Aníbal E. Melo
http://www.AnibalMelo.com
AnibalMelo@yahoo.com
El país aún se estába recuperando de
una recesión aplastante que envió flotando la cifra de desempleo al
9% durante dos años consecutivos, mientras que el Presidente,
consciente de los elevados déficits, trataba de impulsar medidas
audaces para apuntalar el balance presupuestario de la nación.
Mientras tanto y de forma encubierta, se iniciaba una gran lucha de clases.
Desde Georgia, una multitud tronó
diciendo:
"Hacemos un llamado a este
Congreso para que ponga fin a las exenciones fiscales que han hecho posible que los millonarios no paguen casi nada de impuestos".
Luego durante un acto de campaña, el
Presidente le preguntó a una multitud: "¿Creen que los
millonarios deben pagar más en impuestos que lo que paga el chofer
de un autobús?"
La multitud, que sonaba igual que los
manifestantes de "Occupy Wall Street" de hoy, rugió de
nuevo y dijo: "¡Si!"
Era el año 1985, y el Presidente,
...Ronald Reagan.
Los republicanos de hoy pueden
reverenciarlo pero el Partido de Reagan, está muerto y
enterrado.
Y es que ese Partido ha sufrido una
transformación radical al reorganizarse en torno a una idea
grotesca: Que los ricos deben hacerse más ricos, sean cuales sean
las consecuencias para el resto de los estadounidenses.
Hoy en día se ha convertido sencillamente, en el Partido de los ricos.
Ha abdicado totalmente su trabajo en
pro de actuar como regulador de la
disciplina fiscal, la responsabilidad gubernamental y el equilibrio
social.
Está en una Guerra Santa en favor de las clases más acaudaladas.
La desigualdad económica
asombrosa que ha llevado a los estadounidenses a salir a las calles a protestar, no es casual.
Ha sido impulsada en gran medida por la
guerra sin cuartel de los republicanos en favor de los pudientes.
Desde que los republicanos se dedicaron
a recortar los impuestos de los ricos en 1997, el ingreso promedio
anual de los 400 estadounidenses más acaudalados se ha más que
triplicado, mientras que su parte de la carga fiscal se ha desplomado
en 40 por ciento.
Hoy en día, un multimillonario de los
del "Top 400" paga menos del 17% de sus ingresos en
impuestos - cinco puntos porcentuales menos que una persona que gana
$26,000 al año.
La mayoría de los estadounidenses no
han crecido financieramente en los últimos 24 años, y la campaña
de ese Partido para ayudar a los más opulentos ha dejado a los Estados
Unidos sin el dinero necesario para pagar sus cuentas.
Los ingresos tributarios como
porcentaje del total de la economía se han reducido a niveles no
vistos desde antes de la Guerra con Corea - casi 20% por debajo del
promedio histórico.
Y sin embargo, el mantra del Partido
Republicano es: "Que las reducciones de impuestos impulsan el
crecimiento".
Me pregunto, ¿Cuál crecimiento?
Los republicanos defienden a los
"creadores de empleos", sobre la preservación de la
canasta familiar, la defensa de las pequeñas empresas, el Medicare
y el Seguro Social.
Casi sin excepción, cada propuesta
presentada por sus legisladores y candidatos
presidenciales está destinada a preservar o ampliar los privilegios
fiscales de los magnates.
Y la mayor parte de sus planes, que se
presentan como medidas de sentido común que ayudarán a todos los
estadounidenses, resultan en mayores impuestos para la clase media y
para los pobres.
Ahora, con millones de estadounidenses
sin trabajo, y con 1 de cada 7 familias que recurren a los cupones de
alimentos, los republicanos han respondido recortando los impuestos
de las sucesiones, extendiendo los recortes de impuestos para los
millonarios, y aprobando una amnistía fiscal para las grandes
corporaciones.
También, han afectado la
Calificación Crediticia de la nación al rechazar un acuerdo sobre
el techo de la deuda que habría reducido los déficit futuros en
billones de dólares - simplemente porque una cuarta parte de ese
dinero hubiese salido del cierre de las lagunas fiscales de los afortunados.
Comparo la nueva guardia de ese Partido con incendiarios cuya actitud es: "Vamos a conseguir lo que
queremos o el país se va al infierno".
Favorecen sacrificar servicios públicos vitales, incluyendo la educación, la
atención sanitaria y la defensa, para salvaguardar las exenciones
fiscales de las compañías petroleras, de los propietarios de yates
y de sus amos de Wall Street.
Es un círculo vicioso.
Los millonarios están utilizando su
dinero para apoyar a políticos dispuestos a crear leyes que les permitan hacerse aún más ricos, por
lo que en lugar de invertir en nuevas factorías, prefieren invertir
su dinero en Washington.
Es difícil de imaginar, pero gravar a
los más prósperos no era un punto de fricción importante en la vida
política estadounidense.
Desde el final de la "Segunda
Guerra Mundial" hasta la víspera de la Administración Reagan,
los partidos se disputaban el gasto social: Los demócratas
presionando por más, y los republicanos exigiendo menos.
Pero una vez que se acordaba el monto
del Presupuesto, ambas partes veían a los impuestos como un mecanismo
para recaudar el dinero necesario para pagar las cuentas públicas.
Eisenhower, Nixon y Ford lucharon por
impuestos más altos, mientras que el mayor recorte fue
asegurado por John F. Kennedy, a cuyas reducciones se oponían la
mayoría de los republicanos en la Cámara.
La distribución de la "carga
tributaria" no era un tema de debate.
Incluso después de los recortes de
Kennedy, la tasa impositiva máxima quedo en el 70 por ciento, el
doble del nivel actual.
Con eso fue que se pagó por las
inversiones en la infraestructura de la post-guerra, la ciencia y la
educación, que permitieron a las familias estadounidenses promedio
salir adelante.
Todo eso cambió a finales de los '70, cuando
la inflación hizo subir los salarios y empujó a la clase media
hacia los tramos impositivos más altos.
Aprovechando la ira generalizada,
Reagan le vendió al país
un recorte de impuestos que bajó la tasa superior al 50 por ciento.
