Por Aníbal E. Melo
Desde el vicioso ataque realizado la semana pasada por extremistas musulmanes en París, la atención en Estados Unidos se ha centrado en la decisión del Presidente Obama de admitir 10,000 refugiados sirios.
Más de la mitad de los gobernadores del país han indicado que estos no son bienvenidos en sus Estados.
Paul Ryan, el nuevo Presidente de la Cámara, ha impulsado una legislación para impedir la admisión de refugiados sirios e iraquíes.
Y la mayoría de los pre-candidatos presidenciales republicanos han expresado su oposición al reasentamiento de los mismos en el país.
Pero cuando una nación le dice "no" a los refugiados, ¿qué es lo que dice de sus ciudadanos?
Como especialista de inmigración he trabajado en casos de Asilo en los que vidas han sido profundamente alteradas por guerras, en los que personas han sido amenazadas o perjudicadas por extremistas, o que han perdido a sus seres más queridos de manos de terroristas y asesinos.
Muchas vienen huyendo de países como Siria, Irak, Afganistán y Egipto.
Estas son personas que han arriesgado sus vidas para poder vivir en una democracia, por promover los derechos de las mujeres, y defender los derechos humanos.
Algunos han servido hombro con hombro con el Ejército de Estados Unidos en Afganistán e Irak.
De hecho, muchos de ellos han arriesgado y sacrificado más en la defensa de la Libertad que los que rutinariamente los tratan de desacreditar.
Como líder del mundo libre, Estados Unidos debe ser el primero en demostrar que por causa de ISIS, no va a abandonar sus valores humanitarios, y menos en un momento tan difícil como el que vivimos ahora.
Recordemos que durante la crisis de refugiados que siguió a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se comprometió a ayudar a los desplazados.
Y desde entonces, ha absorbido y se ha enriquecido con la presencia de decenas de miles de refugiados procedentes de Europa Occidental, la Unión Soviética, Indochina, África, el Medio Oriente y toda América Latina.
Este país, está en gran medida, definido por su generosidad hacia los más desposeídos, por lo que dejarse intimidar y abandonar o comprometer esos valores humanitarios sería una gran victoria para los terroristas.
Significaría admitir que han ganado.
Las grandes naciones no pueden dejarse intimidar por grupos de matones ignorantes.
Por otro lado, la ley de inmigración actual ya tiene los requisitos necesarios que se necesitan para identificar a terroristas y delincuentes potenciales.
De hecho, los programas de Asilo y Refugiados son probablemente más seguros que cualquier otro aspecto del sistema de inmigración norteamericano.
Debemos además de recordar, que muchos de los musulmanes que buscan refugio son personas que han trabajado para organizaciones no gubernamentales y empresas internacionales colaborando en la lucha contra el terror, arriesgando sus vidas, y confiando en los estadounidenses.
Abandonarlos enviaría un mensaje de que Estados Unidos no cumple con su palabra, y eso es algo que este país no se puede dar el lujo de reflejar.
Si Estados Unidos no es digno de confianza, nadie va a cooperar con él en el futuro.
Por último, permitirles a los terroristas el poder abrir una brecha de dudas entre este país y los musulmanes moderados podría hacer del mundo un lugar más peligroso de lo que ya es.
América tiene que fortalecer las relaciones entre Occidente y el mundo musulmán.
Los terroristas quieren cortar esos lazos; y no podemos dejar que ellos ganen.
A raíz del ataque en París y del reclamo de ISIS de que enviará infiltrados a Occidente disfrazados de solicitantes de asilo, el deseo de volver a examinar los procedimientos de seguridad es comprensible.
Pero en la medida que se evaluen las políticas humanitarias, hay que tener en mente a la gente común y a los musulmanes que han demostrado su lealtad en la lucha contra el extremismo.
No se debe permitir que las acciones en Francia causen que Estados Unidos no cumpla con sus obligaciones humanitarias internacionales, lo que pondría en peligro principios básicos de ésta nación, mismos que son cruciales en la batalla contra los terroristas.
Muchas familias en el mundo musulmán quieren vivir en paz.
Lo vimos en la Primavera Árabe.
Estados Unidos debe alinearse en favor de esas personas y darles apoyo.
Tiene que seguir liderando el mundo y no retroceder por temor.
Al considerar el merito de los solicitantes de Asilo el Gobierno estadounidense debe guiarse por sus más altos ideales, no por la visión oscura de los enemigos.
¿Cómo podemos luchar eficazmente contra la intolerancia, el odio y la paranoia, si tenemos un Occidente que responde con lo mismo?
Eso es lo que la mayoría de los republicanos del Congreso, con la complicidad de unos pocos demócratas cobardes, están haciendo.
A corto plazo, son millones los refugiados inocentes que están sufriendo.
Pero a largo plazo, Estados Unidos está en riesgo de no sólo perder su humanidad y sus ideales, sino también la lucha final contra el terrorismo.
Esto no es sólo una crisis de refugiados - es una crisis de América - una crisis de si este país puede conservar los principios e ideales con los que la nación fue fundada a pesar del terrorismo.