domingo, 15 de junio de 2014

Defendiéndonos Con Cuchillos En Un Pleito A Tiros

Aníbal E. Melo
http://www.AnibalMelo.com
AnibalMelo@yahoo.com


En un Memorandum del año 2005, el estratega del GOP Frank I Luntz, capturó perfectamente los puntos de discusión invocados hoy día por la ultra derecha para matar la reforma de inmigración.

En su nota, les dió las siguientes instrucciones: "refieranse siempre a las personas que cruzan la frontera indocumentados como "inmigrantes ilegales" -NO solamente como "ilegales".

Ese fue el despertar para los republicanos, del peligro a largo plazo que enfrentan, si siguen demonizando a todos los inmigrantes por igual: perder el voto latino.

En la década transcurrida desde los ataques del 11 de septiembre ha habido un aumento constante en el lenguaje que enmarca a los inmigrantes no autorizados como un problema de tipo criminal.

Las referencias "ilegales", "inmigrantes ilegales" y otras variantes retóricas han dominado el discurso de los dos principales partidos políticos, así como la cobertura de los medios.

Y siempre se ha creado un desequilibrio notable y creciente, sobre todo en los momentos claves de los debates sobre la reforma migratoria.

Entre el 2006 y el 2007, por ejemplo, año en el que el Congreso protagonizó una batalla campal sobre la reforma migratoria, el "New York Times" publicó 1,483 artículos en los que las personas fueron etiquetadas como "ilegales" o "extranjeras".

En sólo 171 artículos se utilizó los adjetivos "sin documentos" o "no autorizados."

Ese desequilibrio no es casual.

A raíz del 9/11, en Estados Unidos la política de inmigración se ha vuelto más candente y los estrategas de ambos partidos han empujado a sus líderes hacia un marco punitivo respecto de la discusión del tema.

Los republicanos lo han hecho con el objetivo de unir a su base y los demócratas han cambiado la retórica con la esperanza de hacer que sus propuestas de reforma sean más aceptables para los centristas.

Pero hasta la fecha, el verdadero resultado ha sido el mover el centro político siempre hacia la derecha - y el desviar la conversación sobre los sufrimientos de millones de personas.

Llamar a alguien "ilegal" o "extranjero" tiene toda una serie de connotaciones negativas, enmarcando esa persona como un potencial enemigo del Estado.

Y establece los parámetros para lograr por parte del pueblo las respuestas deseadas.

El etiquetar a los inmigrantes no autorizados como criminales que hicieron una elección inmoral sugiere que deben ser castigados- y que es correcto el hacer de sus vidas una pesadilla.

No es de extrañar, entonces, que la retórica se ha vuelto más dura en ambos lados, y claro, la legislación sigue el camino.

Muros fronterizos se han construido, aviones no tripulados enviados, y los números de la deportación son un récord constante.

Mientras, los estados aprueban leyes cada vez más severas.

Por su parte, estos desarrollos en la política, encuentran reflejo en un segmento de la población que está luchando con sentimientos incómodos acerca de la raza y la transformación en curso de la nación.

Cuando los inmigrantes son acusados y hasta asesinados debido a su condición, los políticos bromean sobre dispararles como al ganado.

Eso va más allá de un debate político puro y simple.

Y en el centro del remolino, el "ilegal", personaje sin rostro y sombrío que, hace difícil de recordar que en realidad se trata de una persona.

Las palabras se han convertido en un gran negocio en la política por una buena razón, ya que cómo se enmarca un problema o una solución puede ser clave para sus posibilidades de éxito.

Una sola palabra puede replantear todos los puntos de un debate, ya que el poder del lenguaje evoca sentimientos generales, a menudo no examinados.

Las palabras tienen narrativas enteras que van con ellos.

El lenguaje es siempre importante en cualquier asunto, pero adquiere un protagonismo especial cuando la discusión se centra en la inmigración y en los temas raciales.

En esos contextos, las palabras se niegan a ser confinadas a sus verdaderos significados, y se hinchan con significados emocionales que reflejan los temores y las pasiones de las épocas.

Espalda Mojada. Extranjero. Inmigrante ilegal, todas palabras de gran alcance, cada una de las cuales han tenido distintos protagonismos en la historia reciente.

Cada época con su término preferido para describir a los inmigrantes no autorizados.

Y mientras que algunos activistas anti-inmigrantes afirman que las palabras "extranjero" o "inmigrante ilegal" son neutras, cada una evoca toda una serie de asociaciones.

En 1920 se les pidió a un grupo de estudiantes universitarios que definiesen la palabra "alien", y se encontró que se le igualó a: "persona hostil a este país", "enemigo de tierra extranjera".

La misma dinámica se produce hoy con la palabra "ilegal", especialmente cuando se utiliza para definir a una persona en lugar de una acción, como por ejemplo trabajar sin autorización.

Cuando dos cosas llevan el mismo nombre, hay una sensación de que pertenecen a la misma categoría.

Así que cuando se dice "ilegal", te hace pensar en las personas que irrumpen en una casa para robar.

Eso no es pequeña cosa, ya que el que gana el encuadre de la lengua, probablemente gana el debate.

En los debates de inmigración de los últimos 15 años, los republicanos han tomado una postura, y los demócratas han respondido poniendose de acuerdo con ellos en la crítica, y ofreciendo soluciones ligeramente menos duras.

Y claro, los republicanos siempre consiguen la mayor parte de lo que quieren.

El hecho es que los demócratas han estado de acuerdo con ellos en todos los aspectos fundamentales, y al aceptar el lenguaje de sus oponentes, pierden los debates.

En mi opinión, esto es lo que ha contribuido a sentar las bases para la situación en la que nos encontramos hoy.

La narrativa actual es que la "amnistía" es una especie de regalo, y, para otorgarla, hay que castigar.

No es un marco con el que estoy de acuerdo, o que yo apruebo, pero es el universo en el que bastantes legisladores se sientan para evitar la reforma, y es con lo que los pro-inmigrantes tenemos que trabajar.

Tenemos que forjar un nuevo universo, y construirlo deliberadamente.

Ahora, por ejemplo, la palabra "Amnistía" se ha convertido en una mala palabra, mientras que la palabra "ilegal" ha evolucionado en una buena, debido a que estrategas de ambos Partidos le han asignado nuevos significados.

Y como las palabras definen el debate, la acusación de "amnistía" ha matado a la Reforma de Migración.

Los demócratas dicen: Hay que componer nuestro sistema roto de inmigración y los republicanos dicen: Que la amnistía premia a los infractores. 

Los oponentes han convatido la Reforma Migratoria creando argumentos viscerales y los pro-inmigrantes, hasta ahora, nos hemos defendido con un cuchillo en un pleito que es de tiros.