Según los economistas defensores de
esa oferta, los casacudos usarían su rebaja de impuestos para estimular
la inversión y la economía.
Para Reagan y los conservadores del
Gobierno, la tinta roja resultante sería un ganar-ganar.
Fue el nacimiento del concepto de lo
que hoy se conoce como "Matar de hambre a la bestia", una
estrategia consciente para forzar los recortes en el gasto federal, a través de la bancarrota del país.
Tal como fue concebido en el 1980, el
Plan llama a los republicanos, a crear un "problema fiscal"
recortando los impuestos, para luego imponer la disciplina.
Sólo hubo un problema.
Los recortes fiscales de Reagan
dispararon el déficit federal a un nivel peligroso, y el país quedó
sumido en una profunda recesión.
Entonces, los líderes republicanos del
Congreso de inmediato "alimentaron a la bestia".
Incluso Reagan abrazó la idea de que
subir la recaudacion del Gobierno mediante los impuestos era
importante para reducir los déficits.
En 1983, subió los impuestos a la
gasolina y a la nómina.
En 1984, elevó los ingresos mediante
el cierre de las lagunas fiscales de las empresas.
La "Reforma Tributaria" del
1986 redujo la tasa máxima para los ricos a sólo el 28%, pero fue
pagado por el cierre de lagunas fiscales que dieron lugar a la mayor
subida al impuesto de sociedades en la historia de Estados Unidos.
Reagan también elevó los ingresos
mediante la abolición de las exenciones especiales de los
inversionistas.
Y aumentó los impuestos sobre las
ganancias de capital para alinearlos con los pagados por los
asalariados.
Hoy, Reagan es agasajado por la
ultra-derecha como un gran abolicionista de impuestos, pero eso no es
fiel a su registro, ya que elevó los impuestos 11 veces en ocho
años.
Eso si, terminó sembrando la semilla del
problema actual cuando dió su bendición a una organización llamada "Americans For Tax Reform".
Encabezada por Grover Norquist, "un terrorista fiscal", desde entonces, el grupo se ha convertido en un arma efectiva en la lucha por desplazar la carga
fiscal del hombro de los ricos, y hacia los de los pobres.
Recordemos que George H. W. Bush ganó la nominación
presidencial del Partido Republicano en 1988, en gran parte debido a
que firmó la promesa de "no impuestos" de Norquist.
Pero una vez en el cargo, sin embargo,
Bush trabajó para reducir el déficit federal elevando la tasa
impositiva máxima y adicionando nuevos impuestos para los yates,
aviones y los automóviles de lujo.
Tuvo el coraje de tomar medidas
correctas cuando se necesitaban.
Esa subida de impuestos ayudó a la
economía en general, y tuvo mucho que ver con la creación de la
gran expansión económica de la década de los '90.
Pero le costó las elecciones del 1992, derrota que sirvió para fortalecer la posición de Norquist en el Partido Republicano.
"La historia de Bush", dice
Norquist ahora, "es un recordatorio a los políticos de que esta
es una promesa que no se rompe".
Y lo que antes era sólo otra promesa
de campaña más, se transformó en un juramento político de sangre,
una supuesta prueba del verdadero republicanismo que pocos candidatos
se atreven a ignorar.
Luego, y después de asumir su cargo,
Clinton aprovechó la disciplina fiscal heredada de Bush para
recortar el déficit federal, equilibrar el Presupuesto y pagar la
deuda nacional.
Para ello, elevó el nivel del impuesto superior a casi el 40% y aumentó la tasa del impuesto de sociedades
al 35%.
Y aunqe eso le costó las dos Cámaras del
Congreso en las elecciones legislativas del 1994, creó la mejor economía que América haya conocido jamás.
Tras las subidas de impuestos del 1993,
la economía creció a un ritmo de un 3.2 por ciento, y se crearón
más de 11 millones de empleos.
Los salarios medios, y los ahorros se
elevaron en un 78%.
Y ya para la primavera del 1997, el deficit del Presupuesto Federal se tornaba de color rojo a negro.
Pero Newt Gingrich y sus
revolucionarios anti-impuestos ya se habían hecho cargo del Congreso
en 1994 y respondían a Norquist por completo.
En una impresionante movida de política
tributaria, los republicanos buscaron eliminar los impuestos sobre la
renta para las inversiones y abolir el de las herencias.
Bajo su plan las ganancias de capital
se colocaron al 20%.
Y claro, lejos de crear beneficios para
todos, las ganancias fueron a parar directamente a manos del
privilegiado club del 1%.
Los recortes de las ganancias de
capital dieron a los 400 principales contribuyentes una reducción de
impuestos más grande que todos los recortes fiscales dados por Bush
combinados.
Así, inició la campaña encubierta
para quebrar al sistema tributario, beneficiar a los súper-ricos y fastidiar a todos los demás.
Los recortes también ayudaron a crear
la actual exuberancia irracional de Wall Street, debido a la enorme
ventaja fiscal dada a las rentas de inversión, que hacen de su
especulación algo muy atractivo.
Por otro lado y mediante la
eliminación de las ganancias de capital sobre la venta de viviendas,
dichos recortes alimentaron la famosa "burbuja inmobiliaria".
Un estudio realizado por la "Reserva
Federal" estimó que los regalos fiscales impulsaron las
transacciones de viviendas en un 17% hasta el año 2007.
El aspecto más revelador de los
recortes de impuestos, fue el duro golpe dado contra el impuesto de
sucesiones que casi duplicó la cantidad que los ricos pueden transmitir a sus herederos sin pagar impuestos.
El primer 1.000.000 de dólares estába
exento de impuestos federales, a menos que la herencia fuese de más de
$17 millones.
En algunos casos muy raros, los ultra-ricos tienen que
pagar impuestos sobre la totalidad de su herencia.
Además, sucedió algo muy extraño????
En su redacción, el proyecto de ley
final no incluyó la excepción para los archi-ricos.
