jueves, 23 de enero de 2014

De Cómo Los Republicanos Abandonaron a Los Pobres y a La Clase Media

Aníbal E. Melo
http://www.AnibalMelo.com
AnibalMelo@yahoo.com


El país aún se estába recuperando de una recesión aplastante que envió flotando la cifra de desempleo al 9% durante dos años consecutivos, mientras que el Presidente, consciente de los elevados déficits, trataba de impulsar medidas audaces para apuntalar el balance presupuestario de la nación.

Mientras tanto y de forma encubierta, se iniciaba una gran lucha de clases.

Desde Georgia, una multitud tronó diciendo:

"Hacemos un llamado a este Congreso para que ponga fin a las exenciones fiscales que han hecho posible que los millonarios no paguen casi nada de impuestos".

Luego durante un acto de campaña, el Presidente le preguntó a una multitud: "¿Creen que los millonarios deben pagar más en impuestos que lo que paga el chofer de un autobús?"

La multitud, que sonaba igual que los manifestantes de "Occupy Wall Street" de hoy, rugió de nuevo y dijo: "¡Si!"

Era el año 1985, y el Presidente, ...Ronald Reagan.

Los republicanos de hoy pueden reverenciarlo pero el Partido de Reagan, está muerto y enterrado.

Y es que ese Partido ha sufrido una transformación radical al reorganizarse en torno a una idea grotesca: Que los ricos deben hacerse más ricos, sean cuales sean las consecuencias para el resto de los estadounidenses.

Hoy en día se ha convertido sencillamente, en el Partido de los ricos.

Ha abdicado totalmente su trabajo en pro de actuar como regulador de la disciplina fiscal, la responsabilidad gubernamental y el equilibrio social.

Está en una Guerra Santa en favor de las clases más acaudaladas.

La desigualdad económica asombrosa que ha llevado a los estadounidenses a salir a las calles a protestar, no es casual.

Ha sido impulsada en gran medida por la guerra sin cuartel de los republicanos en favor de los pudientes.

Desde que los republicanos se dedicaron a recortar los impuestos de los ricos en 1997, el ingreso promedio anual de los 400 estadounidenses más acaudalados se ha más que triplicado, mientras que su parte de la carga fiscal se ha desplomado en 40 por ciento.

Hoy en día, un multimillonario de los del "Top 400" paga menos del 17% de sus ingresos en impuestos - cinco puntos porcentuales menos que una persona que gana $26,000 al año.

La mayoría de los estadounidenses no han crecido financieramente en los últimos 24 años, y la campaña de ese Partido para ayudar a los más opulentos ha dejado a los Estados Unidos sin el dinero necesario para pagar sus cuentas.

Los ingresos tributarios como porcentaje del total de la economía se han reducido a niveles no vistos desde antes de la Guerra con Corea - casi 20% por debajo del promedio histórico.

Y sin embargo, el mantra del Partido Republicano es: "Que las reducciones de impuestos impulsan el crecimiento".

Me pregunto, ¿Cuál crecimiento?

Los republicanos defienden a los "creadores de empleos", sobre la preservación de la canasta familiar, la defensa de las pequeñas empresas, el Medicare y el Seguro Social.

Casi sin excepción, cada propuesta presentada por sus legisladores y candidatos presidenciales está destinada a preservar o ampliar los privilegios fiscales de los magnates.

Y la mayor parte de sus planes, que se presentan como medidas de sentido común que ayudarán a todos los estadounidenses, resultan en mayores impuestos para la clase media y para los pobres.

Ahora, con millones de estadounidenses sin trabajo, y con 1 de cada 7 familias que recurren a los cupones de alimentos, los republicanos han respondido recortando los impuestos de las sucesiones, extendiendo los recortes de impuestos para los millonarios, y aprobando una amnistía fiscal para las grandes corporaciones.

También, han afectado la Calificación Crediticia de la nación al rechazar un acuerdo sobre el techo de la deuda que habría reducido los déficit futuros en billones de dólares - simplemente porque una cuarta parte de ese dinero hubiese salido del cierre de las lagunas fiscales de los afortunados.

Comparo la nueva guardia de ese Partido con incendiarios cuya actitud es: "Vamos a conseguir lo que queremos o el país se va al infierno".

Favorecen sacrificar servicios públicos vitales, incluyendo la educación, la atención sanitaria y la defensa, para salvaguardar las exenciones fiscales de las compañías petroleras, de los propietarios de yates y de sus amos de Wall Street.

Es un círculo vicioso.

Los millonarios están utilizando su dinero para apoyar a políticos dispuestos a crear leyes que les permitan hacerse aún más ricos, por lo que en lugar de invertir en nuevas factorías, prefieren invertir su dinero en Washington.

Es difícil de imaginar, pero gravar a los más prósperos no era un punto de fricción importante en la vida política estadounidense.

Desde el final de la "Segunda Guerra Mundial" hasta la víspera de la Administración Reagan, los partidos se disputaban el gasto social: Los demócratas presionando por más, y los republicanos exigiendo menos.

Pero una vez que se acordaba el monto del Presupuesto, ambas partes veían a los impuestos como un mecanismo para recaudar el dinero necesario para pagar las cuentas públicas.

Eisenhower, Nixon y Ford lucharon por impuestos más altos, mientras que el mayor recorte fue asegurado por John F. Kennedy, a cuyas reducciones se oponían la mayoría de los republicanos en la Cámara.

La distribución de la "carga tributaria" no era un tema de debate.

Incluso después de los recortes de Kennedy, la tasa impositiva máxima quedo en el 70 por ciento, el doble del nivel actual.

Con eso fue que se pagó por las inversiones en la infraestructura de la post-guerra, la ciencia y la educación, que permitieron a las familias estadounidenses promedio salir adelante.

Todo eso cambió a finales de los '70, cuando la inflación hizo subir los salarios y empujó a la clase media hacia los tramos impositivos más altos.

