Barack Obama rugió en grande en el escenario político en el 2004 con un Discurso que muchos estadounidenses encontraron refrescante.
"No hay una América liberal y una conservadora", dijo, "hay los Estados Unidos de América. No hay una América negra, una blanca, una latina, o una asiática, hay los Estados Unidos de América. A los expertos les gusta dividirnos en Estados Rojos y Azules ... Pero somos un sólo pueblo. Todos prometiendo fidelidad a las barras y a las estrellas. Todos defendiendo a los Estados Unidos de América".
Doce años más tarde, la Era de Obama termina con una lección impartida por Donald Trump, sobre la profundidad de las divisiones políticas de Estados Unidos por causa de raza y geografía.
Y es que el Mapa Electoral que surgió el 8 de Noviembre pasado, parecía un mar rojo, moteado de islas azules.
Hillary Clinton ganó en las ciudades y los suburbios, donde los profesionales acomodados, los milenials y la gente de color se agrupan.
Donald Trump prevaleció en los lugares suburbanos y rurales, donde los residentes son desproporcionadamente blancos y viejos.
Nos tomará mucho tiempo entender por qué esta Elección resultó de la manera en que lo hizo.
Pero parte de ello, innegablemente, tiene que ver con la ansiedad acerca de cómo Estados Unidos está cambiando.
Algunos votantes idealizaron una imagen con la que crecieron, en la que la cultura y la política estaban dominadas por una mayoría cristiana blanca.
Encontraron apoyo para su desorientación en la retórica de Trump y sus promesas de que podría restaurar la visión antigua del país.
Pero los cambios demográficos no son una fuerza fácil de detener.
Mientras los líderes y los políticos estadounidenses se enfrentan a los retos diarios de ahora, tendrán que lidiar con la nueva trayectoria demográfica, política y con la futura nueva cara del país.
Puede que lo que escribo hoy parezca incognoscible, como una especie de ejercicio de bola de cristal, pero en muchos sentidos esa nueva imagen ya se está volviendo clara.
Debo reconocer que las líneas de tendencias en la población estadounidense son poderosas y difíciles de mover.
La siguiente foto oficial llegará en forma del Censo del 2020, en el que los expertos proyectan que se mostrará una América cada vez menos blanca y más diversa.
Se espera, que los estadounidenses blancos serán un 2 por ciento menos de la población que en el 2015.
Los hispanos aumentarán un 1.5 por ciento más.
Los estadounidenses de origen asiático, los nacidos en el extranjero y los que se identifican como multi-rraciales constituirán una parte más grande del país.
Mientras que la población negra se mantendrá igual.
¿Pero qué sucederá después del 2020?
Para el 2050, la nación habrá pasado por dos grandes cambios: Será más oscura y políglota que la América del 2016, pero también será mucho más vieja.
Estas dos tendencias plantean problemas políticos importantes, y están muy inter-relacionadas.
En la medida en que el país envejece, dependerá de la productividad de un número cada vez menor de jóvenes para apoyar a una cada vez mayor población de jubilados y ancianos.
Y esos jóvenes serán mucho menos blancos.
Las proyecciones del Censo dicen que para el 2050, Estados Unidos ya no tendrá una clara mayoría blanca -al menos como se define hoy el ser "blanco".
Cincuenta y tres por ciento de la población será multi-rracial, en comparación con menos del 40 por ciento actualmente.
Y debido a que el crecimiento de la población no blanca es impulsado más por la fecundidad que por la inmigración, el cambio racial ocurrirá incluso si el Gobierno Federal de Trump promulga nuevas y duras restricciones contra la inmigración.
Si Trump reduce la inmigración nueva a cero, por ejemplo, todavía veríamos un gran crecimiento en las comunidades de inmigrantes, más que en las blancas de origen nativo.
Eso se explica simplemente, porque los inmigrantes tienen más hijos y los tienen más jóvenes.
Pronto, la mayoría de los nuevos americanos tendrán raíces en América Latina, Asia y África.
Y aunque la Administración Trump tengaun alto sentimiento anti-inmigrante, eso no va a deprimir la inmigración siempre y cuando haya puestos de trabajo disponibles.
Investigaciones realizadas en Estados donde se han aprobado leyes contra los indocumentados, han encontrado que las mismas no tienen un efecto significativo en el mundo real respecto del número de inmigrantes que viven en ellos.