Todo el mundo estuvo de acuerdo en que
se trataba de un error, pero en lugar de corregirlo, los republicanos
bloquearon el intento de corrección, lo que significó que incluso
hasta las herencias más gordas no pagarían ningún impuesto sobre el
primer millón.
Algunos Republicanos en complicidad con
demócratas conservadores aprobarón esos recortes con
mayoría a prueba de veto, por lo que Clinton los tuvo que firmar.
Para el resto de su mandato, el Presidente tuvo que bloquear
repetidamente las demandas de recortes republicanas, una y otra, ...y otra vez.
En 1999, en un triunfo para la salud
fiscal, Clinton rechazó un masivo recorte de $792 mil millones que
afectaba los impuestos sobre las herencias y los de inversión.
Mientras tanto, el desempleo era de
soló el 4.2%.
"Nuestra prosperidad ganada nos da
la oportunidad de invertir los excedentes para afrontar retos de
largo plazo", dijó Clinton.
"Los recortes de impuestos
republicanos", advirtió proféticamente, "nos devolverían
al período de los déficits que nos llevaron a sufrir la peor
recesión desde la Gran Depresión".
Y luego, ...George W. Bush, el primer
Presidente estadounidense que gobernaría abiertamente en favor de
los súper-ricos.
Pocos meses después de asumir su
cargo, Bush firmó una gran rebaja de impuestos en favor de los
millonarios a través de la modificación del Código Tributario.
Pero en mi opinión, lo más importante
que su administración hizo en esa área, fue oponerse a la
"Armonización Fiscal", proyecto conjunto de los países
más desarrollados del mundo para eliminar los paraísos fiscales.
En ese momento, esos refugios estaban
costándole a los contribuyentes de Estados Unidos unos US$70 mil
millones al año, pero para Bush y los otros dirigentes de su
Partido, bloquear que las corporaciones pudiesen dejar su dinero en
el extranjero no era un acto de patriotismo, era uno de tiranía.
Eso animó a algunas de las compañías
más florecientes del mundo a evadir los impuestos, y dejar sus reservas en el extranjero.
En uno de los casos más notorios, en
el 2009 General Electric solicitó un reembolso de $3 mil millones, a
pesar de que sus ganancias eran de más de $14 mil millones.
Bush no se contentó con
simplemente hacer el mundo seguro para los evasores de impuestos
corporativos.
También impulsó recortes de
impuestos del orden de $1.6 billones para los más adinerados.
Sobre el papel, ...parecía que el
Gobierno Federal pronto estaría nadando en dinero.
Se proyectaba que para el 2011 la
economía federal tendría un superávit de 5.6 billones de dólares,
y se hablaba de que por generosidad, el Gobierno colocaría unos 3
billones de dólares para apuntalar la Seguridad Social y el
Medicare, pero aún quedarían unos 2000 mil millones para jugar.
Por desgracia, esas cifras eran sólo
una proyección, y no dinero en el banco.
El Presidente de la Reserva Federal,
Alan Greenspan, se lo advirtió a O'Neill, Secretario del Tesoro.
La Casa Blanca no tomó nota de tal
advertencia, y al mes de que Bush asumió su cargo, el Director de
Presupuesto, Mitch Daniels, sugirió que 5.6 billones de dólares era
probablemente un superávit demasiado pequeño.
Daniels concluyó que el plan de Bush
era "tan fiscalmente conservador" que incluso después de
recortar $1.6 billones en impuestos, resolver lo de la Seguridad
Social y dejar a un lado $900 mil millones en un fondo de
contingencia, el Gobierno aún tendría suficiente dinero para pagar
2 billones de dólares de la deuda.
Todo el mundo por un buen tiempo acepto
que esos excedentes eran reales sin reconocer, que en el momento en
que Bush asumió el cargo, la economía ya estaba desmoronandose.
La existencia de pronósticos
contradictorios - uno de sol y superávit, y otro de nubes y
contracción, deberían haber hecho sonar las alarmas en la Casa
Blanca, pero en lugar de repensar con prudencia el asunto, el equipo de Bush forjó una nueva justificación para la
reducción de impuestos: Proporcionar una sacudida a la economía.
Las dos décadas anteriores, habían
demostrado que el "trickle -down" de los recortes fiscales
no eran buenos para la economía, pero los defensores señalaban la
reducción de impuestos de Reagan del 1981, alegando que habían
estimulado el crecimiento económico.
Pero eso, no era nada más que una
bonita leyenda urbana.
La verdad es que la economía se recuperó a partir del
1982, porque la Reserva Federal derrotó la inflación, por lo que
los recortes de impuestos representaban una
bastardización del Reaganismo.
Entiendo que en principio, la
prosperidad proviene del sector privado, pero los republicanos de hoy
se han convertido en una Cámara de Comercio Keynesiana, que
utilizan la política fiscal para castigando, supuestamente estimular e impulsar la economía.
El Partido de los Ricos, en esencia,
estaba ofreciendo una versión retorcida de las políticas del "New
Deal" que hasta un "laissez -faire republicano" como
Reagan había rechazado.
Disfrazar los regalos fiscales con un
traje de "Estímulo" ayudó a oscurecer el verdadero
propósito del plan de Bush.
Pocos días después de la
inauguración, O'Neill le dijo a Bush que él tenía la "gran
oportunidad" de obtener acción rápida sobre los recortes de
impuestos si se los enmarcaba como reducción de
impuestos frente a una posible recesión.
Bush encargó al Vice-Presidente Dick
Cheney para sacar adelante el plan.
Ya que la economía empeoraba, el
Secretario del Tesoro habló con el Presidente sobre su preocupación
por los recortes de impuestos.
O'Neill le dijo a Bush que se debia
incluir un mecanismo de "freno de los recortes", para el caso de que
el superávit previsto no se materializace.
Esa era una buena idea, pero nunca hubo interés en ella por parte de la Administración Bush.
En mi opinión, el rechazo del plan
alternativo para detener los recortes, nos dice que en realidad los
mismos no fueron diseñados para impulsar la economía, sino para
forzar el tipo de recorte defendido por Grover Norquist y otros
activistas de ultra derecha.
La idea de "matar de hambre a la
bestia" era el punto.
