AnibalMelo@Yahoo.com
La elección presidencial del 2012 me lleva a plantearme dos preguntas.
Una es: ¿Cómo es que el Partido
Republicano pudo poner a alguien en la boleta presidencial que tan
descaradamente personifica los excesos de un "capitalismo de
casino" que casi ha destruido la economía y abrumado la
democracia estadounidense?
Otra es: ¿Porqué Obama y los
demócratas no denunciaron eso con más fuerza?
Durante la campaña Obama criticó a
Mitt Romney por sus años frente a "Bain Capital", pero
nunca lo conectó abiertamente con la plaga más grande del
capitalismo moderno.
Es sorprendente que toda la crítica a
Romney y al Partido Republicano, se haya quedado en un "él dijo
que... y yo digo que".
El problema real no es la historia
personal de Mitt Romney, sino lo que él representa.
Bain Capital al igual que JPMorgan
Chase, MF Global y Goldman Sachs, por mencionar a algunas, son parte
de un sistema que ha convertido a la economía del mundo en un salón
de apuestas que casi implosionó en el 2008, destruyendo millones de
puestos de trabajo y los ingresos de millones de hogares.
Los ganadores de ese sistema son los
ejecutivos de Wall Street, los empresarios, y los administradores de
fondos de capital privado.
Los perdedores somos la mayoría.
Este sistema es en gran parte
responsable de que la mayor concentración de los ingresos de la
nación y de la riqueza sea el más alto desde el siglo XIX.
Hoy en Estados Unidos, existen 400 estadounidenses super-ricos que poseen una fortuna igual a la detentada por 150 millones de personas sumadas.
Hoy en Estados Unidos, existen 400 estadounidenses super-ricos que poseen una fortuna igual a la detentada por 150 millones de personas sumadas.
Estos multi-millonarios y billonarios
intentaron activamente comprar el resultado de las elecciones del
2012 y con ello, la democracia estadounidense.
Los principales actores de ese sistema,
como Romney, hacen sus apuestas con el dinero de otros.
Si las apuestas van bien, ganan.
Si van mal, les cargan el dado a los
trabajadores y a los contribuyentes.
Las fortunas recaudadas por los
negociantes financieros dependen de golosinas especiales establecidas
por ley en el Código Tributario, como por ejemplo, las que le
permiten a Romney y a sus socios el tratar su ingresos como
"ganancias de capital," mismas que tributan a un máximo de
15 por ciento.
Así es como Romney logra pagar un
promedio de 14% sobre ingresos estimados en más de $42 millones de
dólares, lo que no hace sentido económico para la nación.
Los conservadores tratan de justificar
la preferencia generosa del código de impuestos a las ganancias de
capital como una recompensa a quienes corren riesgos.
Pero Romney y otros que invierten en
capital privado, corren pocos riesgos, por lo menos de su fortuna
personal.
Apuestan con dinero de otros
inversionistas, incluyendo los ahorros de pensión de los
trabajadores de la clase media.
Otra parte de la ley de impuestos, le
permite a los socios de capital privado el colocar casi cualquier
cantidad de sus ganancias en una cuenta de impuestos diferidos o,
IRA, mientras que al resto de nosotros se nos limita a unos pocos
miles de dólares al año.
Romney por ejemplo, puede valorar
cualquier parte de su inversión, incluso en cero, debido a que el
Código Tributario considera que las participaciones en las
sociedades sólo tienen valor en el futuro.
Eso explica porque el IRA de Romney es
de más de $100 millones.
El Código Tributario subsidia el
capital de Romney y de gran parte del resto del sector financiero,
haciendo que los intereses de sus deudas sean deducibles de los
impuestos.
Estas maniobras cambian todo el riesgo
económico hacia los empleados, que muchas veces no pueden pagar lo
que deben.
Eso es rara vez un problema para los
inversionistas financieros que tienen carteras lo suficientemente
diversificadas para soportar algunas pérdidas, o para los que ya han
tomado sus ganancias.
Esto causa estragos en las vidas de las
personas promedio ya que cuando las compañías para las que trabajan
no pueden cumplir con el pago de sus salarios, estos pierden sus
casas, sus automóviles y agotan sus ahorros.
Tardó más de una década para que
Estados Unidos se recuperase de la Gran Depresión del 1929, y pasarán muchos años para poder
recuperarnos totalmente de la terrible crisis financiera del 2008.
Romney fundó "Bain Capital"
en 1984, y pronto la convirtió en una empresa financiera lucrativa
cuya misión era hacer grandes cantidades de dinero lo más
rápidamente posible.