Es posible que Trump también quiera reducir la inmigración legal recortando el número de Visas otorgadas a trabajadores con habilidades especiales y a aquellos con familiares que viven en los Estados Unidos.
Pero eso le augura una gran pelea con la Comunidad Empresarial, que necesita acceso a mano de obra inmigrante, a todos los niveles.
Junto a esos cambios étnicos y raciales, el peso de la población mayor de 85 años, más propensos a enfermarse o discapacitarse, será especialmente severo.
Actualmente, hay aproximadamente 33 adultos que trabajan por cada envejeciente de más de 85 años.
Para el 2050, esa proporción caerá a 13 trabajadores por cada estadounidense vivo de más de 85.
Lo que todo eso significará para la política depende de factores difíciles de predecir, y de batallas que hoy se libran en lugares desconocidos.
Con la rápida diversificación de las poblaciones, los llamados Estados Oscilantes del futuro pueden ser como Oklahoma, Georgia o Texas, en lugar de Ohio o Pensilvania, que, incluso en el 2050, seguirán siendo mayoritariamente blancos.
Por otro lado, no está en absoluto claro, quién en el futuro, se considerará blanco, o si la segregación regional por motivo de la educación y la riqueza, que se ha agudizado en los últimos años, se profundizará o se aliviará.
¿Las ciudades que han explotado económicamente en los pasados años, seguirán siendo vibrantes?
¿Surgirán nuevos y pujantes centros urbanos en otras partes del país?
¿Cómo afectará el cambio climático, en dónde y cómo vivirá la gente?
Muchas de esas preguntas no tienen respuestas hoy.
Dependen de políticas aún no formuladas.
Pero cuando se trata de la cara futura de América, hay lugares donde la demografía del 2050 - y sus conflictos, ya se están perfilando.
Recordemos que en el 2014, los niños no blancos, por primera vez representaron más de la mitad de los estudiantes de las escuelas públicas.
Y con generaciones más jóvenes y significativamente más oscuras, algunos demógrafos prevén conflictos políticos entre los ancianos blancos y las familias jóvenes no blancas.
Y es que el envejecimiento de la América rural es una espada de doble filo.
Por un lado, en muchos pueblos en decadencia, el crecimiento de la población hispana ha revitalizado y re-energizado a las comunidades, así como a sus economías.
Pero en los lugares en donde las comunidades han experimentado un declive demográfico grande durante mucho tiempo, pero que ya se han consolidado, se rechazan a los latinos y se les acusa de devorar los recursos locales.
Ahí es donde la puerca retuerce el rabo, en términos del sentimiento anti-inmigrante.
Sin embargo, el hecho de que la población mayor se esté volviendo menos blanca puede significar que en la América del 2050, estará más dispersa y también será más tolerante.
Hoy, el 15 por ciento de la población tiene más de 65 años.
En el 2050, el 22 por ciento tendrá esa edad.
Lo que sucederá, es que el número de ancianos blancos se mantendrá estable, mientras que la población de la tercera edad no blanca crecerá.
En la actualidad, los envejecientes son un bloque de voto conservador confiable, pero eso no significa que lo serán en el futuro.
Hasta ahora, el comportamiento político futuro, se ha podido predecir por la conducta política pasada.
En este momento, la raza dominante entre las personas mayores, es la blanca. Es la llamada Generación Silenciosa, y la más conservadora del electorado.
Pero ellos, pronto serán reemplazados por los Baby Boomers, y después por los del milenio.
Sobre la base de esos datos, los pro-inmigrantes deberíamos tener un efecto liberalizador sobre el futuro.
Los ancianos de hoy viven generalmente en áreas suburbanas y rurales de baja densidad. En hogares unifamiliares.
Los envejecientes del 2050, los cuales serán cada vez más hispanos y asiáticos, podrían tener diferentes preferencias en sus estilos de vida.
Podrían elegir vivir junto con sus hijos y nietos, o permanecer en las áreas urbanas.
Pero dondequiera que estén, sus necesidades de atención médica serán muy agudas.
Por lo que la demanda de enfermeras y auxiliares de la salud en el hogar seguirá creciendo, y esos trabajos son amenudo ocupados por inmigrantes, generalmente mujeres.
Otra pregunta clave será la de si con el crecimiento de los servicios para las personas mayores, como el Medicare y la Seguridad Social, se tendrá que limitar el poco dinero que hoy se destina para financiar la Educación.
Actualmente:
El 15 por ciento del Presupuesto federal se dedica al Medicare.