Al final, Bush exageró los beneficios
de su plan, haciendo hincapié en lo mucho en impuestos que se
ahorraría una Camarera.
Pero la verdad, estaba en el peldaño
superior de la escala de ingresos.
Por 10 años, los
perceptores de ingresos podrían esperar tener en sus bolsillos unos
$744 extras al año.
La Camarera podría tener el dinero
suficiente para cambiar las ruedas de su auto, pero el 1%, en tanto,
recibiría más de $340,000 al año en promedio, lo suficiente para
comprarse un Bentley.
Para enmascarar esa flagrante
desigualdad, los republicanos inaugurarón el recorte de impuestos
enviándo millones de cheques por correo.
En el primer año del acuerdo, los del 1%
podrían embolsarse sólo el 7% de los recortes de impuestos, pero
para cuando los recortes expirasen en el 2010, los ricos estarían
guardandose más de la mitad de sus ganancias.
Lo que es más, los recortes fueron
vilmente diseñados para que los propietarios de pequeñas empresas y
profesionales de la clase media alta - sobre todo los que ganaban
entre $200,000 y $500,000 al año - viesen hasta tres cuartas partes
de sus rebajas de impuestos erosionados por el Impuesto Mínimo
Alternativo, un gravamen que el Congreso originalmente creó para
impedir que la gente rica hiciese trampa al llenar sus planillas.
En aquel momento, Cheney usó el dinero
"ahorrado" para buscar financiar otro favor exclusivamente para
los ricos: Nuevos recortes en los impuestos sobre el
patrimonio.
Finalmente, en mayo del 2001, los
republicanos de la Cámara votaron al unísono para aprobar los
recortes de Bush, que despejaron el Senado con el apoyo
de 45 republicanos y 12 demócratas conservadores.
Pero entonces, ...la realidad
intervino.
El estallido de la "burbuja de los
punto com", seguido de los ataques del 11 de Septiembre, inclinaron a la economía hacia una recesión, pero en lugar de invertir
sus supuestos, los republicanos se unieron en torno a otro sorteo
para favorecer de nuevo a los ricos.
Otra ley aprobada por la Cámara, ordenó cheques de
reembolso en favor de gigantes corporativos, por impuestos pagados en
el pasado.
Según el proyecto, 16 empresas de la
"Lista Fortune 500" recibirían cada una $100 millones o
más - incluyendo $1.4 mil millones para IBM; $671.000.000 para GE; y
$254 millones para Enron.
Finalmente, se produjo un "Paquete
de Estímulo" que extendió los beneficios de desempleo de la
clase media y concedió incentivos fiscales a las empresas para
nuevas inversiones.
Al año siguiente, después de que el
Partido Republicano recuperó el control del Senado y amplió su
mayoría en la Cámara, Cheney inmediatamente empujó otro recorte de
impuestos para los más ricos.
Otra atrocidad!
En ese momento, cualquier justificación
económica para otorgar una reducción de impuestos se había
desvanecido.
El 11 de Septiembre, la recesión y los
recortes fiscales del 2001 ya habían sumido al país en $158 mil
millones de números rojos.
El espejismo del excedente futuro había
desaparecido, reemplazado con una previsión de que Estados Unidos
acumularía unos 3 billones de dólares en deudas para el 2012.
Pero en lugar de poner freno, Cheney estaba decidido a acelerar, y para
recompensar aún más a los ricos, quería recortar los impuestos
sobre las ganancias de capital y los dividendos de las empresas.
Para asegurar eso, sin embargo, Cheney tendría que superar la oposición no
sólo de Alan Greenspan, sino de los principales asesores de Bush.
El Presidente de la Reserva Federal le
había presentado a Cheney unas 20 páginas de análisis
econométricos que mostraban que los elevados déficits fueron
causados por los recortes en los impuestos y que hundirían el
crecimiento a largo plazo.
En lugar de comunicarle la alarma de
Greenspan a Bush, Cheney encargó que se redactase un Memo disputando
el Estudio, que alegremente desestimó las proyecciones de la
Reserva Federal como "completamente equivocadas".
En Noviembre del 2002, en una reunión
en la Casa Blanca entre el Presidente y sus principales asesores
económicos, se mostraron previsiones de la propia Administración
que mostraban que la economía, supuestamente, ya se había
recuperado.
Pero algunos aliados de Bush alertaban
sobre los peligros de realizar una nueva reducción de impuestos.
"Esto crea un agujero grande en el
Presupuesto", le dijo Josh Bolten al Presidente.
"El déficit presupuestario es
cada vez más profundo", añadió Daniels, "y los estamos
proyectando todo el camino hasta el final del segundo mandato".
O'Neill le advirtió al Presidente de
que una "reducción de impuestos que beneficiase principalmente
a los inversores ricos" podría poner en peligro la prosperidad
en ciernes.
Y hasta el propio Bush expresó sus
reparos en hacer más recortes en favor de los ricos.
Pero Cheney estaba impaciente.
Cuando O'Neill advirtió a Bush de que
Estados Unidos se encaminaba hacia una gran "crisis fiscal",
el Vice-Presidente, dijo: "Ronald Reagan demostró que los
déficits no importan".
Un verdadero estudiante de Reagan
habría entendido que el 2002 era un momento para aumentar los
impuestos, no para bajarlos.
En el 1981, Reagan dejo de lado su
ideología y aumentó los impuestos poniendo las necesidades del país
por encima de sus deseos.
El padre de Bush también había
aumentado los impuestos para evitarle déficits masivos a las
generaciones futuras.
Por otra parte, el Gobierno de Bush
ya se había comprometido en una guerra costosa en Afganistán, y
estaba al borde de la invasión de Irak.
Históricamente, las administraciones
republicanas y demócratas habían enfrentado las cargas financieras
de las guerras aumentando los impuestos, pero se trataba de un nuevo
Partido, uno determinado a mimar a los ricos.
Como dijo el entonces líder de la
mayoría Republicana Tom DeLay: "No hay nada más importante en el rostro de
una guerra que la reducción de los impuestos".
