Aníbal E. Melo
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En un Memorandum del año 2005, el
estratega del GOP Frank I Luntz, capturó perfectamente los
puntos de discusión invocados hoy día por la ultra derecha para
matar la reforma de inmigración.
En su nota, les dió las siguientes
instrucciones: "refieranse siempre a las
personas que cruzan la frontera indocumentados como "inmigrantes
ilegales" -NO solamente como "ilegales".
Ese fue el despertar para los
republicanos, del peligro a largo plazo que enfrentan, si siguen
demonizando a todos los inmigrantes por igual: perder el voto latino.
En la década transcurrida desde los
ataques del 11 de septiembre ha habido un aumento constante en el
lenguaje que enmarca a los inmigrantes no autorizados como un
problema de tipo criminal.
Las referencias "ilegales",
"inmigrantes ilegales" y otras variantes retóricas han
dominado el discurso de los dos principales partidos políticos, así
como la cobertura de los medios.
Y siempre se ha creado un desequilibrio
notable y creciente, sobre todo en los momentos claves de los debates
sobre la reforma migratoria.
Entre el 2006 y el 2007, por ejemplo,
año en el que el Congreso protagonizó una batalla campal sobre la
reforma migratoria, el "New York Times" publicó 1,483
artículos en los que las personas fueron etiquetadas como "ilegales"
o "extranjeras".
En sólo 171 artículos se utilizó los
adjetivos "sin documentos" o "no autorizados."
Ese desequilibrio no es casual.
A raíz del 9/11, en Estados Unidos la
política de inmigración se ha vuelto más candente y los estrategas
de ambos partidos han empujado a sus líderes hacia un marco punitivo
respecto de la discusión del tema.
Los republicanos lo han hecho con el
objetivo de unir a su base y los demócratas han cambiado la retórica
con la esperanza de hacer que sus propuestas de reforma sean más
aceptables para los centristas.
Pero hasta la fecha, el verdadero
resultado ha sido el mover el centro político siempre hacia la
derecha - y el desviar la conversación sobre los sufrimientos de
millones de personas.
Llamar a alguien "ilegal" o
"extranjero" tiene toda una serie de connotaciones
negativas, enmarcando esa persona como un potencial enemigo del
Estado.
Y establece los parámetros para lograr
por parte del pueblo las respuestas deseadas.
El etiquetar a los inmigrantes no
autorizados como criminales que hicieron una elección inmoral
sugiere que deben ser castigados- y que es correcto el hacer de sus
vidas una pesadilla.
No es de extrañar, entonces, que la
retórica se ha vuelto más dura en ambos lados, y claro, la
legislación sigue el camino.
Muros fronterizos se han construido,
aviones no tripulados enviados, y los números de la deportación
son un récord constante.
Mientras, los estados aprueban leyes
cada vez más severas.
Por su parte, estos desarrollos en la
política, encuentran reflejo en un segmento de la población que
está luchando con sentimientos incómodos acerca de la raza y la
transformación en curso de la nación.
Cuando los inmigrantes son acusados y
hasta asesinados debido a su condición, los políticos bromean sobre
dispararles como al ganado.
Eso va más allá de un debate político
puro y simple.
Y en el centro del remolino, el
"ilegal", personaje sin rostro y sombrío que, hace difícil
de recordar que en realidad se trata de una persona.
Las palabras se han convertido en un
gran negocio en la política por una buena razón, ya que cómo se
enmarca un problema o una solución puede ser clave para sus
posibilidades de éxito.
Una sola palabra puede replantear todos
los puntos de un debate, ya que el poder del lenguaje evoca
sentimientos generales, a menudo no examinados.
Las palabras tienen narrativas enteras
que van con ellos.
El lenguaje es siempre importante en
cualquier asunto, pero adquiere un protagonismo especial cuando la
discusión se centra en la inmigración y en los temas raciales.
En esos contextos, las palabras se
niegan a ser confinadas a sus verdaderos significados, y se hinchan
con significados emocionales que reflejan los temores y las pasiones
de las épocas.
Espalda Mojada. Extranjero. Inmigrante
ilegal, todas palabras de gran alcance, cada una de las cuales han
tenido distintos protagonismos en la historia reciente.
Cada época con su término preferido
para describir a los inmigrantes no autorizados.
Y mientras que algunos activistas
anti-inmigrantes afirman que las palabras "extranjero" o
"inmigrante ilegal" son neutras, cada una evoca toda una
serie de asociaciones.
En 1920 se les pidió a un grupo de
estudiantes universitarios que definiesen la palabra "alien",
y se encontró que se le igualó a: "persona hostil a este
país", "enemigo de tierra extranjera".
La misma dinámica se produce hoy con
la palabra "ilegal", especialmente cuando se utiliza para
definir a una persona en lugar de una acción, como por ejemplo
trabajar sin autorización.
Cuando dos cosas llevan el mismo
nombre, hay una sensación de que pertenecen a la misma categoría.
Así que cuando se dice "ilegal",
te hace pensar en las personas que irrumpen en una casa para robar.
Eso no es pequeña cosa, ya que el que
gana el encuadre de la lengua, probablemente gana el debate.
En los debates de inmigración de los
últimos 15 años, los republicanos han tomado una postura, y los
demócratas han respondido poniendose de acuerdo con ellos en la
crítica, y ofreciendo soluciones ligeramente menos duras.
Y claro, los republicanos siempre
consiguen la mayor parte de lo que quieren.
El hecho es que los demócratas han
estado de acuerdo con ellos en todos los aspectos fundamentales, y al
aceptar el lenguaje de sus oponentes, pierden los debates.
En mi opinión, esto es lo que ha
contribuido a sentar las bases para la situación en la que nos
encontramos hoy.
La narrativa actual es que la
"amnistía" es una especie de regalo, y, para otorgarla,
hay que castigar.
No es un marco con el que estoy de
acuerdo, o que yo apruebo, pero es el universo en el que bastantes
legisladores se sientan para evitar la reforma, y es con lo que los
pro-inmigrantes tenemos que trabajar.
Tenemos que forjar un nuevo universo, y
construirlo deliberadamente.
Ahora, por ejemplo, la palabra
"Amnistía" se ha convertido en una mala palabra, mientras
que la palabra "ilegal" ha evolucionado en una buena,
debido a que estrategas de ambos Partidos le han asignado nuevos
significados.
Y como las palabras definen el debate,
la acusación de "amnistía" ha matado a la Reforma de
Migración.
Los demócratas dicen: Hay que componer
nuestro sistema roto de inmigración y los republicanos dicen: Que la
amnistía premia a los infractores.
Los oponentes han convatido la Reforma
Migratoria creando argumentos viscerales y los pro-inmigrantes, hasta
ahora, nos hemos defendido con un cuchillo en un pleito que es de
tiros.