sábado, 7 de enero de 2012

La Luz Del Sol Es El Mejor Desinfectante

                                                                                                        
Por Aníbal E. Melo


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Imagínense un procedimiento legal en el que el juez es contratado por el Fiscal, el acusado ni entiende el delito, ni tiene abogado que lo defienda, el proceso se lleve a cabo en un idioma que no comprende, y el castigo es la separacion de su familia por el resto de su vida.

Esto parecería ser una escena en un Tribunal de algún régimen totalitario, pero en realidad, la descripción anterior representa la "justicia" en los tribunales de inmigración de los Estados Unidos.


Es un mundo extraño e invisible para la mayoría de los estadounidenses, en el que se utiliza el poder del gobierno de forma abusiva y arbitraria, los derechos constitucionales son inexistentes, las vidas son destruidas, y no hay prácticamente ninguna posibilidad de corrección de las sentencias.

Los tribunales de inmigración determinan si un no ciudadano puede permanecer en los Estados Unidos o ser deportado.


Unos 260 jueces toman esa decisión. Estos jueces son abogados contratados por el Departamento de Justicia y designados por la Procuraduría General.

En contraste con todos los demás jueces de Estados Unidos, los jueces de inmigración no son, ni independientes ni imparciales, y no están sujetos al código de ética judicial general.

Pueden interrogar a los inmigrantes y a los testigos como si estuviesen llevando a cabo una inquisición. Muchos de estos jueces son parte de la "guerra contra los inmigrantes".

Por otro lado, bajo las reglas de competencia y de apelación, sus decisiones son casi totalmente aisladas de revisión por reales jueces federales.

De hecho, en los pocos casos en que la revisión federal se ha producido, con frecuencia los jueces de apelación han condenado la conducta de los jueces de inmigración por ser: "hostiles", "intimidantes", "insultantes", "destempladas", "sarcásticas", "burlonas", "despreciativas", "irracionales","arbitrarias","incomprensibles"," incoherentes" e "indescifrables".


Hubo un juez de inmigración que entre burlas se refirió a sí mismo como "Tarzán" frente a una acusada de Uganda llamada Jane.


Otro juez de inmigración, menospreció al inmigrante, de acuerdo con un Tribunal Federal de Apelaciones que dijo que el proceso utilizado, "parece más apropiado de un programa de televisión que de una Corte en un proceso judicial federal."


Richard Posner, uno de los jueces más respetados del país, ha dicho que las resoluciones dictadas por los jueces de inmigración "han caído por debajo de los estándares mínimos de la justicia legal."

Sin duda, los jueces de inmigración operan en condiciones extraordinariamente difíciles, lo que tal vez provoca algunos de los excesos mencionados anteriormente.

Su carga de trabajo es enorme - alrededor de 270,000 casos están siendo manejados por los 260 jueces de inmigración - prácticamente sin personal ni apoyo administrativo.

A pesar de que que las agencias de aplicación de la ley siguen añadiendo más inmigrantes a la agenda de los tribunales, una medida de congelación impide la contratación de nuevos jueces de inmigración.


Para tener una idea de la carga de trabajo, hay que tener en cuenta que algunos jueces de inmigración deciden hasta 2,400 casos de deportación en un año.


Si un juez trabajaba 5 días a la semana durante 52 semanas, él o ella será responsable de resolver 10 casos por día.

Suponiendo que la mayoría de estos casos tienen que ver con el destino de una persona que busca permanecer en este país con su familia y sus amigos, y que desea una audiencia judicial para demostrar que él no debe ser deportado, es imposible incluso para los más bien intencionados y profesionales jueces de inmigración el hacerle justicia a todos los acusados.


En tal ambiente - descrito por un juez de inmigración "como tratar un caso de pena de muerte en un ambiente de corte de tráfico," es casi seguro que muchos de los resultados son arbitrarios, descuidados, irracionales, e injustos.

Pero los jueces son sólo una parte de esta imagen mezquina y desesperada.

Los inmigrantes no tienen derecho a la asistencia de un defensor público, y a pesar de los denodados esfuerzos de los servicios de defensa pro-bono, y de las clínicas de las escuelas de leyes, la gran mayoría de los inmigrantes detenidos carecen de asesoría legal.