Cheney se propuso eliminar a cualquiera
que se interpusiese en su camino.
Llamó a O'Neill y le exigió la renuncia como Secretario del Tesoro.
También prescindió del Asesor
Económico Larry Lindsey, cuya franca evaluación de los posibles
costos de la guerra de Irak había amenazado con descarrilar los
recortes de impuestos.
Pero algunos Republicanos del Congreso
que se oponian a crear nuevos recortes no podían ser
eliminados.
Voinovich y la Senadora Olympia Snowe
de Maine, fueron convocados a la Casa Blanca para una reunión con
Bush y Cheney.
"El Presidente quería casi un
billón de dólares cuando empezó con nosotros", recuerda
Voinovich.
Estaban trabajando en nosotros:
"Necesitamos más, ...necesitamos más".
Los senadores asintieron a apoyar un
paquete más pequeño - aunque en retrospectiva, Voinovich dice, "no
debería haber habido recortes".
"Sólo pienso en dónde estaríamos
si hubiésemos escuchado al Presidente, dice amargamente.
"¿En dónde estaríamos hoy? Oh,
Dios mío!"
Al final, ...la voz de Cheney era lo único
que importaba.
En abril del 2003, cuando el proyecto
de ley se conocio, quedo estancado en el Senado 50-50, pero el
Vice-Presidente emitió el "Si" decisivo.
Ahora, los beneficios eran aún más
inclinados en favor de los ricos que los primeros recortes de
impuestos de Bush.
Y fueron financiados por el déficit.
La medida no sólo fue un combustible
para la especulación en Wall Street, sino que amplió aún más la
considerable brecha entre ricos y pobres.
Fue una combinación destructiva para
la política económica nacional ya que estimuló las ganancias de
capital financiadas con deuda y luego colocó la tributación sobre
las ganancias en la tasa más baja imaginable, lo que contribuyó,
sin duda, al creciente desequilibrio entre los ingresos de los
hogares.
Pero los republicanos no se detuvieron
allí.
Al año siguiente, 2004, aprobaron el poco
conocido "American Jobs Creation Act".
Esa ley permitió a las
empresas el traer miles de millones en ganancias que habían
acumulado en paraísos fiscales en el extranjero - la misma fuga de
capital que Bush había bendecido al torpedear el Plan de "armonización"
de los impuestos tres años antes.
En virtud de la amnistía fiscal, las
empresas repatriaron $300 mil millones en ganancias escondidas.
Pero en lugar de pagar la tasa
impositiva corporativa nominal del 35, fueron gravados en sólo 5.25
por ciento.
El título del proyecto de ley no le
sirvió de nada, ya que las empresas invirtieron muy poco en crear los 500,000 nuevos puestos de trabajo que los
republicanos habían prometido.
De hecho muchas de las empresas que
recibieron las rebajas de impuestos más grandes, en realidad
recortaron puestos de trabajo.
Hewlett-Packard despidió a 14,500
trabajadores, un despido por cada millón que trajo del extranjero.
En total, según un análisis realizado
por la "Oficina Nacional de Investigación Económica",
hasta el 92% del dinero fue entregado a los principales ejecutivos y
accionistas en un frenesí de pago de dividendos y recompra de
acciones.
Y gracias a los recortes a los
ingresos de inversión del año anterior, los millonarios terminaron
pagando menos impuestos que una Camarera de un Restaurante.
En el 2006, cuando los demócratas recuperaron el
control de la Cámara y del Senado, se detuvo temporalmente
la borrachera Republicana de tomar préstamos al Tesoro para darle
recortes de impuestos a los ricos, pero eso no impidió que encontrasen otras maneras.
A medida que la economía se derrumbó
en el 2008, el Gobierno de Bush utilizó la crisis para dar una
limosnita extra a los bancos del país.
En el marco del "Plan de Rescate
TARP", supervisado por el Secretario del Tesoro y ex-Director
Ejecutivo de Goldman Sachs, Hank Paulson, los contribuyentes se
vieron obligados a darle a los bancos $254,000,000,000.
Paulson entregó el dinero a los bancos sin exigirles condiciones, ni rendición de cuentas, ni
transparencia.
Y al igual que con los beneficios de
ultra mar, los bancos utilizaron el dinero para llenar los bolsillos
de sus ejecutivos e inversionistas.
Vistos en conjunto, los años de Bush
demuestran que la teoría de que los recortes de impuestos para los
ricos estimulan el crecimiento económico no funciona.
"Cuando los ricos se hacen más
ricos, todo el mundo se beneficia", es una frase errada, y
representa la filosofía de la "economía del boroneo" que
ha sido desmentida por los resultados.
En mi opinión, Bush y Cheney
demostraron de una vez y por todas que los recortes de impuestos para
los ricos únicamente logran dos cosas: Bajo crecimiento y mayor
desigualdad social.
Los esfuerzos frenéticos del Partido
Republicano para favorecer a los ricos durante la era Bush
coincidieron con la expansión económica más débil desde la
Segunda Guerra Mundial, la única en la historia moderna de Estados
Unidos en el que los salarios de las familias trabajadoras en
realidad decayeron y la pobreza aumentó.
Y la poca expansión que Bush produjo,
culminó en la peor crisis fiscal desde la Gran Depresión.
Ese muerto pertenece a Dick Cheney, a
Grover Norquist y su pandilla.
Al ver como la economía se hundia, los
republicanos no tuvieron más remedio que
elevar el déficit a corto plazo con el lanzamiento de una campaña
masiva de gasto federal para evitar una depresión a nivel mundial.
Pero incluso el "Estímulo"
de $787 mil millones diseñado por el Presidente Obama fue
obstaculizado, ya que los republicanos insistieron en que casi el 10%
se destinará para financiar el impuesto mínimo alternativo, legado de
los recortes de impuestos de Bush para los ricos.
Y es que desde el comienzo de la
presidencia de Obama, los republicanos iniciaron una campaña
calculada, para proteger los privilegios fiscales de los
estadounidenses más poderosos.
