viernes, 23 de septiembre de 2011

La Inmigración Conlleva Una Enorme Cantidad De Pérdidas

                                                                                             
Por Aníbal E. Melo

AnibalMelo@Yahoo.com


 

"Deseo y anhelo continuamente irme a mi casa y ver el día de mi vuelta".

Ulises en La Odisea, Siglo VIII A. C.


Homero
La Odisea es un poema épico griego, atribuido al poeta Homero. Se cree que fue escrito en los asentamientos que Grecia tenía en la actual Turquía, y narra la vuelta a casa del héroe Odiseo (Ulises en latín) tras la Guerra de Troya.


Ulises tarda veinte años en regresar a la isla de Ítaca, donde poseía el título de rey, período durante el cual su hijo Telémaco y su esposa Penélope toleraron en su palacio a los pretendientes que buscaban desposarla, al mismo tiempo que consumian los bienes de la familia.


El poema es, junto a la Ilíada, uno de los primeros textos de la literatura occidental.


Cuando algun inmigrante lee La Odisea, inmediatamente empieza a pensar en el fenómeno de la inmigración desde una perspectiva individual, centrándose especialmente en la persona, en los sufrimientos que comporta dejar su tierra de origen e intentar integrarse en un país de acogida en ocasiones poco hospitalario.


La Iliada y La Odisea
Creo que muchos anti-inmigrantes, no siempre tienen en cuenta los sufrimientos, los temores y las pérdidas de cada inmigrante como ente individual.


La lectura de La Odisea, acerca a la realidad de los inmigrantes, y hace visible los avatares de las personas en su proceso de adaptación, de integración a lo nuevo y a lo dejado atrás.

 
Y me pongo a pensar que estos poemas, se insertan en el marco de las distintas modalidades de duelo que quien suscribe, ha visto desde hace algunos años en el ámbito profesional del trabajo en la Oficina de Abogados de Inmigración.


En el contacto con personas indocumentadas, que sufren pérdidas significativas, he podido aprender lo difícil y complejo de todo este proceso, al cual estamos sometidos todos los inmigrantes. 

   
En la realidad estadounidense, apenas hay estudios sobre este fenómeno.



Al hablar de duelo migratorio, hago referencia a la pérdida que sufren las personas que se ven abocadas a abandonar su país y a emigrar a otro para buscar un futuro mejor.


Realmente este tipo de duelo es aplicable no sólo a las situaciones de emigración motivadas por precariedad económica y condiciones de subsistencia, sino también a aquellos inmigrantes que tienen que salir del territorio de donde nacen por motivos de violencia, guerras o persecución.


En todos los casos, a las condiciones del desplazamiento, precariedad y rechazo en el país de destino,  se suma la pérdida extraordinariamente significativa de los vínculos con su tierra y con las gentes que les vieron crecer.


Todo esto no es un fenómeno nuevo, es tan antiguo como el hombre mismo, en la medida que éste se ve atrapado entre dos deseos polarizados: La necesidad de conocer y explorar nuevos territorios y el deseo de echar raíces y afincarse en su lar nativo.


En muchas ocasiones, antes de la partida, el emigrante suele idealizar el destino. Pero al llegar no todo es como se imaginaba.


Se encuentra frecuentemente con condiciones difíciles de vida, con problemas para encontrar trabajo, de regularización, de vivienda, idioma, presiones externas, dificultades de adaptación, rechazo, exclusión, etc.


Nostalgia del Inmigrante
Todo esto dificulta la aceptación de la nueva situación, lo que provoca que empiece a extrañar su país de origen.


Y es que cualquier proceso migratorio entraña cambios muy drásticos.


Todos esos cambios están llenos de ganancias y pérdidas. De riesgos y beneficios.


Enterrar las pérdidas no se resuelve sólo con tener un buen trabajo y una situación legal estable.


Por supuesto, si los beneficios superan las pérdidas, el duelo resulta menos dificultoso, por cuanto el inmigrante reduce sus sufrimientos con aquello que está logrando.


En muchas ocasiones el inmigrante sobredimensiona e idealiza su país de origen, cultivando una  nostalgia que le sirve como refugio y resistencia protectora frente a las agresiones del nuevo medio. 


No se trata de una conservación de sus raíces, sino que el inmigrante nostálgico retrasa la reestructuración de su nueva vida, en la medida que prolonga sus duelos.


Si las circunstancias de acogida son favorables, la nostalgia de lo perdido se contrarresta con el logro de las metas, y el inmigrante se siente dueño de su libertad y capaz de controlar su destino.


Sin embargo, cuando  se prolongan las incertidumbres y la inseguridad, la nostalgia aflora de manera más viva debilitando el proyecto de amar a su nueva tierra, y el sufrimiento del día a día se le hace cada vez más insoportable.


Pienso que millones de seres humanos indocumentados que viven en estados Unidos se han vuelto nostalgicos y tristes.



Lloran, tienen cambios de humor, sentimientos de culpa, ideas de muerte, somatizaciones y desórdenes psíquicos.


Y eso, que muchos anti-inmigrantes, dicen ser Cristianos. Hay que tener más compasión por el prójimo.


Los nativistas deben prácticar el mensaje de Cristo y, sumarse al carro del Amor que representa decir SI, a las reformas de las leyes de inmigración en Estados Unidos.


Amén!