Es irónico...


Una persona acusada del robo de una lata de frijoles, tiene el derecho constitucional a un abogado, a un juicio con jurado donde la culpabilidad debe serle probada más allá de toda duda razonable, a llamar e interrogar a testigos, a examinar los archivos de la fiscalía, y a apelar los veredictos de culpabilidad, sin embargo, en un procedimiento en donde se decide si una persona va a ser separada de su familia de por vida, no existe ninguno de estos derechos.
 

Incluso en los casos en los que un abogado comparece en favor del inmigrante, el desempeño de muchos de esos defensores ha sido duramente criticado en numerosos informes y estudios como incompetente y perezo.

Algunos pretenden ser abogados expertos en inmigración, para aprovecharse de inmigrantes vulnerables, que necesitan desesperadamente asistencia jurídica.

Aún cuando un abogado competente es contratado, su representación a menudo se ve obstaculizada por la transferencia de los inmigrantes de un centro de detención a otro.

De hecho, por ejemplo, dos tercios de todos los inmigrantes detenidos en Nueva York, son enviados a centros de detención en Texas o Luisiana. Y el 80% de estos inmigrantes no tienen abogados.

No hay que ignorar la realidad práctica de que incluso el mejor abogado, para defender eficazmente a su cliente a veces tiene que moderar su celo debido a la intimidación que siente frente a un juez de inmigración.

Por otra parte, es una tarea casi imposible para el inmigrante el comprender plenamente las normas legales de un proceso de deportación.

La ley de inmigración, de acuerdo con jueces, grupos profesionales y académicos es de las más difíciles, sólo comparable con la legislación fiscal.

Para ser deportado, un inmigrante legal, en general debe haber cometido un "delito grave" o un "delito que implique depravación moral."

Pero ya que hay decenas y decenas de crímenes potencialmente deportables en los códigos penales federal y estatales, el decidir cuáles califican, implica un proceso de interpretación que el Juez Alito, de la Suprema Corte de Justicia, en el caso histórico "Padilla v. Kentucky", calificó de "confusión que da vértigo".

De hecho, las 14 páginas de opinión concurrente del Juez Alito, fueron dedicadas exclusivamente a demostrar la complejidad, la ambigüedad y las características incoherentes de las leyes de inmigración.

El Juez Posner ha dicho que hay una "lógica retorcida", en la opinión de algunos jueces de inmigración, referente a la determinación sobre lo que constituye "persecución".


Los jueces y los abogados, sin duda, tienen dificultades para tratar de descifrar los matices de la ley de inmigración, y es una perversión aún mayor de la justicia, el esperar que un inmigrante sin abogado y frente a un juez duro e impaciente sea capaz de comprender y aplicar las leyes y normas que, incluso Magistrados del Tribunal Supremo han dicho que son confusas.
 

Por último, hay que añadir a lo grotesco de todo este proceso, una carga más para los inmigrantes que no entienden Inglés y que tratan de comprender los procedimientos judiciales.


Los traductores de las Cortes a menudo traducen sólo partes seleccionadas de los procedimientos.


Por lo general traducen cuando el juez se dirige a los abogados o al propio acusado, pero a menudo no traducen las declaraciones de los testigos, lo cual es crucial para que la credibilidad y otras determinaciones de hecho sean la base real de la decisión del caso.
 

El panorama es sombrío y terrible.

La American Bar Association ha hecho varias recomendaciones importantes: 1.- Separar a los jueces de inmigración del Departamento de Justicia y hacerlos independientes. 2.- Mejorar la profesionalidad y la formación de dichos jueces, entre otras.


Por otro lado, pienso que es evidente que el aumento de la disponibilidad de abogados de inmigración cualificados es crítico.

Proporcionar más recursos al sistema, también es crítico, sin embargo, dada la fuerte represión para deportar bajo la que opera la administración Obama, no me está claro si recursos adicionales harán alguna diferencia.

El propósito de este artículo no es criticar, sino airear la contaminación del actual sistema de justicia de inmigración todo lo que se pueda.

Como el Juez Louis Brandeis, una vez comentó: "La luz del sol es el mejor desinfectante".