Aprovechando la ira generalizada, Reagan le vendió al país un recorte de impuestos que bajó la tasa superior al 50 por ciento.

Según los economistas defensores de esa oferta, los casacudos usarían su rebaja de impuestos para estimular la inversión y la economía.

Para Reagan y los conservadores del Gobierno, la tinta roja resultante sería un ganar-ganar.

Fue el nacimiento del concepto de lo que hoy se conoce como "Matar de hambre a la bestia", una estrategia consciente para forzar los recortes en el gasto federal, a través de la bancarrota del país.

Tal como fue concebido en el 1980, el Plan llama a los republicanos, a crear un "problema fiscal" recortando los impuestos, para luego imponer la disciplina.

Sólo hubo un problema.

Los recortes fiscales de Reagan dispararon el déficit federal a un nivel peligroso, y el país quedó sumido en una profunda recesión.

Entonces, los líderes republicanos del Congreso de inmediato "alimentaron a la bestia".

Incluso Reagan abrazó la idea de que subir la recaudacion del Gobierno mediante los impuestos era importante para reducir los déficits.

En 1983, subió los impuestos a la gasolina y a la nómina.

En 1984, elevó los ingresos mediante el cierre de las lagunas fiscales de las empresas.

La "Reforma Tributaria" del 1986 redujo la tasa máxima para los ricos a sólo el 28%, pero fue pagado por el cierre de lagunas fiscales que dieron lugar a la mayor subida al impuesto de sociedades en la historia de Estados Unidos.

Reagan también elevó los ingresos mediante la abolición de las exenciones especiales de los inversionistas.

Y aumentó los impuestos sobre las ganancias de capital para alinearlos con los pagados por los asalariados.

Hoy, Reagan es agasajado por la ultra-derecha como un gran abolicionista de impuestos, pero eso no es fiel a su registro, ya que elevó los impuestos 11 veces en ocho años.

Eso si, terminó sembrando la semilla del problema actual cuando dió su bendición a una organización llamada "Americans For Tax Reform".

Encabezada por Grover Norquist, "un terrorista fiscal", desde entonces, el grupo se ha convertido en un arma efectiva en la lucha por desplazar la carga fiscal del hombro de los ricos, y hacia los de los pobres.

Recordemos que George H. W. Bush ganó la nominación presidencial del Partido Republicano en 1988, en gran parte debido a que firmó la promesa de "no impuestos" de Norquist.

Pero una vez en el cargo, sin embargo, Bush trabajó para reducir el déficit federal elevando la tasa impositiva máxima y adicionando nuevos impuestos para los yates, aviones y los automóviles de lujo.

Tuvo el coraje de tomar medidas correctas cuando se necesitaban.

Esa subida de impuestos ayudó a la economía en general, y tuvo mucho que ver con la creación de la gran expansión económica de la década de los '90.

Pero le costó las elecciones del 1992, derrota que sirvió para fortalecer la posición de Norquist en el Partido Republicano.

"La historia de Bush", dice Norquist ahora, "es un recordatorio a los políticos de que esta es una promesa que no se rompe".

Y lo que antes era sólo otra promesa de campaña más, se transformó en un juramento político de sangre, una supuesta prueba del verdadero republicanismo que pocos candidatos se atreven a ignorar.

Luego, y después de asumir su cargo, Clinton aprovechó la disciplina fiscal heredada de Bush para recortar el déficit federal, equilibrar el Presupuesto y pagar la deuda nacional.

Para ello, elevó el nivel del impuesto superior a casi el 40% y aumentó la tasa del impuesto de sociedades al 35%.

Y aunqe eso le costó las dos Cámaras del Congreso en las elecciones legislativas del 1994, creó la mejor economía que América haya conocido jamás.

Tras las subidas de impuestos del 1993, la economía creció a un ritmo de un 3.2 por ciento, y se crearón más de 11 millones de empleos.

Los salarios medios, y los ahorros se elevaron en un 78%.

Y ya para la primavera del 1997, el  deficit del Presupuesto Federal se tornaba de color rojo a negro.

Pero Newt Gingrich y sus revolucionarios anti-impuestos ya se habían hecho cargo del Congreso en 1994 y respondían a Norquist por completo.

En una impresionante movida de política tributaria, los republicanos buscaron eliminar los impuestos sobre la renta para las inversiones y abolir el de las herencias.

Bajo su plan las ganancias de capital se colocaron al 20%.

Y claro, lejos de crear beneficios para todos, las ganancias fueron a parar directamente a manos del privilegiado club del 1%.

Los recortes de las ganancias de capital dieron a los 400 principales contribuyentes una reducción de impuestos más grande que todos los recortes fiscales dados por Bush combinados.

Así, inició la campaña encubierta para quebrar al sistema tributario, beneficiar a los súper-ricos y fastidiar a todos los demás.

Los recortes también ayudaron a crear la actual exuberancia irracional de Wall Street, debido a la enorme ventaja fiscal dada a las rentas de inversión, que hacen de su especulación algo muy atractivo.

Por otro lado y mediante la eliminación de las ganancias de capital sobre la venta de viviendas, dichos recortes alimentaron la famosa "burbuja inmobiliaria".

Un estudio realizado por la "Reserva Federal" estimó que los regalos fiscales impulsaron las transacciones de viviendas en un 17% hasta el año 2007.

El aspecto más revelador de los recortes de impuestos, fue el duro golpe dado contra el impuesto de sucesiones que casi duplicó la cantidad que los ricos pueden transmitir a sus herederos sin pagar impuestos.

El primer 1.000.000 de dólares estába exento de impuestos federales, a menos que la herencia fuese de más de $17 millones. 

En algunos casos muy raros, los ultra-ricos tienen que pagar impuestos sobre la totalidad de su herencia.

Además, sucedió algo muy extraño????

En su redacción, el proyecto de ley final no incluyó la excepción para los archi-ricos.

