viernes, 17 de febrero de 2012

Los Inmigrantes: Los Demás, De Los Demás

                                                                                                         
Por Aníbal E. Melo

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Como la mayoría de las verdades, no nos gusta que alguien nos recuerde la falsedad de nuestro propio mundo. El nuestro, es el verdadero.

Desquiciados, falsos, ilusorios, excéntricos, son los mundos de los otros.

Mi intención no es tomar parte en el debate sobre cómo y por qué se producen tensiones entre los ciudadanos de un país y los extranjeros.

Para la indignación personal contra los extranjeros y para su rechazo, a los anti-inmigrantes sólo les basta con unos pocos contactos superficiales o hasta con unas simples observaciones indirectas.

¿Sabe usted que antes en Italia, eructar después de las comidas se consideraba un cumplido a una buena comida? Hoy no es asi.

Quizás no sea tan conocido, pero entre los japoneses es signo de cortesía chasquear con la lengua.

¿Sabe usted que en América Central es mal visto el que indica la estatura de una persona poniendo la mano de forma horizontal? Allí, con ese gesto sólo se puede indicar la altura de un animal.

Ya que estamos en América Latina, seguramente habrá oído hablar usted del Latín Lover.

En el fondo es inofensivo y su forma de obrar está perfectamente de acuerdo con el estilo de sociedad de América Latina, considerablemente estricto.

Como allí, en la llamada alta sociedad, se han puesto unos límites rigurosos a ciertas conductas, el Latín Lover puede permitirse ser enamoradizo, lo que corresponde perfectamente a la conducta ardiente y sensual, pero no dispuesta a verdaderas concesiones, de la belleza Latina.

No es extraño, que las bachatas sean nostálgicas y enaltezcan de una forma romántica el pesar del amor no realizado, imposible de alcanzar, la separación justo antes de la consumación del deseo y la delicia ahogada por las lágrimas de la última noche.

Después de haber escuchado algunos de estos cantos, un turista en Santo Domingo puede empezar a preguntarse si todos los dominicanos somos asi.

Pero si traemos a un Latin Lover a los Estados Unidos, le producimos un montón de problemas.

Por la fuerza de la costumbre, asaltará y enamorará a las bellezas de aquí, mas como éstas tienen unas normas de juego completamente distintas, son mucho más liberales, le van a tomar en serio.

Nuestro Don Juan no está preparado para eso, pues, según las reglas de su arte, ellas tienen que rechazarle o hacerle esperar hasta la noche de bodas.

Es fácil imaginarse las complicaciones de desengaño que surgen para las estadounidenses, damas impacientes, y para el propio supuesto gran varón.

Unos problemas parecidos suceden con los italianos, desde que las italianas se han emancipado en los últimos decenios.

Antes, el italiano podía ser tan fogoso como se creyera obligado por su condición de hombre.

El riesgo era escaso, pues se podía esperar que ella le rechazaría.

Una regla fundamental machista dice: Si me encuentro solo con una mujer, la que sea, más de cinco minutos y no la enamoro, ella va a creer que yo soy homosexual.

Comportarse de un modo varonil y apasionado según la costumbre no ofrece peligro sólo y cuando ellas adopten una actitud correcta y rechacen a uno con bondad maternal.

En Norteamérica, ellas le sonríen a los hombres.

Ello puede inducir a que hasta el más tímido se imagine que nos brindan amor a primera vista, y que se nos presenta una oportunidad muy particular.

Pero no. Sólo las reglas del juego son distintas.

Y es que la idiosincracia es distintiva y propia de un individuo o de una colectividad nacional, regional o étnica, de personas pertenecientes a un determinado grupo social.

Identifica claramente similitudes de comportamiento en las costumbres sociales, en el desempeño profesional y en los aspectos culturales.

El término idiosincracia, es utilizado comúnmente para identificar grupos de personas sin especificar los detalles que los relacionan entre sí. También se utiliza para enfatizar las diferencias entre personas de diferentes origenes y costumbres

¿A qué vienen estos comentarios?

Porque según esta receta, si uno toma su propio proceder como lo normal en todo momento y lugar, un proceder distinto realizado por los demás en una misma situación, puede parecer disparatado y estúpido.

Como dice la canción de Alberto Cortez:

Y olvidando que somos los demás, de los demás,
nos hacemos los sordos, cuando llaman los demás
porque son "tonterías" escuchar a los demás,
lo tildamos de "manía" al amor por los demás.