Del 1980 al año 2007, las ganancias
del sector financiero representaron las dos terceras partes de todo
el crecimiento económico del país.
Al mismo tiempo, los salarios de la
mayoría de los estadounidenses se estancaron ya que los empleadores,
bajo la creciente presión de Wall Street y de firmas de capital
privado como Bain Capital, recortarón las nóminas y enviarón los
empleos hacia el extranjero.
El año 2008 sólo interrumpió
brevemente dicha bonanza.
Según un análisis de "Bloomberg
Markets", del año 2011, los directores financieros de las
cincuenta principales compañías de Estados unidos, vieron aumentar
sus salarios en un 20.4%, en la medida en que los salarios de la mayoría
de los estadounidenses se desplomaban.
De acuerdo con Bloomberg, Romney ganó
millones ese año.
Y es, que hemos entrado en una era de
oro, de la cual Mitt Romney es un reflejo perfecto.
La Era de Oro original fue un momento
de dinamismo de hombres ricos, furiosas riquezas y un desdén por
cualquier persona que no tenía características agresivas.
A Romney le encaja ese papel a la
perfección.
Sin darle mente, desafió a un oponente
a una apuesta de $10,000 y habla de los varios Cadillacs propiedad de
su esposa.
Hace cuatro años pagó $12 millones
por su cuarta casa.
Una Villa de 3,000 metros cuadrados en
La Jolla, California, con techos abovedados, cinco baños, una
piscina, un jacuzzi y vista sin obstáculos al Mar Pacífico.
Romney tiene planes para derribarla y
sustituirla por una casa cuatro veces más grande.
Hemos tenido presidentes ricos antes,
pero todos han sido traidores a su clase:
- Teddy Roosevelt, peleó contra los "ladrones de gran riqueza".
- Franklin Roosevelt, contra los "monárcas económicos".
- John F. Kennedy, apeló a la conciencia de la nación para vencer la pobreza.
Romney es lo contrario.
Queria hacer todo lo posible para que
los super-ricos fuesen aún más ricos y los pobres aún más pobres.
Justifica todo con un darwinismo social
velado.
No es casual que el darwinismo social
fue también la filosofía reinante de la era dorada original,
impulsada en los Estados Unidos por William Graham Sumner, un
profesor de ciencias políticas y sociales de la Universidad Yale,
que torció las ideas de Darwin para convertirlas en una teoría que
justifica la desigualdad de la época de bronce: La supervivencia de
los más aptos.
Romney utiliza la misma lógica cuando
acusa al Presidente Obama de crear una "sociedad de mendigos",
simplemente porque millones de estadounidenses desesperados se han
visto obligados a aceptar cupones de alimentos y seguro de desempleo.
O cuando opina que el gobierno no
debería ayudar a los propietarios de viviendas en dificultades, sino
dejar que el mercado "toque fondo".
O cuando propone con entusiasmo un
presupuesto republicano que reduciría 3.3 billónes de dólares de
los programas de ayuda a las personas de más bajos recursos en la
próxima década.
Es la misma visión de "la
supervivencia del más apto" del señor Sumner, quién advirtió
en contra de la gente pobre que calificaba de "negligentes,
indolentes, ineficaces, tontos e imprudentes".
Cuando Romney, propone reducir los
impuestos de las familias que ganan más de $1 millón de dólares al
año porque supuestamente son los "creadores de empleos",
imita la visión de Sumner de que "los millonarios son producto
de una selección natural, y que deben ser preferenciados ya que
cumplen el rol de realizar grandes funciones."
En verdad, todo el derrame republicano
sobre la economía no es más que un renacido darwinismo social.
La primera Era de Oro, fue también la
última vez que Estados Unidos estuvo a punto de convertirse en una
"plutocracia", un sistema de gobierno de, por y para los
ricos.
Fue una época en que los lacayos de
los muy ricos, literalmente, ponían sacos de dinero en los
escritorios de legisladores maleables.
Los senadores llevaban los apodos de
las grandes compañías cuyos intereses servían, y los reyes de las
finanzas decidian cómo la economía estadounidense debía de
funcionar.
El potencial de una gran riqueza en
manos de unos pocos respecto de las instituciones democráticas fue
siempre una preocupación constante en el siglo XIX, en la medida que
los magnates del ferrocarril, del petróleo y del sector financiero
acumulaban poder.