Todo el mundo estuvo de acuerdo en que se trataba de un error, pero en lugar de corregirlo, los republicanos bloquearon el intento de corrección, lo que significó que incluso hasta las herencias más gordas no pagarían ningún impuesto sobre el primer millón.

Algunos Republicanos en complicidad con demócratas conservadores aprobarón esos recortes con mayoría a prueba de veto, por lo que Clinton los tuvo que firmar.

Para el resto de su mandato, el Presidente tuvo que bloquear repetidamente las demandas de recortes republicanas, una y otra, ...y otra vez.

En 1999, en un triunfo para la salud fiscal, Clinton rechazó un masivo recorte de $792 mil millones que afectaba los impuestos sobre las herencias y los de inversión.

Mientras tanto, el desempleo era de soló el 4.2%.

"Nuestra prosperidad ganada nos da la oportunidad de invertir los excedentes para afrontar retos de largo plazo", dijó Clinton.

"Los recortes de impuestos republicanos", advirtió proféticamente, "nos devolverían al período de los déficits que nos llevaron a sufrir la peor recesión desde la Gran Depresión".

Y luego,  ...George W. Bush, el primer Presidente estadounidense que gobernaría abiertamente en favor de los súper-ricos.

Pocos meses después de asumir su cargo, Bush firmó una gran rebaja de impuestos en favor de los millonarios a través de la modificación del Código Tributario.

Pero en mi opinión, lo más importante que su administración hizo en esa área, fue oponerse a la "Armonización Fiscal", proyecto conjunto de los países más desarrollados del mundo para eliminar los paraísos fiscales.

En ese momento, esos refugios estaban costándole a los contribuyentes de Estados Unidos unos US$70 mil millones al año, pero para Bush y los otros dirigentes de su Partido, bloquear que las corporaciones pudiesen dejar su dinero en el extranjero no era un acto de patriotismo, era uno de tiranía.

Eso animó a algunas de las compañías más florecientes del mundo a evadir los impuestos, y dejar sus reservas en el extranjero.

En uno de los casos más notorios, en el 2009 General Electric solicitó un reembolso de $3 mil millones, a pesar de que sus ganancias eran de más de $14 mil millones.

Bush no se contentó con simplemente hacer el mundo seguro para los evasores de impuestos corporativos.

También impulsó recortes de impuestos del orden de $1.6 billones para los más adinerados.

Sobre el papel, ...parecía que el Gobierno Federal pronto estaría nadando en dinero.

Se proyectaba que para el 2011 la economía federal tendría un superávit de 5.6 billones de dólares, y se hablaba de que por generosidad, el Gobierno colocaría unos 3 billones de dólares para apuntalar la Seguridad Social y el Medicare, pero aún quedarían unos 2000 mil millones para jugar.

Por desgracia, esas cifras eran sólo una proyección, y no dinero en el banco.

El Presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, se lo advirtió a O'Neill, Secretario del Tesoro.

La Casa Blanca no tomó nota de tal advertencia, y al mes de que Bush asumió su cargo, el Director de Presupuesto, Mitch Daniels, sugirió que 5.6 billones de dólares era probablemente un superávit demasiado pequeño.

Daniels concluyó que el plan de Bush era "tan fiscalmente conservador" que incluso después de recortar $1.6 billones en impuestos, resolver lo de la Seguridad Social y dejar a un lado $900 mil millones en un fondo de contingencia, el Gobierno aún tendría suficiente dinero para pagar 2 billones de dólares de la deuda.

Todo el mundo por un buen tiempo acepto que esos excedentes eran reales sin reconocer, que en el momento en que Bush asumió el cargo, la economía ya estaba desmoronandose.

La existencia de pronósticos contradictorios - uno de sol y superávit, y otro de nubes y contracción, deberían haber hecho sonar las alarmas en la Casa Blanca, pero en lugar de repensar con prudencia el asunto, el equipo de Bush forjó una nueva justificación para la reducción de impuestos: Proporcionar una sacudida a la economía.

Las dos décadas anteriores, habían demostrado que el "trickle -down" de los recortes fiscales no eran buenos para la economía, pero los defensores señalaban la reducción de impuestos de Reagan del 1981, alegando que habían estimulado el crecimiento económico.

Pero eso, no era nada más que una bonita leyenda urbana.

La verdad es que la economía se recuperó a partir del 1982, porque la Reserva Federal derrotó la inflación, por lo que los recortes de impuestos representaban una bastardización del Reaganismo.

Entiendo que en principio, la prosperidad proviene del sector privado, pero los republicanos de hoy se han convertido en una Cámara de Comercio Keynesiana, que utilizan la política fiscal para castigando, supuestamente estimular e impulsar la economía.

El Partido de los Ricos, en esencia, estaba ofreciendo una versión retorcida de las políticas del "New Deal" que hasta un "laissez -faire republicano" como Reagan había rechazado.

Disfrazar los regalos fiscales con un traje de "Estímulo" ayudó a oscurecer el verdadero propósito del plan de Bush.

Pocos días después de la inauguración, O'Neill le dijo a Bush que él tenía la "gran oportunidad" de obtener acción rápida sobre los recortes de impuestos si se los enmarcaba como reducción de impuestos frente a una posible recesión.

Bush encargó al Vice-Presidente Dick Cheney para sacar adelante el plan.

Ya que la economía empeoraba, el Secretario del Tesoro habló con el Presidente sobre su preocupación por los recortes de impuestos.

O'Neill le dijo a Bush que se debia incluir un mecanismo de "freno de los recortes", para el caso de que el superávit previsto no se materializace.

Esa era una buena idea, pero nunca hubo interés en ella por parte de la Administración Bush.

En mi opinión, el rechazo del plan alternativo para detener los recortes, nos dice que en realidad los mismos no fueron diseñados para impulsar la economía, sino para forzar el tipo de recorte defendido por Grover Norquist y otros activistas de ultra derecha.