Su objetivo fue explicado por el
Congresista Eric Cantor durante el apogeo de los debates sobre el
"Plan de Estímulo":
"No habrá aumento de impuestos
para pagar los gastos. Los Republicanos insistimos en
que cualquier Paquete de Estímulo incluya una
disposición que impida los aumentos, ahora o en el
futuro" declaró.
Es increible, después de haber creado
los mayores déficits de la historia estadounidense, los republicanos
de repente regresaban a su vieja retórica de criticar el déficit.
Cuando Bush, decían que la historia
enseñaba que los déficits no importaban, pero de repente, cuando Obama,
el déficit si importa.
La batalla llegó a su punto álgido
durante la Reforma de Salud.
Para entender verdaderamente la causa
de la oposición del Partido Republicano a Obamacare, es crucial
entender cómo se financia.
La mayor fuente de fondos proviene de
aumentar los impuestos a travez de los ingresos de inversión.
Según el "Centro de Política
Tributaria", los estadounidenses que ganan más de $1 millón al
año pagarán $37,381 extra en impuestos anualmente.
Los 400 principales contribuyentes
contribuirían con un promedio de $11.000.000 cada uno.
Pocas veces en la historia de los
Estados Unidos se le ha impuesto algo de manera tan eficaz a los
miembros del uno por ciento.
Tomó a los Republicanos unos cuatro
meses para averiguar cuánto odiaban a ObamaCare.
La rabia republicana contra el plan de
cuidado de la salud del Presidente tiene mucho menos que ver con el
"tamaño del Gobierno" o con el "mandato individual"
que con el golpe a la clase inversionista.
Si ObamaCare no es derogado y los
recortes de Bush se eliminan, los ricos pagarán un impuesto del 23.8%
sobre las ganancias de capital - más de lo que era desde el 1997.
La reforma de salud, se quejó el "Wall
Street Journal", no es más que una "forma tramposa"
para librar una "guerra contra los ricos".
Por otro lado, un elemento clave de la
guerra de los republicanos en contra de los pobres se consolidó con
la sorpresiva elección de Scott Brown para reemplazar al difunto
Senador Ted Kennedy en enero del 2010.
Como candidato, Brown hizo su campaña
utilizando su vieja camioneta GMC.
"Me encanta este viejo camión, me
ha llevado más cerca de la gente", decia Brown.
Pero su verdadera lealtad era para sus
donantes ricos: Los multimillonarios hermanos Koch, quienes financiaron
al Tea Party, y al propio Brown con una inversión de más de 450,000
dólares.
Tan pronto como fue juramentado, Brown
se dedicó a eliminar la llamada "Regla Volcker", que fue
diseñada para impedir que las grandes instituciones financieras
usasen su dinero para hacer apuestas especulativas en el mercado de
valores.
Al acordar proporcionarle a los
demócratas el crucial Voto # 60 para la "Reforma Financiera",
Brown aseguró la exención de la "Regla Volcker",
movimiento que benefició directamente a gigantes financieros con
sede en Massachusetts como Fidelity y MassMutual.
Brown insistió también en que a los
gigantes de Wall Street que causaron el colapso financiero - bancos
como Goldman Sachs y JP Morgan Chase – se les permitiese trabajar
con capital subsidiado por los contribuyentes.
Brown obligó a los demócratas a
eliminar un impuesto sobre los Fondos de Cobertura que fue diseñado
para generar 19 mil millones de dólares para pagar los costos de la
Reforma Financiera.
Como resultado, los consumidores y los
pequeños bancos tuvieron que pagar los platos rotos.
Y claro, Brown, fue recompensado por
sus esfuerzos pro Wall Street.
En tres semanas, recaudó US$140,000
dólares provenientes de las grandes firmas financieras, incluyendo
Fidelity y MassMutual, Goldman Sachs y JP Morgan.
Cuando los republicanos recuperaron el
control de la Cámara en las elecciones legislativas del 2010,
siguieron el ejemplo de Brown y se movieron con rapidez para crear
más déficits en nombre de proteger a los ricos.
A pocos días de las elecciones, los
republicanos no sólo aseguraron una extensión de dos años de los
recortes de impuestos de Bush para los ricos, sino que también
permitieron a los herederos más ricos de Estados Unidos el heredar
millones de dólares sin tener que pagar ni un centavo en impuestos.
En total, esos dos favores que el
Partido Republicano le hizo a sus mayores donantes, sumaron otros 858
mil millones a la deuda nacional, una cantidad mayor que la añadida
por el "Plan de Estímulo" de Obama, al que los
republicanos se opusieron tan amargamente.
El Partido Republicano filibusteó el
esfuerzo liderado por los demócratas para extender los recortes
fiscales de Bush para los primeros $250,000 de ingresos.
La línea dura de ese Partido – que
tenia apenas el apoyo de un tercio de los votantes - regaló $90 mil
millones extras a los estadounidenses más ricos, estableciendo un
precedente para posteriores diabluras que costarían cerca de $1
billón en los próximos diez años.
Al mismo tiempo, ese Partido lidereó el
aumentó de los impuestos para las parejas que ganan menos de 40,000
dólares al año - y ofreció gran parte del dinero extra en favor de
las parejas que ganan más de $200.000.
Obama estuvo de acuerdo con esta masiva
transferencia de riqueza con el fin de retener los recortes fiscales
de Bush para la Clase Media - pero lo único importante que obtuvo a
cambio fue una extensión de un año en el "subsidio por
desempleo" de larga duración .
Pero todo eso palidece frente a lo que
el Partido Republicano hizo luego para destripar el impuesto sobre el
patrimonio.
Con la expiración de los recortes de
impuestos de Bush, el impuesto de Sucesiones volvió al mismo nivel
existente en la era Clinton: Exención del primer $1 millón, y tasa
de impuestos para las haciendas más ricas al 55 por ciento.
Obama acordó elevar la exención a $5
millones y reducir la tasa impositiva máxima a un 35%, algo
demandado por el Senador Republicano, Jon Kyl de Arizona, para apoyar
las negociaciones de Obama con Rusia respecto de un posible tratado
sobre el Arsenal Nuclear.
