sábado, 11 de junio de 2011

Estados Unidos y Muro de Berlín

                                                                                          
Por Aníbal E. Melo

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Debido a las nuevas leyes anti-inmigrantes en vigor en Alabama, y por causa de todos los acontecimientos de segregación racial que se viven hoy en Estados Unidos, sin quererlo ni esperarlo, me puse a pensar en el muro de Berlín.

El 13 de agosto del 1961, los líderes de la antigua Alemania comunista ordenaron la construcción de una pared de concreto de 166 kilómetros de largo y cuatro metros de altura para dividir en dos la ciudad de Berlín.


Pienso en la cantidad de gente que murió tratando de saltar ese muro, deseando cruzar al otro lado o soñando con su caída. Y es que durante veintiocho años, más de cinco mil personas trataron de saltarlo. Más de 100 murieron en el intento, asesinados por la guardia fronteriza.


El 9 de Noviembre del 1989, es una echa que ha quedado grabada para la historia.


Ese día se anunció oficialmente, que a partir de la medianoche los alemanes del este podían cruzar cualquiera de las fronteras, sin necesidad de contar con permisos especiales.


De inmediato se corrió la voz en ambas partes de la ciudad dividida y mucho antes de la medianoche miles de expectantes berlineses se habían congregado a ambos lados del muro.


En el momento esperado, los berlineses del Este, a pie o en automóvil, comenzaron a pasar sin mayor dificultad por los puestos de control.


Abundaron las escenas llenas de emoción: abrazos de familiares y amigos que habían estado separados por mucho tiempo, crisis de llanto, rostros que reflejaban incredulidad, brindis con champaña o cerveza, regalos de bienvenida a los visitantes, flores en los parabrisas de los autos que cruzaban la frontera y en los rifles de los soldados que custodiaban los puestos de vigilancia.


La cosa es, que hace poco se celebró el 21 aniversario de la caída de esa inmensa pared de bloques, piedra, hierros y hormigón que dividía en dos a la capital de Alemania.


Siempre he pensado, que el derrumbe de ese muro, representa el símbolo de un mundo en extinción, pero, si lo pensamos bien, el mundo sigue lleno de muros.


Los hay de todo tipo, color y condición. Desde la Muralla China, espectacular, pero muro al fin y al cabo, hasta los muros pequeños que nos rodean en lo cotidiano.


Los muros, por definición, están construidos para separar un espacio de otro, para contener, sujetar, aislar o mantener.

Aunque los pueblos de la antigüedad los usaban de manera extensa, con el tiempo hemos perfeccionado su diseño.
Ya no necesitamos gruesas y densas paredes de piedra para separarnos los unos de los otros. Hemos aprendido a construir vallas a las que incluso le hemos puesto electricidad y alambres de puas en su extremo más alto para que sean imposibles de saltar. Para ejemplo, basta ver la frontera México-Estados Unidos.


Seguimos recurriendo a los muros para dividir a la gente en categorías.


Nosotros ricos, ustedes pobres; aquí norteamericanos, allí el resto del mundo; dentro los derechos, afuera los torcidos; a un lado la civilización y al otro la barbarie.


Todos estos ejemplos no son sino la muestra de los muros mentales que nos lastran y nos impiden ver el mundo tal cual es en su maravillosa y complementaria variedad.


También hemos inventado una nueva categoría: Los muros invisibles hechos de papel.


En Alabama, sus señorías diputados y diputadas, regodeándose en su racismo y camuflados por su ignorancia y por el secuestro de la razón, pusieron un nuevo bloque y elevaron unos metros más el muro de papel que representan las nuevas leyes anti-inmigrantes que se erigen alrededor de todo el país.


No me extenderé en los detalles restrictivos de esta reforma legal que restringe derechos a los otros, a los de fuera del muro, de eso ya me ocupo en otros escritos.


Sólo quiero decir que hay paredes que no vemos que son a veces mucho peores que las que sí podemos ver.


Y si tanto nos vanagloriamos de que otros hayan sido capaces de derribar el muro de Berlín, quizás deberíamos poner el mismo empeño en tirar abajo nuestros propios muros mentales.