La idea de "matar de hambre a la bestia" era el punto.

Al final, Bush exageró los beneficios de su plan, haciendo hincapié en lo mucho en impuestos que se ahorraría una Camarera.

Pero la verdad, estaba en el peldaño superior de la escala de ingresos.

Por 10 años, los perceptores de ingresos podrían esperar tener en sus bolsillos unos $744 extras al año.

La Camarera podría tener el dinero suficiente para cambiar las ruedas de su auto, pero el 1%, en tanto, recibiría más de $340,000 al año en promedio, lo suficiente para comprarse un Bentley.

Para enmascarar esa flagrante desigualdad, los republicanos inaugurarón el recorte de impuestos enviándo millones de cheques por correo.

En el primer año del acuerdo, los del 1% podrían embolsarse sólo el 7% de los recortes de impuestos, pero para cuando los recortes expirasen en el 2010, los ricos estarían guardandose más de la mitad de sus ganancias.

Lo que es más, los recortes fueron vilmente diseñados para que los propietarios de pequeñas empresas y profesionales de la clase media alta - sobre todo los que ganaban entre $200,000 y $500,000 al año - viesen hasta tres cuartas partes de sus rebajas de impuestos erosionados por el Impuesto Mínimo Alternativo, un gravamen que el Congreso originalmente creó para impedir que la gente rica hiciese trampa al llenar sus planillas.

En aquel momento, Cheney usó el dinero "ahorrado" para buscar financiar otro favor exclusivamente para los ricos: Nuevos recortes en los impuestos sobre el patrimonio.

Finalmente, en mayo del 2001, los republicanos de la Cámara votaron al unísono para aprobar los recortes de Bush, que despejaron el Senado con el apoyo de 45 republicanos y 12 demócratas conservadores.

Pero entonces, ...la realidad intervino.

El estallido de la "burbuja de los punto com", seguido de los ataques del 11 de Septiembre, inclinaron a la economía hacia una recesión, pero en lugar de invertir sus supuestos, los republicanos se unieron en torno a otro sorteo para favorecer de nuevo a los ricos.

Otra ley aprobada por la Cámara, ordenó cheques de reembolso en favor de gigantes corporativos, por impuestos pagados en el pasado.

Según el proyecto, 16 empresas de la "Lista Fortune 500" recibirían cada una $100 millones o más - incluyendo $1.4 mil millones para IBM; $671.000.000 para GE; y $254 millones para Enron.

Finalmente, se produjo un "Paquete de Estímulo" que extendió los beneficios de desempleo de la clase media y concedió incentivos fiscales a las empresas para nuevas inversiones.

Al año siguiente, después de que el Partido Republicano recuperó el control del Senado y amplió su mayoría en la Cámara, Cheney inmediatamente empujó otro recorte de impuestos para los más ricos.

Otra atrocidad!

En ese momento, cualquier justificación económica para otorgar una reducción de impuestos se había desvanecido.

El 11 de Septiembre, la recesión y los recortes fiscales del 2001 ya habían sumido al país en $158 mil millones de números rojos.

El espejismo del excedente futuro había desaparecido, reemplazado con una previsión de que Estados Unidos acumularía unos 3 billones de dólares en deudas para el 2012.

Pero en lugar de poner freno, Cheney estaba decidido a acelerar, y para recompensar aún más a los ricos, quería recortar los impuestos sobre las ganancias de capital y los dividendos de las empresas.

Para asegurar eso, sin embargo, Cheney tendría que superar la oposición no sólo de Alan Greenspan, sino de los principales asesores de Bush.

El Presidente de la Reserva Federal le había presentado a Cheney unas 20 páginas de análisis econométricos que mostraban que los elevados déficits fueron causados por los recortes en los impuestos y que hundirían el crecimiento a largo plazo.

En lugar de comunicarle la alarma de Greenspan a Bush, Cheney encargó que se redactase un Memo disputando el Estudio, que alegremente desestimó las proyecciones de la Reserva Federal como "completamente equivocadas".

En Noviembre del 2002, en una reunión en la Casa Blanca entre el Presidente y sus principales asesores económicos, se mostraron previsiones de la propia Administración que mostraban que la economía, supuestamente, ya se había recuperado.

Pero algunos aliados de Bush alertaban sobre los peligros de realizar una nueva reducción de impuestos.

"Esto crea un agujero grande en el Presupuesto", le dijo Josh Bolten al Presidente.

"El déficit presupuestario es cada vez más profundo", añadió Daniels, "y los estamos proyectando todo el camino hasta el final del segundo mandato".

O'Neill le advirtió al Presidente de que una "reducción de impuestos que beneficiase principalmente a los inversores ricos" podría poner en peligro la prosperidad en ciernes.

Y hasta el propio Bush expresó sus reparos en hacer más recortes en favor de los ricos.

Pero Cheney estaba impaciente.

Cuando O'Neill advirtió a Bush de que Estados Unidos se encaminaba hacia una gran "crisis fiscal", el Vice-Presidente, dijo: "Ronald Reagan demostró que los déficits no importan".

Un verdadero estudiante de Reagan habría entendido que el 2002 era un momento para aumentar los impuestos, no para bajarlos.

En el 1981, Reagan dejo de lado su ideología y aumentó los impuestos poniendo las necesidades del país por encima de sus deseos.

El padre de Bush también había aumentado los impuestos para evitarle déficits masivos a las generaciones futuras.

Por otra parte, el Gobierno de Bush ya se había comprometido en una guerra costosa en Afganistán, y estaba al borde de la invasión de Irak.

Históricamente, las administraciones republicanas y demócratas habían enfrentado las cargas financieras de las guerras aumentando los impuestos, pero se trataba de un nuevo Partido, uno determinado a mimar a los ricos.

Como dijo el entonces líder de la mayoría Republicana Tom DeLay: "No hay nada más importante en el rostro de una guerra que la reducción de los impuestos".

