2009, cuando la pieza central de su programa era un enfoque para reducir las emisiones de carbono, su objetivo de hoy no está claro.

Los primeros debates en el Congreso indican que, en un acuerdo de amplio alcance, un impuesto al carbono podría ser parte de un gran acuerdo para resolver el Taxmageddon.

Obama parece más apasionado por la infraestructura. Quiere reformar el proceso por el cual los proyectos se otorgan. Que se trate más de méritos que de patrocinio.

Un paquete de infraestructuras tiene todas las características de una gran política: Crearía puestos de trabajo, tiene un componente de reforma del gobierno, y puede establecer un legado en forma de una red de energía mejorada o un tren de alta velocidad, con la que Obama siempre podra ser asociado.

Pero si, como parece probable, Obama tendrá una sola oportunidad para poder lograr una pieza importante de legislación nacional en su segundo mandato, el enfoque más prometedor, creo que sería inmigración.

Creo que la reforma de inmigración puede ser la única oportunidad para bipartidismo.

Después de que un partido pierde, pasa por un período de auto-examen.

Si, a pesar de la economía sin brillo y de una insatisfacción general con la dirección del país, Obama logra derrotar a Mitt Romney, la explicación puede ser una simple cuestión de demografía: ya no se puede ganar la presidencia sin el apoyo de los hispanos.

Los republicanos no van a cooperar con Obama, simplemente porque ha ganado, pero si los resultados revelan que en el 2012 la debilidad del Partido Republicano entre los votantes de las minorías, especialmente los hispanos, es muy grande, su política de hoy podría convertirse rápidamente en sabiduría convencional a partir de noviembre.

Y es que una regla de la política estadounidense es que cuanto más tiempo permanece un partido fuera del poder, más moderado se vuelve.

Ahora Obama está haciendo hincapié en la división ideológica, no en el puente a través de ella.

Obama quiere que los votantes emitan su voto sobre la base de las plataformas de los candidatos, no sobre el resultado de su primer mandato.

La táctica tiene sus riesgos, pero ayuda a desviar la atención de una aparente incapacidad para promover sus éxitos, tales como el cuidado de la salud, la regulación financiera y la mejora de la gran crisis económica.

Si Obama va a ser recordado como un gran Presidente, depende de su reelección.

Suerte!