Por Aníbal E. Melo
Lo impensable, es impensable hasta que sucede.
Entonces, como la caída de Roma, puede parecer algo
históricamente inevitable.
Lo mismo ocurre con el terremoto político mundial que es la
elección de Donald Trump como el próximo Presidente de los Estados Unidos.
Si él es fiel a sus promesas de campaña, que fueron muchas e
imprudentes, su victoria anuncia la inversión más impresionante de la ortodoxia
política y económica de Estados Unidos desde el New Deal en la década del 1930,
pero con la intención y el efecto contrario.
Y es que este suceso, detiene la difícil y progresiva
narrativa sobre una América moderna y un mundo en el Siglo XXI en desarrollo y globalizado.
Este hecho señala una ruptura sísmica en el orden económico
y político liberal mundial dominado por Estados Unidos que parecía permanente
después de que el comunismo se derrumbó.
En ese sentido, el triunfo de Trump tiene ecos del cada vez
más alarmante cambio general hacia la derecha en la política de otras
democracias occidentales post-industriales, a las que los progresistas les han
dado respuestas inadecuadas.
El paralelo con el voto británico Brexit es obvio y real.
Por lo tanto, es el impulso adicional que necesitaban
los nacionalistas en muchas partes de Europa (Marine Le Pen se montó
rápidamente en el carro de Trump.)
El resultado de estas elecciones estadounidenses, será
lamentado por los liberales a través de América y más allá por mucho tiempo.
Pero animará a Moscú y Damasco, que se sentirán
envalentonados.
Esta no es una buena semana para ser Letón o Ucraniano, y
una horrible para ser opositor al gobierno de Siria.
El resultado es también un desafío generacional a las
políticas progresistas, que luchan contra un mensaje radical y creíble que los
elude en tantos países, no sólo en América.
La elección de Trump, es una catástrofe Americana, que
América se ha tirado sobre sí misma.
Ahora Estados Unidos deberá encontrar una forma de
lidiar con el Trump y lo que él representa.
Hillary Clinton falló tanto en venderse a sí misma, como en
lo que ofreció.
Para ella este es el final.
Pero ella es un síntoma, no la causa.
Por desgracia, Trump no fue tomado en serio por muchos ya que no esperaban
que le hiciera mella a Clinton durante la larga y amarga campaña.
En cada etapa, se consideró que su candidatura se
estrellaría y quemaría.
Las Encuestas de Opinión y los Calculos de Probabilidades
rara vez se orientaban en su dirección.
Sólo después de la intervención del Director del FBI, menos
de dos semanas antes de las elecciones, se imaginó ampliamente que las mesas
electorales podrían volcarse en favor de Trump.
Trump ganó en una elección en la que, si las encuestas de
salida estaban en lo cierto, la mayoría de las personas se decidieron por él
mucho antes de la ayudita que le dió James Comey.
Su victoria fue total.
Construida, más que nada, sobre el voto de los blancos,
independientemente del sexo, la edad o la educación. Y es que ellos en su
mayoría votaron por él.
Ha sido el trastorno politico más impresionante en la
historia moderna de los Estados Unidos.
Ganó la mayoría de los Estados en los cuales la campaña de
Clinton había invertido dinero - Ohio, Pennsylvania, Florida, Carolina del
Norte y Wisconsin – creando un camino hacia un Colegio Electoral Republicano
decisivo.
Que la mayoría se centró en los llamados Estados indecisos.
Que los habitantes de los grandes bastiones Demócratas de
las costas a menudo sólo ven lo que sucede a su alrededor.
No importó!
La marea roja llegó hasta el Norte, y muy profundamente al
rustbelt.
También se consolidó en el Sur.
Aunque el Sistema del Colegio Electoral amplificó la
victoria de Trump, la Sra. Clinton ganó el voto popular, como siempre lo han
hecho los Demócratas en cada elección desde el 1988.
Mientras tanto, los candidatos republicanos al Congreso que
habían intentado poner distancia entre ellos y su Candidato después de los feos
debates televisivos se encontran amontonando victories gracias al caballo de
Trump.
Los republicanos ganaron la mayor parte de sus escaños en
las carreras del Senado, y están saboreando la oportunidad de extender su
mayoría en el 2018, cuando los beneficiarios de la ola de reelección de Obama del
2012 enfrenten a los votantes nueva vez.
Previsiblemente, la Cámara de Representantes permaneció
firmemente en manos republicanas.
Por otro lado, Paul Ryan y sus lugartenientes tienen que
temerle más que a sus propias bases partidarias y que a los Demócratas, a
Trump, un hombre que quizás sea vengativo desde la Casa Blanca.