Cheney se propuso eliminar a cualquiera que se interpusiese en su camino.

Llamó a O'Neill y le exigió la renuncia como Secretario del Tesoro.

También prescindió del Asesor Económico Larry Lindsey, cuya franca evaluación de los posibles costos de la guerra de Irak había amenazado con descarrilar los recortes de impuestos.

Pero algunos Republicanos del Congreso que se oponian a crear nuevos recortes no podían ser eliminados.

Voinovich y la Senadora Olympia Snowe de Maine, fueron convocados a la Casa Blanca para una reunión con Bush y Cheney.

"El Presidente quería casi un billón de dólares cuando empezó con nosotros", recuerda Voinovich.

Estaban trabajando en nosotros: "Necesitamos más, ...necesitamos más".

Los senadores asintieron a apoyar un paquete más pequeño - aunque en retrospectiva, Voinovich dice, "no debería haber habido recortes".

"Sólo pienso en dónde estaríamos si hubiésemos escuchado al Presidente, dice amargamente.

"¿En dónde estaríamos hoy? Oh, Dios mío!"

Al final, ...la voz de Cheney era lo único que importaba.

En abril del 2003, cuando el proyecto de ley se conocio, quedo estancado en el Senado 50-50, pero el Vice-Presidente emitió el "Si" decisivo.

Ahora, los beneficios eran aún más inclinados en favor de los ricos que los primeros recortes de impuestos de Bush.

Y fueron financiados por el déficit.

La medida no sólo fue un combustible para la especulación en Wall Street, sino que amplió aún más la considerable brecha entre ricos y pobres.

Fue una combinación destructiva para la política económica nacional ya que estimuló las ganancias de capital financiadas con deuda y luego colocó la tributación sobre las ganancias en la tasa más baja imaginable, lo que contribuyó, sin duda, al creciente desequilibrio entre los ingresos de los hogares.

Pero los republicanos no se detuvieron allí.

Al año siguiente, 2004, aprobaron el poco conocido "American Jobs Creation Act".

Esa ley permitió a las empresas el traer miles de millones en ganancias que habían acumulado en paraísos fiscales en el extranjero - la misma fuga de capital que Bush había bendecido al torpedear el Plan de "armonización" de los impuestos tres años antes.

En virtud de la amnistía fiscal, las empresas repatriaron $300 mil millones en ganancias escondidas.

Pero en lugar de pagar la tasa impositiva corporativa nominal del 35, fueron gravados en sólo 5.25 por ciento.

El título del proyecto de ley no le sirvió de nada, ya que las empresas invirtieron muy poco en crear los 500,000 nuevos puestos de trabajo que los republicanos habían prometido.

De hecho muchas de las empresas que recibieron las rebajas de impuestos más grandes, en realidad recortaron puestos de trabajo.

Hewlett-Packard despidió a 14,500 trabajadores, un despido por cada millón que trajo del extranjero.

En total, según un análisis realizado por la "Oficina Nacional de Investigación Económica", hasta el 92% del dinero fue entregado a los principales ejecutivos y accionistas en un frenesí de pago de dividendos y recompra de acciones.

Y gracias a los recortes a los ingresos de inversión del año anterior, los millonarios terminaron pagando menos impuestos que una Camarera de un Restaurante.

En el 2006, cuando los demócratas recuperaron el control de la Cámara y del Senado, se detuvo temporalmente la borrachera Republicana de tomar préstamos al Tesoro para darle recortes de impuestos a los ricos, pero eso no impidió que encontrasen otras maneras.

A medida que la economía se derrumbó en el 2008, el Gobierno de Bush utilizó la crisis para dar una limosnita extra a los bancos del país.

En el marco del "Plan de Rescate TARP", supervisado por el Secretario del Tesoro y ex-Director Ejecutivo de Goldman Sachs, Hank Paulson, los contribuyentes se vieron obligados a darle a los bancos $254,000,000,000.

Paulson entregó el dinero a los bancos sin exigirles condiciones, ni rendición de cuentas, ni transparencia.

Y al igual que con los beneficios de ultra mar, los bancos utilizaron el dinero para llenar los bolsillos de sus ejecutivos e inversionistas.

Vistos en conjunto, los años de Bush demuestran que la teoría de que los recortes de impuestos para los ricos estimulan el crecimiento económico no funciona.

"Cuando los ricos se hacen más ricos, todo el mundo se beneficia", es una frase errada, y representa la filosofía de la "economía del boroneo" que ha sido desmentida por los resultados.

En mi opinión, Bush y Cheney demostraron de una vez y por todas que los recortes de impuestos para los ricos únicamente logran dos cosas: Bajo crecimiento y mayor desigualdad social.

Los esfuerzos frenéticos del Partido Republicano para favorecer a los ricos durante la era Bush coincidieron con la expansión económica más débil desde la Segunda Guerra Mundial, la única en la historia moderna de Estados Unidos en el que los salarios de las familias trabajadoras en realidad decayeron y la pobreza aumentó.

Y la poca expansión que Bush produjo, culminó en la peor crisis fiscal desde la Gran Depresión.

Ese muerto pertenece a Dick Cheney, a Grover Norquist y su pandilla.

Al ver como la economía se hundia, los republicanos no tuvieron más remedio que elevar el déficit a corto plazo con el lanzamiento de una campaña masiva de gasto federal para evitar una depresión a nivel mundial.

Pero incluso el "Estímulo" de $787 mil millones diseñado por el Presidente Obama fue obstaculizado, ya que los republicanos insistieron en que casi el 10% se destinará para financiar el impuesto mínimo alternativo, legado de los recortes de impuestos de Bush para los ricos.

Y es que desde el comienzo de la presidencia de Obama, los republicanos iniciaron una campaña calculada, para proteger los privilegios fiscales de los estadounidenses más poderosos.

