Por Aníbal E. Melo
AnibalMelo@Yahoo.com
Como resultado de las normas del Código Fiscal federal y contrario a las creencias del mito popular, en Estados
Unidos, el aumento dramático en la riqueza de los más acaudalados ha sido en gran medida subsidiado por los pobres.
Lo que quiero decir es que el 1 por
ciento de los hogares estadounidenses, son subsidiados por el resto de la base imponible.
Esta subvención a la inversa, que
llegó a su climax durante la presidencia de George W. Bush, se
produjo a través de cambios radicales en la política fiscal.
Este legado de desigualdad es clave
para entender el papel que juega la subvención a la inversa en el
debate fiscal en curso.
La riqueza acumulada en las
instituciones financieras por los ricos, deja menos ingresos para las
arcas del gobierno que los que se producen por concepto de los
empleos de la clase media y de los pobres, lo que ha creado un
déficit acumulado de hasta $1 billón por año, culpable de la
enorme deuda actual.
Con las consecuencias de estos déficits
es con lo que estamos lidiando en estos momentos.
Aunque los beneficios de la reducción
de impuestos abrumadoramente fluyó en favor de la élite económica
ayudando a impulsar su riqueza a niveles estratosféricos, la deuda
pertenece colectivamente a todos.
Por lo tanto, como cuestión de bien y
mal, la subvención a la inversa es una injusticia económica.
Más allá del daño colateral causado
por dicha subvención, también es clave el evaluar su impacto.
En un intento por minimizar el déficit
anual, el Gobierno ha achicado las partes del presupuesto centradas
en la educación, la vivienda y el transporte, lo que ha creado
barreras adicionales para las oportunidades económicas de las
personas de bajos ingresos, y hacen que sea mucho más difícil
llegar a ser clase media.
Dado el aumento de la subvención a la
inversa de la última década, y su correspondiente impacto en la
equidad económica, no es de extrañar que Estados Unidos tenga una
movilidad económica asombrosamente baja.
El resultado es que actualmente en los
Estados Unidos uno de cada tres negros y uno de cada cuatro hispanos
son pobres.
Lamentablemente, esto es una
consecuencia lógica de las decisiones fiscales equivocadas que se
tomaron sobre todo al principio de la década pasada.
En sus primeros seis meses en el cargo,
Bush aprobó el mayor recorte de impuestos en la historia
estadounidense.
Las tasas de impuesto sobre la renta
para los perceptores de altos ingresos se redujo de 39 a 35 por
ciento.
Sé que en realidad las tarifas
tributarias se redujeron para la mayoría de los estadounidenses, y
que se amplio el crédito sobre la renta, con el objetivo de poner
más dinero en los bolsillos de los trabajadores pobres, sin embargo,
la mayor reducción de impuestos fue para las personas que perciben
ganancias de capital.
La tasa de impuesto sobre las ganancias
de capital, que es el ingreso de los ricos, se redujo de 20 a 15 por
ciento, la mitad de la tasa que pagan las rentas devengadas por
salarios.
Esto es lo que explica que durante los
últimos 10 años el 1% ha visto su riqueza alcanzar máximos
históricos, mientras que los ingresos de la clase media y de los
pobres, se han estancado.
Y es que el subsidio a la inversa
permite que un número minúsculo de estadounidenses se beneficien
del resto que paga los platos rotos.
Por eso ahora, 400 estadounidenses
tienen más riqueza que 150 millones de personas sumadas.
Y claro, en la medida que dicho
subsidio a la inversa ha ayudado a los ricos, ha perjudicado la
salud fiscal de la nación en su conjunto.
La adopción y continuación de los
recortes de impuestos de Bush ha disminuido los ingresos federales en
un tres por ciento del PIB, niveles no vistos desde la Segunda Guerra
Mundial.
De hecho, según los datos del Centro
de Política Tributaria, los ingresos del Gobierno Federal fueron 20%
menos en el 2011, que en el 2000.
El problema es que la naturaleza de la
recaudación de impuestos ha cambiado de una manera que no es
beneficiosa para los trabajadores estadounidenses.
Hoy los impuestos corporativos
contribuyen tres veces menos a los ingresos federales que en el 1950,
pero los impuestos federales a las nóminas, se han duplicado en los
últimos 40 años.
Estas políticas fiscales injustas, son
la clave para la transformación del superávit de Estados Unidos en
el año 2000, en un mar de tinta roja menos de tres años después.
Un análisis realizado por el Centro de
Presupuesto y Prioridades Políticas del 2003, antes de la guerra
contra Irak, declaró que el superávit ya había "desaparecido".
Desde sus primeros días, el plan de
Bush mostró el daño que podía hacer.
Una vez que la guerra contra Irak se
puso en marcha, la precaria posición financiera de Estados Unidos
estaba totalmente fuera de control.
Es importante destacar, que el costo
total de los recortes de impuestos de Bush para los próximos 10 años
es mayor que el agujero fiscal que el Presidente Obama está tratando
de cerrar.
Todo este desequilibrio fiscal está
socavando el futuro económico de Estados Unidos, ya que los que
cargan con el peso de la deuda no son los que más ganan.
Pienso que el tamaño total de la deuda
actual representa una amenaza para el 95% de los contribuyentes
estadounidenses.
Según la Comisión Simpson-Bowles, una
acción retardada sobre la deuda podría hacer que la economía se
contraiga más de lo que creció el año pasado y, finalmente, nos
cueste el doble.
Pienso que el impacto más
trascendental de la subvención a la inversa no es lo que hará a los
programas que permiten a los estadounidenses ascender en la escala
económica, sino lo que ya ha hecho.
Y es que en un esfuerzo por mitigar el
impacto de los recortes de impuestos en el presupuesto, las
inversiones de oportunidades económicas han disminuido durante los
últimos 10 años.
Mientras los pobres subvencionen a los
ricos, no tendremos los recursos para conseguir revivir al moribundo
Sueño Americano.
De hecho, ya América tiene una enorme
brecha entre ricos y pobres.
Creo que el subsidio a la inversa es un
impedimento importante para avanzar a través de toda una serie de
asuntos de justicia económica, por lo que espero que los que
actualmente se encuentran alrededor de la mesa de negociación en
Washington lo reconozcan como tal.
De lo contrario, los ciudadanos comunes
seguiremos financiando los lujos de los súper-ricos, justo como lo
hemos hecho durante más de una década.
Suerte!