Sorprendentemente, el acuerdo en
realidad edulcoró el trato que los super-ricos habían recibido en
el 2009, dejandoles a los herederos de los más ricos unos $23,000
millones extra.
De hecho, en los términos que Kyl
exigió, el Gobierno Federal gastará más para eliminar o reducir
los impuestos de 100,000 personas ricas, que lo que va a gastar para
extender los beneficios de 7 millones de estadounidenses
desempleados.
Y en un detalle poco conocido, también
se creó un vacío legal que permite a las parejas más ricas el
donar hasta $10 millones a un hijo - mientras todavía se está vivo -
sin pagar un centavo de impuestos.
Eso significa que los ricos pueden
descargar su riqueza antes de que se incremente, y evadir por ejemplo, impuestos inmobiliarios más altos en
el futuro.
Ahora, los ricos tienen una oportunidad
sin precedente para impulsar el valor de sus Bienes Raíces sin pagar
impuestos.
Según los historiadores de impuestos,
las nuevas reglas crean el entorno fiscal más generoso para las
transferencias de riqueza desde el 1931.
Pero todo eso, es sólo parte del plan
del Partido Republicano y sus exigencias en favor de los ricos.
Más tarde, los republicanos en la
Cámara de Representantes aprobaron un Presupuesto que habría
recortado los impuestos sobre las rentas de las empresas y los
estadounidenses más ricos a sólo el 25% - un regalo que se habría
financiado al duplicar los pagos, de los bolsillos, de los futuros
jubilados beneficiarios del Medicare.
También y por otro lado, Republicanos
como Cantor han presionado por una repetición del "American
Jobs Creation Act", respaldando una nueva amnistía fiscal que
permita que gigantes corporativos como Apple y Pfizer traigan
1,400,000,000,000 en ganancias que se encuentran en el exterior y
gravarlas sólo al 5.25 por ciento - un favor para los ricos que
agregaría otros $79 mil millones al déficit federal.
Y es que al mismo tiempo que hablan del
"gran problema del déficit", contemplan nuevos regalos
fiscales.
No les importa que la amnistía fiscal
anterior (2004) no haya creado prácticamente nada de nuevos puestos de
trabajo, ya que los ejecutivos corporativos ansiosamente se
embolsillaron el dinero.
Ahora, los republicanos están de nuevo
alegando que otra "amnistía fiscal" permitirá a las
empresas el repatriar sus riquezas, lo que pondrá nuevamente a
trabajar a los estadounidenses
Mitt Romney, ex-candidato presidencial
del Partido Republicano, dijo que ese dinero en efectivo generaria
"cientos de miles, si no millones de buenos puestos de trabajo
permanentes en el sector privado".
Dado que las empresas estadounidenses
ya están sentadas sobre cientos de miles de millones, esa afirmación va en contra de lo que es "Economía Básica I".
Lo que la amnistía fiscal si hace, es
aumentar el precio de las acciones.
De acuerdo con un análisis realizado
por "JP Morgan", dos tercios de los millones de dólares
que iban a ser devueltos al país irían para compra de acciones, y
recompras de dividendos en lugar de para crear nuevos empleos.
"JP Morgan" tiene una gran
participación en ese debate - al igual que los beneficiarios del
rescate bancario: Citigroup, Bank of America y Goldman Sachs.
En conjunto, esos cuatro gigantes
financieros tienen $87 mil millones en ganancias libres de impuestos
almacenadas en el extranjero.
Eso es similar a los beneficios
depositados en ultra mar de Pfizer y Merck ($89 mil millones).
Los gigantes tecnológicos Cisco y
Microsoft tienen más de 61 mil millones dólares que les gustaría
traer a casa, mientras que las empresas petroleras Exxon y Chevron
tienen otros $56 mil millones.
La empresa que tiene más que ganar,
por el momento - con reservas del orden de los 94 mil millones
dólares - es General Electric.
La manía republicana para recompensar
a los ricos con reducciones de impuestos se ha vuelto tan deformada
que las reglas normales de Presupuesto ya no parecen aplicarse.
Argumentando en favor de una extensión
de los recortes fiscales de Bush, el Senador Kyl reveló lo que bien
podría servir como Credo para un Partido de ricos:
"Usted nunca debería tener que
compensar el costo de una decisión deliberada para reducir las tasas
de impuestos a los estadounidenses".
La misma regla, por supuesto, no se
aplica a los gastos para los pobres.
En el mismo momento en que pidió más
regalos para favorecer a los ricos, Kyl también luchaba para
negarle los beneficios de desempleo a millones de estadounidenses.
"Continuar dandole a la gente
compensación por desempleo", se burló, "es un
desincentivo para que busquen trabajo".
En retrospectiva, pienso que el verdadero vencedor
de las elecciones legislativas del 2010 no fue el Tea Party, ni el
Presidente de la Cámara, John Boehner, fue ...Grover Norquist.
Lo que ha ocurrido en los últimos años
es que Grover tiene a los soldados en el campo de batalla.
La gente del Tea Party, toman órdenes
de él, y de hecho, el 98% de los republicanos de la Cámara han
firmado el "compromiso anti-impuestos de Norquist" - que
incluye una segunda disposición, poco conocida, que juega un papel
clave en la debacle actual - el techo de la deuda.
Además de prometer no subir los
impuestos, los políticos que firman la Promesa, prometen el eliminarlos.
Así es!
Norquist insiste en que esas medidas
son necesarias para obligar al Gobierno a controlar el gasto.
"No estoy centrado en el déficit.
La métrica que importa es mantener el gasto bajo", dice.
Pero en el mundo real, el efecto del
"Juramento Norquist", es evitar que el Gobierno reduzca su
déficit eliminando las exenciones de impuestos de los ricos.
En total, los recortes de impuestos le
cuestan al gobierno 1,200,000,000,000 dólares cada año - mucho más
que los gastos de defensa (744,000 millones dólares), Medicare y
Medicaid (719 mil millones dólares) o el Seguro Social (701 mil
millones dólares).
Y la mayoría de los beneficios -
piense en ellos como subsidios gubernamentales entregados a través
del Código de Impuestos – van a parar a los bolsillos de los
ricos.