Su objetivo fue explicado por el Congresista Eric Cantor durante el apogeo de los debates sobre el "Plan de Estímulo":

"No habrá aumento de impuestos para pagar los gastos. Los Republicanos insistimos en que cualquier Paquete de Estímulo incluya una disposición que impida los aumentos, ahora o en el futuro" declaró. 

Es increible, después de haber creado los mayores déficits de la historia estadounidense, los republicanos de repente regresaban a su vieja retórica de criticar el déficit.

Cuando Bush, decían que la historia enseñaba que los déficits no importaban, pero de repente, cuando Obama, el déficit si importa.

La batalla llegó a su punto álgido durante la Reforma de Salud.

Para entender verdaderamente la causa de la oposición del Partido Republicano a Obamacare, es crucial entender cómo se financia.

La mayor fuente de fondos proviene de aumentar los impuestos a travez de los ingresos de inversión.

Según el "Centro de Política Tributaria", los estadounidenses que ganan más de $1 millón al año pagarán $37,381 extra en impuestos anualmente.

Los 400 principales contribuyentes contribuirían con un promedio de $11.000.000 cada uno.

Pocas veces en la historia de los Estados Unidos se le ha impuesto algo de manera tan eficaz a los miembros del uno por ciento.

Tomó a los Republicanos unos cuatro meses para averiguar cuánto odiaban a ObamaCare.

La rabia republicana contra el plan de cuidado de la salud del Presidente tiene mucho menos que ver con el "tamaño del Gobierno" o con el "mandato individual" que con el golpe a la clase inversionista.

Si ObamaCare no es derogado y los recortes de Bush se eliminan, los ricos pagarán un impuesto del 23.8% sobre las ganancias de capital - más de lo que era desde el 1997.

La reforma de salud, se quejó el "Wall Street Journal", no es más que una "forma tramposa" para librar una "guerra contra los ricos".

Por otro lado, un elemento clave de la guerra de los republicanos en contra de los pobres se consolidó con la sorpresiva elección de Scott Brown para reemplazar al difunto Senador Ted Kennedy en enero del 2010.

Como candidato, Brown hizo su campaña utilizando su vieja camioneta GMC.

"Me encanta este viejo camión, me ha llevado más cerca de la gente", decia Brown.

Pero su verdadera lealtad era para sus donantes ricos: Los multimillonarios hermanos Koch, quienes financiaron al Tea Party, y al propio Brown con una inversión de más de 450,000 dólares.

Tan pronto como fue juramentado, Brown se dedicó a eliminar la llamada "Regla Volcker", que fue diseñada para impedir que las grandes instituciones financieras usasen su dinero para hacer apuestas especulativas en el mercado de valores.

Al acordar proporcionarle a los demócratas el crucial Voto # 60 para la "Reforma Financiera", Brown aseguró la exención de la "Regla Volcker", movimiento que benefició directamente a gigantes financieros con sede en Massachusetts como Fidelity y MassMutual.

Brown insistió también en que a los gigantes de Wall Street que causaron el colapso financiero - bancos como Goldman Sachs y JP Morgan Chase – se les permitiese trabajar con capital subsidiado por los contribuyentes.

Brown obligó a los demócratas a eliminar un impuesto sobre los Fondos de Cobertura que fue diseñado para generar 19 mil millones de dólares para pagar los costos de la Reforma Financiera.

Como resultado, los consumidores y los pequeños bancos tuvieron que pagar los platos rotos.

Y claro, Brown, fue recompensado por sus esfuerzos pro Wall Street.

En tres semanas, recaudó US$140,000 dólares provenientes de las grandes firmas financieras, incluyendo Fidelity y MassMutual, Goldman Sachs y JP Morgan.

Cuando los republicanos recuperaron el control de la Cámara en las elecciones legislativas del 2010, siguieron el ejemplo de Brown y se movieron con rapidez para crear más déficits en nombre de proteger a los ricos.

A pocos días de las elecciones, los republicanos no sólo aseguraron una extensión de dos años de los recortes de impuestos de Bush para los ricos, sino que también permitieron a los herederos más ricos de Estados Unidos el heredar millones de dólares sin tener que pagar ni un centavo en impuestos.

En total, esos dos favores que el Partido Republicano le hizo a sus mayores donantes, sumaron otros 858 mil millones a la deuda nacional, una cantidad mayor que la añadida por el "Plan de Estímulo" de Obama, al que los republicanos se opusieron tan amargamente.

El Partido Republicano filibusteó el esfuerzo liderado por los demócratas para extender los recortes fiscales de Bush para los primeros $250,000 de ingresos.

La línea dura de ese Partido – que tenia apenas el apoyo de un tercio de los votantes - regaló $90 mil millones extras a los estadounidenses más ricos, estableciendo un precedente para posteriores diabluras que costarían cerca de $1 billón en los próximos diez años.

Al mismo tiempo, ese Partido lidereó el aumentó de los impuestos para las parejas que ganan menos de 40,000 dólares al año - y ofreció gran parte del dinero extra en favor de las parejas que ganan más de $200.000.

Obama estuvo de acuerdo con esta masiva transferencia de riqueza con el fin de retener los recortes fiscales de Bush para la Clase Media - pero lo único importante que obtuvo a cambio fue una extensión de un año en el "subsidio por desempleo" de larga duración .

Pero todo eso palidece frente a lo que el Partido Republicano hizo luego para destripar el impuesto sobre el patrimonio.

Con la expiración de los recortes de impuestos de Bush, el impuesto de Sucesiones volvió al mismo nivel existente en la era Clinton: Exención del primer $1 millón, y tasa de impuestos para las haciendas más ricas al 55 por ciento.

Obama acordó elevar la exención a $5 millones y reducir la tasa impositiva máxima a un 35%, algo demandado por el Senador Republicano, Jon Kyl de Arizona, para apoyar las negociaciones de Obama con Rusia respecto de un posible tratado sobre el Arsenal Nuclear.

