martes, 11 de diciembre de 2012

Viviendo De Los Pendejos


Por Aníbal E. Melo
AnibalMelo@Yahoo.com


Como resultado de las normas del Código Fiscal federal y contrario a las creencias del mito popular, en Estados Unidos, el aumento dramático en la riqueza de los más acaudalados ha sido en gran medida subsidiado por los pobres.
Lo que quiero decir es que el 1 por ciento de los hogares estadounidenses, son subsidiados por el resto de la base imponible.

Esta subvención a la inversa, que llegó a su climax durante la presidencia de George W. Bush, se produjo a través de cambios radicales en la política fiscal.

Este legado de desigualdad es clave para entender el papel que juega la subvención a la inversa en el debate fiscal en curso.

La riqueza acumulada en las instituciones financieras por los ricos, deja menos ingresos para las arcas del gobierno que los que se producen por concepto de los empleos de la clase media y de los pobres, lo que ha creado un déficit acumulado de hasta $1 billón por año, culpable de la enorme deuda actual.

Con las consecuencias de estos déficits es con lo que estamos lidiando en estos momentos.

Aunque los beneficios de la reducción de impuestos abrumadoramente fluyó en favor de la élite económica ayudando a impulsar su riqueza a niveles estratosféricos, la deuda pertenece colectivamente a todos.

Por lo tanto, como cuestión de bien y mal, la subvención a la inversa es una injusticia económica.

Más allá del daño colateral causado por dicha subvención, también es clave el evaluar su impacto.

En un intento por minimizar el déficit anual, el Gobierno ha achicado las partes del presupuesto centradas en la educación, la vivienda y el transporte, lo que ha creado barreras adicionales para las oportunidades económicas de las personas de bajos ingresos, y hacen que sea mucho más difícil llegar a ser clase media.

Dado el aumento de la subvención a la inversa de la última década, y su correspondiente impacto en la equidad económica, no es de extrañar que Estados Unidos tenga una movilidad económica asombrosamente baja.

El resultado es que actualmente en los Estados Unidos uno de cada tres negros y uno de cada cuatro hispanos son pobres.

Lamentablemente, esto es una consecuencia lógica de las decisiones fiscales equivocadas que se tomaron sobre todo al principio de la década pasada.

En sus primeros seis meses en el cargo, Bush aprobó el mayor recorte de impuestos en la historia estadounidense.

Las tasas de impuesto sobre la renta para los perceptores de altos ingresos se redujo de 39 a 35 por ciento.

Sé que en realidad las tarifas tributarias se redujeron para la mayoría de los estadounidenses, y que se amplio el crédito sobre la renta, con el objetivo de poner más dinero en los bolsillos de los trabajadores pobres, sin embargo, la mayor reducción de impuestos fue para las personas que perciben ganancias de capital.

La tasa de impuesto sobre las ganancias de capital, que es el ingreso de los ricos, se redujo de 20 a 15 por ciento, la mitad de la tasa que pagan las rentas devengadas por salarios.

Esto es lo que explica que durante los últimos 10 años el 1% ha visto su riqueza alcanzar máximos históricos, mientras que los ingresos de la clase media y de los pobres, se han estancado.

Y es que el subsidio a la inversa permite que un número minúsculo de estadounidenses se beneficien del resto que paga los platos rotos.

Por eso ahora, 400 estadounidenses tienen más riqueza que 150 millones de personas sumadas.

Y claro, en la medida que dicho subsidio a la inversa ha ayudado a los ricos, ha perjudicado la salud fiscal de la nación en su conjunto.

La adopción y continuación de los recortes de impuestos de Bush ha disminuido los ingresos federales en un tres por ciento del PIB, niveles no vistos desde la Segunda Guerra Mundial.

De hecho, según los datos del Centro de Política Tributaria, los ingresos del Gobierno Federal fueron 20% menos en el 2011, que en el 2000.

El problema es que la naturaleza de la recaudación de impuestos ha cambiado de una manera que no es beneficiosa para los trabajadores estadounidenses.

Hoy los impuestos corporativos contribuyen tres veces menos a los ingresos federales que en el 1950, pero los impuestos federales a las nóminas, se han duplicado en los últimos 40 años.

Estas políticas fiscales injustas, son la clave para la transformación del superávit de Estados Unidos en el año 2000, en un mar de tinta roja menos de tres años después.

Un análisis realizado por el Centro de Presupuesto y Prioridades Políticas del 2003, antes de la guerra contra Irak, declaró que el superávit ya había "desaparecido".

Desde sus primeros días, el plan de Bush mostró el daño que podía hacer.

Una vez que la guerra contra Irak se puso en marcha, la precaria posición financiera de Estados Unidos estaba totalmente fuera de control.

Es importante destacar, que el costo total de los recortes de impuestos de Bush para los próximos 10 años es mayor que el agujero fiscal que el Presidente Obama está tratando de cerrar.

Todo este desequilibrio fiscal está socavando el futuro económico de Estados Unidos, ya que los que cargan con el peso de la deuda no son los que más ganan.

Pienso que el tamaño total de la deuda actual representa una amenaza para el 95% de los contribuyentes estadounidenses.

Según la Comisión Simpson-Bowles, una acción retardada sobre la deuda podría hacer que la economía se contraiga más de lo que creció el año pasado y, finalmente, nos cueste el doble.

Pienso que el impacto más trascendental de la subvención a la inversa no es lo que hará a los programas que permiten a los estadounidenses ascender en la escala económica, sino lo que ya ha hecho.

Y es que en un esfuerzo por mitigar el impacto de los recortes de impuestos en el presupuesto, las inversiones de oportunidades económicas han disminuido durante los últimos 10 años.

Mientras los pobres subvencionen a los ricos, no tendremos los recursos para conseguir revivir al moribundo Sueño Americano.

De hecho, ya América tiene una enorme brecha entre ricos y pobres.

Creo que el subsidio a la inversa es un impedimento importante para avanzar a través de toda una serie de asuntos de justicia económica, por lo que espero que los que actualmente se encuentran alrededor de la mesa de negociación en Washington lo reconozcan como tal.

De lo contrario, los ciudadanos comunes seguiremos financiando los lujos de los súper-ricos, justo como lo hemos hecho durante más de una década.

Suerte!