"La riqueza, como el sufragio,
debe ser distribuida considerablemente, para poder apoyar la
democracia", escribió John Taylor, congresista de Virginia en
1814, "por lo que una proporción considerable de riqueza en muy
pocas manos, la destruirá... La mayoría debe tener riqueza o perder
el poder".
Décadas más tarde, Louis Brandeis,
abogado litigante, Juez de la Corte Suprema de Justicia, y defensor
del derecho a la privacidad, dijo crudamente: "Podemos tener
democracia; podemos tener riqueza concentrada en manos de unos pocos;
o podemos tener ambas cosas a la vez."
Las reformas de la Era Progresista de
comienzos del siglo XX salvaron la democracia norteamericana en aquel
momento, pero hoy el poder político de la gran riqueza ha resurgido
de nuevo con fuerza.
Y he aquí a Mitt Romney, muchacho
elegido para defender al cartel de los super-ricos.
Hasta ahora, el Congreso ha fracasado
en eliminar absurdas lagunas fiscales, por causa de las generosas
donaciones de dinero dadas a los políticos por parte de empresas
como Bain Capital y otras.
En las elecciones del 2012, Romney no
sólo le prometió a los ricos bajarle sus impuestos a cambio de
donaciones de dinero a su campaña, sino que también prometió que,
si era elegido, iba a derogar lo que quedaba de la "Ley
Dodd-Frank" intento de reforma financiera para tratar de impedir
que se repitiese la crisis del 2008.
A diferencia de elecciones anteriores,
en las que los donantes se cubrían las espaldas donando a ambas
partes, ahora los super-ricos le dieron la mayor parte de su dinero a
Mitt Romney.
Y gracias a la Corte Suprema que parece
decidida a magnificar el poder político de los ricos barones de hoy,
se puede donar un montón de pasta.
Quiero aclarar, que no creo que Romney
sea peor que cualquier otro capitalista de casino de esta nueva Era
Dorada. Es igual.
Muchos super-ricos justifican sus
crecientes riquezas, en un momento de gran empobrecimiento del resto
de la población, con explicaciones muy similares a las dadas por los
defensores del darwinismo social.
En Estados Unidos, un número
significativo de super-ricos, han transformado sus ganancias en
escudos para proteger sus apuestas sin restricciones y mantener sus
preferencias fiscales, mismas que a su vez alimentan sus fortunas aún
más.
Wall Street ya casi ha destripado la
"Ley Dodd-Frank", convirtiéndola en un queso suizo de
lagunas y exenciones.
Romney es un capitalista de casino que
fue candidato a Presidente, en el mismo momento en que la historia de
la nación nos enseñaba que sus puntos de vistas son un peligro
claro y presente para el bienestar de los más pobres y de la clase
media.
Romney dice que es un hombre de
negocios que crea empleos, pero en realidad es sólo un gato gordo,
en una era de felinos excesivamente corpulentos.
Un plutócrata que vive en esta
nueva época de plutócratas.
Que el Partido Republicano haya hecho
de él su abanderado en este momento de la historia de América es
asombroso.
Así que me alegra que los votantes
demócratas conectasen los puntos.
Y es que Romney no pudo vender la
idea de admiración hacia los negociantes
financieros.
Hoy, casi tres cuartas partes de los
estadounidenses creen que a "Wall Street sólo le importa ganar
dinero para sí mismo."
Eso no es sorprendente, dado que muchos
todavía tenemos las cicatrices del 2008.
Una de las grandes razones por las que
Romney perdió las elecciones el pasado 6 de noviembre, es porque los
estadounidenses no están satisfechos con la acual concentración del
ingreso y de la riqueza.
Las elecciones demuestran que la
mayoría quiere que se recaude más
impuestos de los ricos y una mayoría se opone a los rescates,
subsidios y exenciones fiscales especiales con las que han acolchado sus nidos.
Sospecho que una razón profunda para
la reticencia hacia la boleta Romney/Ryan, es que los votantes descubrieron que Romney es el epítome de lo
que está fundamentalmente mal en la economía de ellos.
Pienso que los votantes reconocieron
que la catástrofe económica que tenemos ahora, que causa tanto
sufrimiento a tanta gente, tiene en su raíz y es culpa, entre otras, de
los incentivos fiscales perversos dadoos en favor de los capitalistas de
casino.
Espero que Obama se proponga revertir
esta tendencia y sea lo suficientemente valiente como para hacer el
trabajo.
El tiempo dirá si el Presidente, y el
Partido Demócrata tuvieron el coraje y la imaginación de hacerlo.