Por Aníbal E. Melo
Inmigración será uno de los temas más candentes en la campaña presidencial del 2016, generando debates sobre la posible deportación de millones de personas indocumentadas, otorgarles algún tipo de amnistía, o si construir un muro entre los Estados Unidos y México.
Pero la historia del furor actual se remonta a 50 años atrás, a una de las leyes de mayor alcance jamás promulgada en el país:
"La Ley de Inmigración y Nacionalidad del 1965".
Una revisión de ella nos ofrece muchas lecciones útiles, en particular sobre las enormes consecuencias imprevistas que un proceso amplio de "reforma" puede tener.
Esa Ley de inmigración, también conocida como "Hart-Celler", fue firmada por el Presidente Lyndon B. Johnson hace 50 años el día 3 de Octubre, entrando en efecto tres años después.
Con ella se puso fin al odioso sistema de cuotas de larga data basado en el "origen nacional" que había favorecido en gran medida a los europeos occidentales, a los Ingleses, a los irlandeses y a los alemanes.
Esta ley creó un nuevo enfoque destinado a reunificar las familias de los inmigrantes y a traer más trabajadores calificados.
Con el tiempo, ésta transformaría dramáticamente la composición demográfica del país, en la medida que los inmigrantes venían cada vez más de América Latina, Asia y África.
Esa Ley de inmigración fue la que transformó a los Estados Unidos en la América que hoy conocemos.
Sus consecuencias han sido inmensas.
La Oficina del Censo de Estados Unidos señala que la población blanca no hispana se redujo de 85% en 1965 a 62.2 por ciento en el 2014, y la previsión es que el porcentaje de los blancos no hispanos caerá a 43.6 por ciento para el 2060.
Por su parte los hispanos seremos el 28.6 por ciento para esa misma fecha.
Los afroamericanos pasarán a ser el 14.3%
Y los asiáticos aumentarán al 9.3.
En términos culturales y políticos, tales cambios dramáticos podrían causar que los blancos se sientan cada vez más inseguros y resentidos de que su condición de mayoría se esté erosionando y pronto terminará.
Ya hay indicios de tales actitudes entre muchos estadounidenses blancos, y en mi opinión es lo que explica en parte el ascenso de Donald Trump, en la actualidad el principal pre-candidato para la nominación republicana.
Trump ha condenado duramente el aumento de la inmigración indocumentada, especialmente la de México, que según él trae más crímenes, presión sobre los servicios sociales y otros problemas.
Otro efecto de esa ley podría ser la disminución de las perspectivas republicanas en las elecciones presidenciales, en las que la participación de los votantes minoritarios son cruciales.
Muchos votantes minoritarios son Demócratas, lo que podría significar que el aumento de nuestra población hará que le sea cada vez más difícil al Partido Republicano el poder ganar la Casa Blanca, debido a sus políticas anti hispanas.
Además creo que hay una lección adicional para los responsables del manejo político del país en general:
Uno nunca sabe en qué realmente un cambio importante en la política nacional de inmigración va a resultar.
Pocos legisladores hace 50 años pensaron que esa Ley de inmigración tendría tan profundas consecuencias.
Al firmar el proyecto de ley, Johnson, dijo:
"Este proyecto de ley que firmamos hoy no es revolucionario. No afectará las vidas de millones de personas. Ni va reestructurar la forma de nuestra vida cotidiana".
LBJ estaba equivocado.
De todas maneras esa ley tuvo el noble objetivo de tratar de eliminar el racismo y los prejuicios del sistema de inmigración de los Estados Unidos.
Así las cosas, una de las consecuencias más graves no deseadas de la bien intencionada ley del 1965 fue crear un aumento sin precedentes de la migración indocumentada.
Esto a su vez puso en marcha un ciclo de vigilancia fronteriza que produce más, en lugar de menos, indocumentados que viven al norte de la frontera - por no hablar de otras políticas tóxicas relacionadas con todo este asunto.
Y es que los provenientes de América Latina simplemente siguieron saliendo de casa para buscar mejores trabajos en los Estados Unidos, pero la misma naturaleza de la ley del 1965 animó a muchos a quedarse y a vivir en las sombras en lugar de arriesgarse a ser arrestados y deportados, cruzando de nuevo la frontera para tratar de volver a sus países de origen.
