domingo, 5 de febrero de 2012

Reforma de Inmigración y Maldición del Segundo Mandato

                                                                                                         
Por Aníbal E. Melo

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Desde los orígenes de la República, todos los presidentes reelectos han visto más frustraciones y menos triunfos notables en el segundo período que en el primero.

La historia nos dice que a menudo el segundo mandato esta plagado de escándalos para incluso los presidentes más admirados, incluyendo a George Washington, Thomas Jefferson, James Madison, Grover Cleveland, Woodrow Wilson, e incluso Franklin Delano Roosevelt.

Héroes republicanos como Dwight Eisenhower y Ronald Reagan sufrieron grandes escándalos en su segundo mandato, así como pérdidas devastadoras del Congreso frente a los demócratas.

Peor aún, son los casos de Richard Nixon, quien tuvo que renunciar en desgracia a medio camino de su segundo mandato, mientras que Bill Clinton protagonizó un juicio político.

Más recientemente, George W. Bush se desacreditó completamente en su segundo mandato.

Abraham Lincoln y William McKinley (dos presidentes populares que dirigieron a la nación victoriosamente en grandes guerras) nunca tuvieron un segundo mandato, ya que ambos fueron asesinados antes de la toma de posesión.

La maldición del segundo mandato se debe en parte a la influencia disminuida de los presidentes reelectos.

Incluso antes de la Enmienda 22, en el 1951, los jefes ejecutivos (con la única excepción de Franklin D. Roosevelt) observaron el tradicional límite de dos mandatos, lo que significa que su capacidad para castigar a los enemigos o recompensar a sus amigos parecía mucho menos formidable en una segunda oportunidad.

Inevitablemente, en su segundo mandato los presidentes se ven maniatados por sus propios partidos, y por sus posibles sucesores.

Por otra parte, cualquier presidente llega fisicamente agotado al segundo mandato, por lo que la falta de energía por lo general caracteriza sus ultimos capítulos en la Casa Blanca.

Al igual que con los éxitos de taquilla de cine, las secuelas suelen ofrecer ya sea una repetición pálida de lo que lo hizo popular, o bien encabeza una gestión insatisfactoria.

Teniendo en cuenta el invariable patrón de menor eficacia de los presidentes reelectos, ¿Cómo podemos los defensores de los inmigrantes, creer que Obama romperá con dicha maldición y que veremos una reforma migratoria, si el electorado le renueva su contrato de arrendamiento de la Casa Blanca?

El presidente ha dicho que los republicanos son intransigentes, y radicales en este tema.

El Partido Republicano ha respondido a este argumento señalando que en sus primeros dos años el presidente disfruto de mayoría en ambas cámaras del Congreso y mal uso ese poder, utilizandolo en el paquete de estímulo y en el mal llamado "ObamaCare".

La campaña de Obama sólo puede ganar de nuevo el voto de los hispanos haciendo hincapié en lo odiosos que son los republicanos anti-inmigrantes de derecha, ya que a mi juicio no puede pregonar su propio logro en el tema migratorio en este primer término.

La batalla que se avecina sólo exacerbará la amargura actual de la población, ya que Barack Obama tendrá que ser más feroz de lo habitual por los factores negativos inevitables que se aplican en las luchas electorales de reelección.

Los políticos que argumentan la necesidad de que el presidente sea reelecto tienen que defender el difícil caso de que su candidato va a completar su promesa original dando lugar a una secuela más optimista – que solo fue un retraso lo de la entrega de la esperanza y el cambio.

Y aquellos que consideran que el primer mandato de Obama ha sido un desastre, y que se sienten decepcionados, diran que todos nos enfrentamos a un futuro sombrío en caso de un posible segundo mandato: que no hemos visto nada malo todavía.

Con una mayoría de hispanos diciendo que creemos que el primer mandato de Barack Obama ha estado equivocado respecto al tema de inmigración, los partidarios de su reelección deben prometernos que los otros cuatro años representaran una gran mejora.

Pero para mantener esa promesa el presidente debe superar la "maldición del segundo mandato", que constituye una de las reglas de hierro de la presidencia de Estados Unidos.