Sorprendentemente, el acuerdo en realidad edulcoró el trato que los super-ricos habían recibido en el 2009, dejandoles a los herederos de los más ricos unos $23,000 millones extra.

De hecho, en los términos que Kyl exigió, el Gobierno Federal gastará más para eliminar o reducir los impuestos de 100,000 personas ricas, que lo que va a gastar para extender los beneficios de 7 millones de estadounidenses desempleados.

Y en un detalle poco conocido, también se creó un vacío legal que permite a las parejas más ricas el donar hasta $10 millones a un hijo - mientras todavía se está vivo - sin pagar un centavo de impuestos.

Eso significa que los ricos pueden descargar su riqueza antes de que se incremente, y evadir por ejemplo, impuestos inmobiliarios más altos en el futuro.

Ahora, los ricos tienen una oportunidad sin precedente para impulsar el valor de sus Bienes Raíces sin pagar impuestos.

Según los historiadores de impuestos, las nuevas reglas crean el entorno fiscal más generoso para las transferencias de riqueza desde el 1931.

Pero todo eso, es sólo parte del plan del Partido Republicano y sus exigencias en favor de los ricos.

Más tarde, los republicanos en la Cámara de Representantes aprobaron un Presupuesto que habría recortado los impuestos sobre las rentas de las empresas y los estadounidenses más ricos a sólo el 25% - un regalo que se habría financiado al duplicar los pagos, de los bolsillos, de los futuros jubilados beneficiarios del Medicare.

También y por otro lado, Republicanos como Cantor han presionado por una repetición del "American Jobs Creation Act", respaldando una nueva amnistía fiscal que permita que gigantes corporativos como Apple y Pfizer traigan 1,400,000,000,000 en ganancias que se encuentran en el exterior y gravarlas sólo al 5.25 por ciento - un favor para los ricos que agregaría otros $79 mil millones al déficit federal.

Y es que al mismo tiempo que hablan del "gran problema del déficit", contemplan nuevos regalos fiscales.

No les importa que la amnistía fiscal anterior (2004) no haya creado prácticamente nada de nuevos puestos de trabajo, ya que los ejecutivos corporativos ansiosamente se embolsillaron el dinero.

Ahora, los republicanos están de nuevo alegando que otra "amnistía fiscal" permitirá a las empresas el repatriar sus riquezas, lo que pondrá nuevamente a trabajar a los estadounidenses

Mitt Romney, ex-candidato presidencial del Partido Republicano, dijo que ese dinero en efectivo generaria "cientos de miles, si no millones de buenos puestos de trabajo permanentes en el sector privado".

Dado que las empresas estadounidenses ya están sentadas sobre cientos de miles de millones, esa afirmación va en contra de lo que es "Economía Básica I".

Lo que la amnistía fiscal si hace, es aumentar el precio de las acciones.

De acuerdo con un análisis realizado por "JP Morgan", dos tercios de los millones de dólares que iban a ser devueltos al país irían para compra de acciones, y recompras de dividendos en lugar de para crear nuevos empleos.

"JP Morgan" tiene una gran participación en ese debate - al igual que los beneficiarios del rescate bancario: Citigroup, Bank of America y Goldman Sachs.

En conjunto, esos cuatro gigantes financieros tienen $87 mil millones en ganancias libres de impuestos almacenadas en el extranjero.

Eso es similar a los beneficios depositados en ultra mar de Pfizer y Merck ($89 mil millones).

Los gigantes tecnológicos Cisco y Microsoft tienen más de 61 mil millones dólares que les gustaría traer a casa, mientras que las empresas petroleras Exxon y Chevron tienen otros $56 mil millones.

La empresa que tiene más que ganar, por el momento - con reservas del orden de los 94 mil millones dólares - es General Electric.

La manía republicana para recompensar a los ricos con reducciones de impuestos se ha vuelto tan deformada que las reglas normales de Presupuesto ya no parecen aplicarse.

Argumentando en favor de una extensión de los recortes fiscales de Bush, el Senador Kyl reveló lo que bien podría servir como Credo para un Partido de ricos:

"Usted nunca debería tener que compensar el costo de una decisión deliberada para reducir las tasas de impuestos a los estadounidenses".

La misma regla, por supuesto, no se aplica a los gastos para los pobres.

En el mismo momento en que pidió más regalos para favorecer a los ricos, Kyl también luchaba para negarle los beneficios de desempleo a millones de estadounidenses.

"Continuar dandole a la gente compensación por desempleo", se burló, "es un desincentivo para que busquen trabajo".

En retrospectiva, pienso que el verdadero vencedor de las elecciones legislativas del 2010 no fue el Tea Party, ni el Presidente de la Cámara, John Boehner, fue ...Grover Norquist.

Lo que ha ocurrido en los últimos años es que Grover tiene a los soldados en el campo de batalla.

La gente del Tea Party, toman órdenes de él, y de hecho, el 98% de los republicanos de la Cámara han firmado el "compromiso anti-impuestos de Norquist" - que incluye una segunda disposición, poco conocida, que juega un papel clave en la debacle actual - el techo de la deuda.

Además de prometer no subir los impuestos, los políticos que firman la Promesa, prometen el eliminarlos.

Así es!

Norquist insiste en que esas medidas son necesarias para obligar al Gobierno a controlar el gasto.

"No estoy centrado en el déficit. La métrica que importa es mantener el gasto bajo", dice.

Pero en el mundo real, el efecto del "Juramento Norquist", es evitar que el Gobierno reduzca su déficit eliminando las exenciones de impuestos de los ricos.

En total, los recortes de impuestos le cuestan al gobierno 1,200,000,000,000 dólares cada año - mucho más que los gastos de defensa (744,000 millones dólares), Medicare y Medicaid (719 mil millones dólares) o el Seguro Social (701 mil millones dólares).