El 28 por ciento a la Seguridad Social y,
El 10 por ciento a programas tales como el Crédito Tributario por los Hijos, Cupones de Alimentos, Asistencia de Vivienda, etc..
Sólo el 3 por ciento de los dólares federales se gastan en Educación.
Por supuesto, hay dos formas de controlar el gasto federal en los ancianos: Aumentar los impuestos o recortar los beneficios.
Desde la Gran Recesión, la historia económica mundial ha sido la del aumento de la desigualdad económica dentro de las naciones.
Y si bien los demógrafos tienen bastante confianza en proyectar la América del 2050, hay otras tendencias cruciales que son mucho menos predecibles.
¿Cuál será la tasa de pobreza?
¿O cuán desigual será la sociedad estadounidense?
Las decisiones que se tomen hoy, en áreas como la salud y la educación, cambiarán esas tendencias de maneras que aún no podemos ver.
Al tomar decisiones respecto de la política nacional, es tentador imaginar que son tomadas teniendo en cuenta el bien del público mayoritario.
Pero eso no siempre es así como lo demostró la Elección de este año, en la que una minoría de electores del centro del país escogió a un Presidente que tiene ideas que las personas residentes en las grandes ciudades y Estados costeros se oponen profundamente.
Esta es una dinámica que probablemente estaremos contando por mucho tiempo en el futuro.
Los científicos sociales la llaman The Big Sort.
Por su parte, el hecho de que los estadounidenses universitarios, afluentes y no blancos se congregan cada vez más en las principales regiones metropolitanas, mientras que el 80 por ciento de la masa de la nación, dominada por blancos de clase trabajadora y de clase media más conservadoras, en las zonas rurales, significa que menos personas entran en contacto diario con aquellos con quienes no son sus pares.
Y ese conflicto geográfico también existe a nivel Estatal.
En 23 Estados, las escuelas que sirven a niños acomodados, que tienden a vivir en los suburbios, son financiadas a tasas más altas que las escuelas urbanas que sirven a los niños más pobres.
Una forma de aliviar esa segregación política podría ser el agruparlos.
La inmigración ayuda a hacer eso, llevando crecimiento económico a los barrios envejecidos, dominados actualmente por blancos y afroamericanos pobres.
Pero la inmigración por sí sola no resolverá todos los problemas, en parte porque los propios inmigrantes están bifurcados entre aquellos que reciben visas para trabajadores con habilidades especiales, como los Médicos o los Ingenieros, y aquellos que vienen en busca de los trabajos más difíciles, los que los estadounidenses nativos generalmente evitan: agricultura, elaboración de alimentos, limpieza, por ejemplo, etc..
Otra manera de desmarcarnos es económicamente, pero eso también es muy difícil.
Las investigaciones demuestran que si se es pobre, ya sea nativo o extranjero, la mejor oportunidad de movilidad económica es vivir en un suburbio o en una ciudad con un próspero mercado de trabajo.
Sin embargo, debido a restricciones de zonificación que limitan severamente el suministro de viviendas asequibles, hay un número muy limitado de comunidades con buenas escuelas y empleos donde las familias pobres puedan mudarse.
En una América preocupada por las divisiones sociales, los esfuerzos para construir viviendas asequibles, podrían ayudar a reducir la desigualdad y las tendencias políticas.
Un mayor acceso a una educación de calidad, desde la guardería infantil hasta la universidad, es un camino prometedor para crear una sociedad menos dividida en el 2050.
Pero lo que estamos viendo hoy, es una brecha creciente entre ricos y pobres, sobre todo en lo que se refiere al acceso a la enseñanza.
Recordemos que la Educación Superior y la exposición a la diversidad, reproducen tolerancia.
Hoy, la movilidad social, geográfica y educativa están limitadas por los bajos salarios, la falta de viviendas asequibles, el costo del cuidado de los niños y el alto costo de las matrículas universitarias.
De ahí el valor del famoso Discurso de Obama del 2004 en el que nos instó a seguir pensando en nosotros mismos como una nación en fusión, en la que personas de diferentes orígenes y razas, pueden vivir juntas, y aprender a coexistir.
¿Qué sucederá si los ricos y los pobres, los blancos y los de color, los mayores y los jóvenes, siguen viviendo separados?
¿Debemos reconsiderar la identidad estadounidense?
La demografía plantea muchas preguntas que no podemos ahora responder.
Aún no!