Esto explica la explosión en el número de indocumentados de los últimos años.
Sin embargo, debemos recordar que los inmigrantes legales superan significativamente a los inmigrantes no legales.
De los más de 42 millones de inmigrantes que viven en el país en el segundo trimestre del 2015, aproximadamente las tres cuartas partes están en el país legalmente.
Y si bien el impacto de la inmigración ilegal es a menudo objeto de un intenso debate nacional, el tema mayor sobre los inmigrantes legales no ha visto casi ninguna discusión, a pesar de que su impacto positivo en la sociedad estadounidense es inmenso.
Hasta el '65 el sistema de cuotas de Estados Unidos se había caracterizado por la preferencia de los inmigrantes de Europa nor-occidental, una inmigración restringida de los de Europa meridional y oriental, y una fuertemente restringida para los nativos de Asia, África y otras partes del Caribe.
El alejamiento de la selección étnica en la ley de inmigración de Estados Unidos fue principalmente una respuesta a las presiones de la política exterior que buscaba deslegitimar el racismo a través de las Naciones Unidas, y otras instituciones Panamericanas multilaterales.
Las preocupaciones de seguridad nacional de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría amplificaron la presión sobre los Estados Unidos para poner fin al viejo sistema de inmigración por orígenes nacionales.
Los aliados en la Segunda Guerra Mundial y el Oeste durante la Guerra Fría se arriesgaban a perder el apoyo de los países del Tercer Mundo cuyos pueblos se encontraban excluidos por leyes de inmigración abiertamente racistas.
En América Latina, los políticos populistas e intelectuales denunciaron la larga historia de ocupación estadounidense y la diplomacia de los cañones.
En todo el continente, las elites latinoamericanas resintieron la mano dura de los políticos estadounidenses que los trataba como personas inferiores.
Y a pesar de que los gobiernos latinoamericanos discriminan a sus propias poblaciones no blancas, comenzaron a promover el nuevo concepto de "lucha contra el racismo "en casa y en el extranjero".
En 1952, el Presidente Harry Truman creó la "Comisión de Inmigración y Naturalización", que rindió un informe titulado:
"¿Quién Debe Ser Bienvenido".
Este informe se convirtió en la base intelectual para redactar la ley del 1965.
El mismo instó al Congreso a ponerle fin a la inmigración por "cuotas y orígenes nacionales", y sobre todo a eliminar lo que el informe llamaba "disposiciones racistas" que discriminaban a los asiáticos y a los negros del Caribe.
Los argumentos legales del informe estuvieron basados en la "fe democrática de la Declaración de Independencia de la igualdad de todos los hombres", y en la conclusión de que "la evidencia científica disponible en la actualidad", mostraba que el sistema anterior era "básicamente racista y no válido".
Johnson firmó la Ley de inmigración a los pies de la Estatua de la Libertad el día 3 de octubre del 1965.
La nueva ley prohibió la discriminación en la emisión de visas de inmigrante basándose en la "raza, sexo, nacionalidad, lugar de nacimiento, lugar de residencia," con algunas excepciones importantes.
Se impuso un límite anual de 170,000 visas para los inmigrantes del hemisferio oriental, con un tope por país de 20,000.
También impuso un nuevo límite a los inmigrantes de los países independientes del Hemisferio Occidental de 120,000 visas anuales, con excepción de los
cónyuges, hijos menores y padres de los ciudadanos estadounidenses adultos, que quedaban exentos de los nuevos límites.
El resultado ha sido espectacular.
La participación europea y canadiense de los inmigrantes legales disminuyó relativamente rápido del 60 por ciento en la década del 1950 al 22 en la década del 1970.
La participación de Asia aumentó del 6 por ciento en la década del 1950 al 35 en la década del 1980 y al 40 en el 2013.
La diversidad demográfica de la población de Estados Unidos de hoy en día en muchos aspectos es el resultado directo de esa legislación del 1965.
Las proyecciones futuras establecen que la población de Estados Unidos ya no será de mayoría blanca, sino Latina tan pronto cómo para mediados de este siglo.
En mi opinión ese es el efecto más profundo de la legislación del '65.
Siempre es muy difícil predecir las consecuencias de los cambios políticos que se diseñan en Washington.
Algunos pueden ser beneficiosos; otros pueden hacer daño, pero su impacto es a menudo imprevisto e imprevisible.