El 1% más rico, recibe el 13.5% de las
subvenciones - casi el doble de lo que reciben el 80% por ciento de
las otras personas.
Bajo la promesa de Norquist, los
legisladores tienen prohibido poner fin a cualquier tipo de rebaja de
impuestos.
Absurdo o no, la intransigencia
Republica respecto de los gastos fiscales mató la negociación que
el Presidente Obama propuso durante la ya famosa disputa del "techo de la deuda:.
A cambio de otorgar un $1 billón en
recortes al "gasto social", la "seguridad nacional",
y otros $650 mil millones al Medicare, Obama pidió a
los republicanos el deshacerse de US$1.2 billones en subsidios
fiscales.
Obama no estaba hablando de aumentar
los impuestos, estaba hablando de la eliminación de algunos de los recortes
fiscales para los ricos, mismos que deberían haber sido eliminados
hace mucho tiempo, pero con tantos republicanos comprometidos con
Norquist, Boehner, se vio obligado a rechazar la oferta del
Presidente.
Y es que Norquist tiene aterrorizados a todos los
Republicanos.
La batalla sobre el "techo de la
deuda" pone de relieve la rápida evolución de los republicanos
como un Partido para ricos.
Los ahorros presupuestarios previstos
en el compromiso que los republicanos terminarón acordando -
$2,100,000,000,000 - ni siquiera empiezan a pagar por los gastos
ocasionados por los recortes de impuestos de Bush.
En su primera década, los recortes
terminaron privando a la Tesorería Nacional de 2.5 billones de
dólares - con el 38% del dinero favoreciendo al uno por ciento de los estadounidenses más ricos.
Y a pesar de su discurso de querer reducir el Déficit Fiscal, los republicanos han ayudado a crearlo subsidiando a los ricos.
Mientras tanto, el ingreso promedio del
90% de los contribuyentes se ha mantenido prácticamente sin cambios
durante los últimos 15 años, pero los del 1% han visto crecer sus
ingresos más del doble.
Traducido a Salario, eso significa que
la mayoría de los estadounidenses han recibido un aumento de $1.50
por hora desde que el Partido Republicano comenzó a reducir los
impuestos en el 1997, y la élite de la sociedad
estadounidense, por su parte, ha visto su ingreso elevarse en $10,000 por hora.
América se convirtió de una nación
con una clase media próspera, protegida por la fuerza de un Código
Tributario progresivo – una que exigia que la mayoría se
beneficiase de la prosperidad - en una en la que el
Partido de los ricos ha logrado romper el equilibrio de la equidad.
Hoy en día, el sistema tributario deja
de ser progresista cuando se llega a la cima de los más ricos, ya que mientras se es más rico, menor es la carga fiscal relativa.
"Estados Unidos se ha convertido
en una plutocracia, donde la gente rica, se hace más rica
favoreciendose de los impuestos", ha dicho Warren Buffett.
Lejos de crear la famosa economía del
boroneo tan prometida por Reagan, la llevada a cabo por el Partido
Republicano moderno es un chorro hacia arriba.
Bajo el liderazgo del líder de la
mayoría Eric Cantor, y el radicalizado Caucus del Partido
Republicano, la Cámara está impulsando una Agenda depredadora para
una nueva era dorada de los ricos.
Cada movimiento que los republicanos
hacen - ya sea para destripar las protecciones al consumidor, hacer
retroceder las regulaciones medio ambientales, subsidiar los
agronegocios, abolir la reforma de salud o no realizar la reforma
migratoria, es coherente con su programa general: Enriquecer a los
individuos y las corporaciones más ricas de la nación, incluso si
se requiere tomar préstamos a China, desmantelar el Medicare o eliminar a la clase media.
Con el país aún sumido en la peor
crisis financiera desde la década del 1930, los republicanos han
rechazado categóricamente reconocer las enseñanzas de la historia
política financiera de la nación.
Uno los escucha decir que no se atreven
a subir los impuestos debido a la débil economía, pero Ronald
Reagan lo hizo tres veces.
Ni siquiera la rebaja del monto de la
deuda de Estados Unidos, que situó a la única superpotencia del
mundo, a la par en el crédito con Nueva Zelanda y Bélgica, ha dado
pie para que los líderes del Partido Republicano reconsideren su
jihad en favor de la riqueza.
Y hasta ahora el Congreso ofrece pocas
esperanzas de que se legislará para que los ricos paguen parte del Déficit.
En una entrevista con la revista
"Rolling Stone", Norquist expreso el orgullo de que el
Partido Republicano se haya transformado tan profundamente desde la
época de Reagan.
"Somos un Partido diferente
ahora," dice.
Norquist incluso va tan lejos como para
comparar a los republicanos de la época de Reagan - quienes estában
dispuestos a aumentar los impuestos para fortalecer la economía - a
los segregacionistas.
Y no expresa ninguna molestia respecto
del impacto moral de su proyecto: Proporcionar favores a los ricos
pagados por el recorte de servicios de los más necesitados.
"La idea de que el Gobierno haga
dinero robando, es una idea interesante, pero ni es moral, ni justa",
dice Norquist
Tal retórica extremista - que equipara la tributación al robo - es exactamente el tipo de conversación que
asusta a los republicanos de la vieja guardia.
Muchos de los que lucharon por años al
lado de Reagan dicen que ya no reconocen los valores tradicionales
de ese Partido.
Y es que la lucha en favor de los ricos, después de
todo, no es lo mismo que la defensa de las ideas de derecha.
¿Qué pasó con el sentido común?
La gente va a mirar a su alrededor en
cinco o 10 años y preguntarse:
¿Qué pasó con las cosas que nos
hacian sentir orgullosos y cómodos?
¿Que pasó con las escuelas, los
hospitales y con muchas otras cosas buenas que teniamos?
Y van a poder señalar al Partido
Republicano moderno, el del Tea Party.
Entonces podremos decir con profunda
tristeza: "Es que ahora el país es esclavo de los millonarios,
ya no tenemos salvación".