Para los Demócratas derrotados, este resultado es la suma de
todos los miedos.
Un Presidente Trump es una gran. Eso escucha todo el mundo.
Y ahora que ha ganado, las explicaciones ya han comenzado:
Que la movilización (o no) de tal o cual demografía fue
decisiva;
Que él capitalizó el enojo con el establecimiento;
Que le habló a los millones de votantes que se sentían
abandonados por los prósperos y los progresistas;
Que el nativismo americano siempre fue mucho más fuerte de
lo que los liberales querían pensar;
Que él gano porque era una celebridad;
Que él hablaba sobre política con la verdad;
Que el lema “volver a hacer grande a América” es un mensaje
efectivo en una nación militarista e imperial;
Que los hombres blancos (y muchas mujeres) lo entienden
políticamente;
Que la misoginia se sacudió;
Que los principales medios de comunicación lo subestimaron;
Que es un veredicto contra Barack Obama;
Que Clinton siempre fue una candidata floja;
Que hubo fraude en el sistema de votación;
Que fueron los rusos los que lo ayudaron a ganar.
Ninguna de esas explicaciones es irrelevante. Todas tienen
algo de verdad. Pero cuidado con la certeza instantánea.
Ahora, al igual que con Brexit, se abre un período de
cuidadosa recolección de evidencia y reflexión.
Esto para nada disminuye la inmensa seriedad de lo que
ocurrió el pasado martes.
Tampoco trato de subestimar las ansiedades sobre lo que está
por venir mientras Obama se va y Trump asume el control.
A mi modo de ver, cuatro temores específicos se destacan:
El primero es el desencadenamiento de una Agenda
Conservadora desenfrenada en Washington, ahora que los Republicanos controlan
la Casa Blanca y el Capitolio juntos, algo raro en los últimos cien años.
En su discurso de concesión, Clinton hizo hincapié en la
necesidad de defender los valores democráticos, y llamó la atención sobre los
legados del Presidente Obama: Seguro de
salud y cambio climático.
Por otro lado, Trump y los republicanos del Congreso tienen
grandes diferencias. Él está más dispuesto a utilizar el poder del Gobierno
Federal que muchos de ellos.
Pero hora tienen un camino claro para reformar la Corte
Suprema y decenas de tribunales judiciales de nivel inferior a su propia
imagen.
Y es muy probable que el tema de la raza, de género y las
cuestiones de igualdad sexual sobrevivan al mandato de Trump, pero la guerra
cultural volverá a abrirse.
El derecho al aborto está seriamente amenazado.
El segundo es el impacto de este resultado sobre la raza en
América.
Trump hizo campaña contra los inmigrantes y contra los
musulmanes.
Insultó a los negros y a los latinoamericanos.
Lanzó anuncios que algunos consideraban secretamente
antisemitas.
Y fue ayudado para lograr su victoria por todos los racistas
blancos del pais.
Sus votantes querrán que él actue.
Y cada acción que él tome en esas áreas dividiran e
inflamaran los animos.
Después de medio siglo de progreso racial desigual pero
innegable en América, las consecuencias de cada intento de retroceder el reloj
podrían ser desastrosas.
El tercer temor es si Trump tiene algún plan económico que
favorezca a algunas de las comunidades pobres que le dieron sus votos tan
sólidamente.
Trump se relaciona con la ira que muchos votantes pobres y
blancos sienten.
Pero, ¿qué puede hacer realmente al respecto?
¿Qué es lo que les preocupa de la mayoría de los
republicanos en el Congreso?
Trump puede intentar construir la pared fronteriza de que
tanto habla. Eso complacerá a sus partidarios.
Pero es difícil ver cómo puede devolver a la vida viejas
minas, molinos y fábricas.
Muchos estadounidenses se sienten abandonados y
decepcionados.
Sin embargo, Trump está jugando con fuego si, al final, se
hace evidente que ha utilizado sus ansiedades para ganar nuevas ventajas para
la clase urbana y rica a la que pertenece.
El temor final, sin embargo, es de todo el mundo.
La victoria de Trump significa incertidumbre sobre la
estrategia exterior norteamericana en
un mundo que ha dependido durante mucho tiempo de Estados Unidos para la
estabilidad.
La facilidad de Trump para desestabilizarse emocionalmente
es casi ilimitada.
Y sus políticas militares, diplomáticas, de seguridad,
ambientales y comerciales tienen la capacidad de cambiar el mundo para lo peor.
Los estadounidenses han hecho algo muy peligroso esta
semana.
Y debido a lo que han hecho el mundo enfrenta tiempos
oscuros, inciertos y temerosos.
Amen!