Y la mayoría de los beneficios - piense en ellos como subsidios gubernamentales entregados a través del Código de Impuestos – van a parar a los bolsillos de los ricos.

El 1% más rico, recibe el 13.5% de las subvenciones - casi el doble de lo que reciben el 80% por ciento de las otras personas.

Bajo la promesa de Norquist, los legisladores tienen prohibido poner fin a cualquier tipo de rebaja de impuestos.

Absurdo o no, la intransigencia Republica respecto de los gastos fiscales mató la negociación que el Presidente Obama propuso durante la ya famosa disputa del "techo de la deuda:.

A cambio de otorgar un $1 billón en recortes al "gasto social", la "seguridad nacional", y otros $650 mil millones al Medicare, Obama pidió a los republicanos el deshacerse de US$1.2 billones en subsidios fiscales.

Obama no estaba hablando de aumentar los impuestos, estaba hablando de la eliminación de algunos de los recortes fiscales para los ricos, mismos que deberían haber sido eliminados hace mucho tiempo, pero con tantos republicanos comprometidos con Norquist, Boehner, se vio obligado a rechazar la oferta del Presidente.

Y es que Norquist tiene aterrorizados a todos los Republicanos.

La batalla sobre el "techo de la deuda" pone de relieve la rápida evolución de los republicanos como un Partido para ricos.

Los ahorros presupuestarios previstos en el compromiso que los republicanos terminarón acordando - $2,100,000,000,000 - ni siquiera empiezan a pagar por los gastos ocasionados por los recortes de impuestos de Bush.

En su primera década, los recortes terminaron privando a la Tesorería Nacional de 2.5 billones de dólares - con el 38% del dinero favoreciendo al uno por ciento de los estadounidenses más ricos.

Y a pesar de su discurso de querer reducir el Déficit Fiscal, los republicanos han ayudado a crearlo subsidiando a los ricos.

Mientras tanto, el ingreso promedio del 90% de los contribuyentes se ha mantenido prácticamente sin cambios durante los últimos 15 años, pero los del 1% han visto crecer sus ingresos más del doble.

Traducido a Salario, eso significa que la mayoría de los estadounidenses han recibido un aumento de $1.50 por hora desde que el Partido Republicano comenzó a reducir los impuestos en el 1997, y la élite de la sociedad estadounidense, por su parte, ha visto su ingreso elevarse en $10,000 por hora.

América se convirtió de una nación con una clase media próspera, protegida por la fuerza de un Código Tributario progresivo – una que exigia que la mayoría se beneficiase de la prosperidad - en una en la que el Partido de los ricos ha logrado romper el equilibrio de la equidad.

Hoy en día, el sistema tributario deja de ser progresista cuando se llega a la cima de los más ricos, ya que mientras se es más rico, menor es la carga fiscal relativa.

"Estados Unidos se ha convertido en una plutocracia, donde la gente rica, se hace más rica favoreciendose de los impuestos", ha dicho Warren Buffett.

Lejos de crear la famosa economía del boroneo tan prometida por Reagan, la llevada a cabo por el Partido Republicano moderno es un chorro hacia arriba.

Bajo el liderazgo del líder de la mayoría Eric Cantor, y el radicalizado Caucus del Partido Republicano, la Cámara está impulsando una Agenda depredadora para una nueva era dorada de los ricos.

Cada movimiento que los republicanos hacen - ya sea para destripar las protecciones al consumidor, hacer retroceder las regulaciones medio ambientales, subsidiar los agronegocios, abolir la reforma de salud o no realizar la reforma migratoria, es coherente con su programa general: Enriquecer a los individuos y las corporaciones más ricas de la nación, incluso si se requiere tomar préstamos a China, desmantelar el Medicare o eliminar a la clase media.

Con el país aún sumido en la peor crisis financiera desde la década del 1930, los republicanos han rechazado categóricamente reconocer las enseñanzas de la historia política financiera de la nación.

Uno los escucha decir que no se atreven a subir los impuestos debido a la débil economía, pero Ronald Reagan lo hizo tres veces.

Ni siquiera la rebaja del monto de la deuda de Estados Unidos, que situó a la única superpotencia del mundo, a la par en el crédito con Nueva Zelanda y Bélgica, ha dado pie para que los líderes del Partido Republicano reconsideren su jihad en favor de la riqueza.

Y hasta ahora el Congreso ofrece pocas esperanzas de que se legislará para que los ricos paguen parte del Déficit.

En una entrevista con la revista "Rolling Stone", Norquist expreso el orgullo de que el Partido Republicano se haya transformado tan profundamente desde la época de Reagan.

"Somos un Partido diferente ahora," dice.

Norquist incluso va tan lejos como para comparar a los republicanos de la época de Reagan - quienes estában dispuestos a aumentar los impuestos para fortalecer la economía - a los segregacionistas.

Y no expresa ninguna molestia respecto del impacto moral de su proyecto: Proporcionar favores a los ricos pagados por el recorte de servicios de los más necesitados.

"La idea de que el Gobierno haga dinero robando, es una idea interesante, pero ni es moral, ni justa", dice Norquist

Tal retórica extremista - que equipara la tributación al robo - es exactamente el tipo de conversación que asusta a los republicanos de la vieja guardia.

Muchos de los que lucharon por años al lado de Reagan dicen que ya no reconocen los valores tradicionales de ese Partido.

Y es que la lucha en favor de los ricos, después de todo, no es lo mismo que la defensa de las ideas de derecha.

¿Qué pasó con el sentido común?

La gente va a mirar a su alrededor en cinco o 10 años y preguntarse:

¿Qué pasó con las cosas que nos hacian sentir orgullosos y cómodos?

¿Que pasó con las escuelas, los hospitales y con muchas otras cosas buenas que teniamos?

Y van a poder señalar al Partido Republicano moderno, el del Tea Party. 

Entonces podremos decir con profunda tristeza: "Es que ahora el país es esclavo de los millonarios, ya no tenemos salvación".