Por Aníbal E. Melo
Los burócratas que trabajan para el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos en los puertos de entrada tienen poderes increíbles.
Los nativos no saben nada acerca de ese enorme sistema horroroso y de cómo trata a muchos extranjeros porque nunca lo experimentan en carne propia.
Pero cuando de inmigración se trata, ese laberinto de burocracia deja a muchos con la boca abierta.
El poder arbitrario ejercido por esos burócratas es aterrador.
Repasemos un poco la historia.
Durante los primeros 100 años de existencia de este país se tuvo cero restricciones de inmigración.
Todos estaban invitados a venir - y esa invitación condujo a la creación de la sociedad más próspera que la historia del mundo jamás haya conocido.
En su mayor parte, todo el mundo era libre de moverse alrededor de la tierra - y esto creo, es la esencia misma de la libertad.
Hoy en día, tenemos una prohibición efectiva sobre la inmigración.
Usted no puede venir a los Estados Unidos a vivir y trabajar legalmente a menos que tenga familia aquí, sea muy educado, o venga en calidad de refugiado.
Aparte de eso, las barreras a la inmigración legal son bien fuertes.
La espera para obtener una Visa de trabajo es increíblemente larga, y la gente proveniente de los centros de población más grandes del mundo ni siquiera son elegibles.
Mientras tanto, el Gobierno gasta $18 mil millones al año para detener la inmigración - más que todas las otras agencias federales de aplicación de la ley penal combinadas.
Ese es un dinero gastado para impedir que la gente pueda intercambiar libremente trabajo por dinero, no por causa del terrorismo.
Que todo es un fracaso masivo lo revela la existencia de alrededor de 11 millones de inmigrantes indocumentados que residen en este país, más medio millón que son detenidos al intentar cruzar la frontera cada año - sin duda sólo una fracción de los que logran pasar.
Mientras tanto, este es un tema de gran debate entre personas que juran apoyar un "gobierno limitado".
Muchos que dicen querer "libertad" parecen no tener ningún problema con las consecuencias de una política de fronteras selladas:
Tarjeta Nacional de Identidad, permisos de trabajo, vigilancia gubernamental total, acoso laboral a las empresas, creación de una cultura de "papeles por favor", deportaciones masivas, decenas de miles de millones en gastos, burócratas que derrumban el sueño americano, familias rotas, derechos de los estadounidenses y de los extranjeros transgredidos, etc.
En este ambiente de histeria política, en la que la forma más rancia de miedo racial ha levantado la cabeza, pocos se atreven a ponerse de pie y luchar por otra alternativa: abrir aún más las fronteras.
Sólo la frase hace que la gente entre en estado de shock, e inmediatamente las objeciones comienzan a volar:
Que los salarios caerán, que el bienestar social va a explotar, que la gente va a votar por el partido equivocado, que habrá confusión cultural, que el idioma nacional ya no será el inglés, que el crimen se elevará, etc.
Pero mientras más estudiamos el asunto, más esas objeciones se caen.
La verdad es que los inmigrantes causan menos delitos que los nativos.
Que la inmigración no es la causa del desempleo.
Que los inmigrantes no consumen más beneficios públicos que los nativos.
De hecho, son los que han mantenido los servicios de la Seguridad Social a flote, a pesar de que nunca consiguen ni un solo centavo del sistema.
No aman la libertad menos: por naturaleza son más libertarios.
Pero, al parecer, cuando se trata de inmigración, los hechos no importan.
Y en cuanto a los valores y los derechos humanos, olvidémonos.
En mi opinión, la restricción total de la inmigración por otros motivos que no sean la "guerra contra el terrorismo", es un ataque fundamental a los derechos de al menos dos partes: las empresas que quieren contratar y las personas que quieren venir a trabajar.
Es una interferencia que restringe el libre intercambio económico, al igual que cualquier otra restricción arbitraria en el comercio.
Y es exactamente el mismo tipo de miedo que el que hace que las personas se opongan a la libertad matrimonial, la reducción de los impuestos, la eliminación de los aranceles, ObamaCare, la privatización de la TSA, la eliminación de las leyes de zonificación, la reducción del gasto público, el derecho al aborto, y así sucesivamente.
Es que la gente le teme a la libertad misma.
Una vez que la libertad desaparece, es difícil imaginar cómo las cosas funcionarían de otra manera.
La noción de libertad asusta a mucha gente, y se les hace fácil pensar en mil escenarios diferentes en los que está, supuestamente, no puede funcionar.
Seguramente un desastre sobrevendrá, dicen.
Ese fue precisamente el problema que provocó la extensión de la prohibición del alcohol en los años '30 del Siglo pasado.
El sistema no estaba funcionando, pero la perspectiva de hacer el consumo y la producción legal de nuevo provocó una especie de pánico.
¿Se llenarán las calles de borrachos?
¿Desperdirciará la gente sus ingresos escasos en licor?
Se romperán las familias?
La falta de imaginación con respecto a cómo puede funcionar la" libertad total" en el ámbito de la inmigración puede ser resuelto, echándole un vistazo a lo que ha sucedido con un experimento de esa naturaleza realizado por 28 países que históricamente habían estado en guerra desde hace miles de años.
Todos con idiomas, religiones y diferentes costumbres.
Hace veinte años, con el "Acuerdo de Schengen", abrieron todas sus fronteras, y cualquiera de los residentes de cualquiera de los países puede vivir y trabajar en cualquier lugar.
Ellos pueden viajar libremente, y tienen un sólo pasaporte.
Sin burocracia que detenga su libertad de circulación y de trabajo, los resultados han sido espectaculares.
Es el mayor experimento de fronteras completamente abiertas que el mundo ha visto.
Se llama la Unión Europea.
Y funciona. Porque?
Porque apunta hacia lo ideal.
Un mundo en el que todos son libres de moverse sobre la tierra sin temor a que una pistola, una pared, o un alambre de púas lo impida.
No hay que temerle a la libertad de movimiento, ni al libre comercio.
Recordemos lo que dijo Ludwig Heinrich Edler von Mises (1881-1973), economista austríaco de origen judío, historiador, filósofo y escritor que tuvo una influencia significativa en el moderno movimiento libertario:
"Sin el restablecimiento de la libertad de la migración en todo el mundo, no puede haber una paz duradera."